ANNA MARIA IGLESIA
“Los sucesos”,
escribe Jacques Rancière en Los nombres
de la historia, “están atados a aquello que se ha vuelto a decir, a aquello
que se dice fuera del contexto, fuera de lugar”. La historia son los sucesos narrados
cuando ya forman parte del pasado, una vez transcurridos; la historia se
entiende solamente así, como el relato que se narra desde ese afuera que
constituye el presente y, por tanto, desde ese afuera que implica reconstruir
unos sucesos de los que no se ha sido partícipe o que permanecen alejados
temporalmente de la propia experiencia únicamente como recuerdo.
escribe Jacques Rancière en Los nombres
de la historia, “están atados a aquello que se ha vuelto a decir, a aquello
que se dice fuera del contexto, fuera de lugar”. La historia son los sucesos narrados
cuando ya forman parte del pasado, una vez transcurridos; la historia se
entiende solamente así, como el relato que se narra desde ese afuera que
constituye el presente y, por tanto, desde ese afuera que implica reconstruir
unos sucesos de los que no se ha sido partícipe o que permanecen alejados
temporalmente de la propia experiencia únicamente como recuerdo.
Desde ese
afuera Tácito evoca en los Anales las
palabras de Percenio acerca de la revuelta en la región de Panonia y desde ese mismo
afuera habla también Michelet cuando describe la Revolución de 1789. Consciente,
sin embargo, de que escribir desde fuera significa enfrentarse con una historia
que, si bien ajena temporal y experencialmente, ya ha sido ya dicha y, por
tanto, ya constituye para quien escribe, así como para quien lee de un relato
–“lo conocido”, dirá Vattimo, “está ya dentro del horizonte del conocimiento”-,
el periodista Álvaro Colomer no sólo busca narrar lo acontecido en 2004 en la
Batalla de Nayaf, sino recuperar todas las voces –todos los relatos- de lo
acontecido.
afuera Tácito evoca en los Anales las
palabras de Percenio acerca de la revuelta en la región de Panonia y desde ese mismo
afuera habla también Michelet cuando describe la Revolución de 1789. Consciente,
sin embargo, de que escribir desde fuera significa enfrentarse con una historia
que, si bien ajena temporal y experencialmente, ya ha sido ya dicha y, por
tanto, ya constituye para quien escribe, así como para quien lee de un relato
–“lo conocido”, dirá Vattimo, “está ya dentro del horizonte del conocimiento”-,
el periodista Álvaro Colomer no sólo busca narrar lo acontecido en 2004 en la
Batalla de Nayaf, sino recuperar todas las voces –todos los relatos- de lo
acontecido.
En otras
palabras, Aunque caminen por el valle de
la muerte (Literatura Random House) es una novela construida a partir de
todos los relatos, principales y secundarios, conocidos públicamente o
anónimos, que terminaron por construir lo acontecido el 4 de abril del 2004,
cuando el ejército del Mahdi ataca el cuartel español en Irak y, en plena
transición de poderes (Aznar acaba de perder las elecciones y Zapatero todavía
no ha formado gobierno) el alto mando del ejército español se lava las manos
cual Poncio Pilatos poniendo en jaque la defensa del cuartel y de los otros
ejércitos –el americano y el puertorriqueño- que allí se encontraban.
palabras, Aunque caminen por el valle de
la muerte (Literatura Random House) es una novela construida a partir de
todos los relatos, principales y secundarios, conocidos públicamente o
anónimos, que terminaron por construir lo acontecido el 4 de abril del 2004,
cuando el ejército del Mahdi ataca el cuartel español en Irak y, en plena
transición de poderes (Aznar acaba de perder las elecciones y Zapatero todavía
no ha formado gobierno) el alto mando del ejército español se lava las manos
cual Poncio Pilatos poniendo en jaque la defensa del cuartel y de los otros
ejércitos –el americano y el puertorriqueño- que allí se encontraban.
¿Es, por tanto,
Aunque caminen por el valle de la muerte
la narración de cuanto sucedió en Nayaf? No, a pesar del gran trabajo de
investigación realizado por Colomer –más de doscientas entrevistas y consulta
de los documentos oficiales relativos a aquel día- y, sobre todo, no porque ni
ese es el objetivo de la novela ni ese es el objetivo que la ficción –e incluso
podría decirse la historiografía- puede plantearse. Si aceptamos que, como dice
Hyden White, la historia “es una ficcionalización en cuanto la narrativización
le impone a la realidad la forma y la sustancia del tipo de significado
encontrado sólo en los relatos”, la novelística es una ficcionalización al
cuadrado cuyo sentido no reside en la perfecta referencialidad de los hechos, sino
que éste reside en la escritura misma. Y el mérito de Colomer es precisamente
el poner el acento en la palabra como centro a partir del cual se construyen
los relatos: la figura del narrador se disuelve entre las voces de los
distintos personajes de la novela –desde soldados rasos hasta alto mandos-que
hablan desde lugares: desde la frustración de no poder volver a casa, donde
espera la mujer enferma, hasta la ciega convicción de lo heroico de la empresa
en Irak; desde el cinismo mercantilista del mercenario hasta la ineptitud de
algunos altos cargos; desde el fervor juvenil de los más jóvenes hasta la
decepción de quien ha dejado de ver sentido a su trabajo militar.
Aunque caminen por el valle de la muerte
la narración de cuanto sucedió en Nayaf? No, a pesar del gran trabajo de
investigación realizado por Colomer –más de doscientas entrevistas y consulta
de los documentos oficiales relativos a aquel día- y, sobre todo, no porque ni
ese es el objetivo de la novela ni ese es el objetivo que la ficción –e incluso
podría decirse la historiografía- puede plantearse. Si aceptamos que, como dice
Hyden White, la historia “es una ficcionalización en cuanto la narrativización
le impone a la realidad la forma y la sustancia del tipo de significado
encontrado sólo en los relatos”, la novelística es una ficcionalización al
cuadrado cuyo sentido no reside en la perfecta referencialidad de los hechos, sino
que éste reside en la escritura misma. Y el mérito de Colomer es precisamente
el poner el acento en la palabra como centro a partir del cual se construyen
los relatos: la figura del narrador se disuelve entre las voces de los
distintos personajes de la novela –desde soldados rasos hasta alto mandos-que
hablan desde lugares: desde la frustración de no poder volver a casa, donde
espera la mujer enferma, hasta la ciega convicción de lo heroico de la empresa
en Irak; desde el cinismo mercantilista del mercenario hasta la ineptitud de
algunos altos cargos; desde el fervor juvenil de los más jóvenes hasta la
decepción de quien ha dejado de ver sentido a su trabajo militar.
Pronunciadas
desde lugares distintos, las palabras llevan consigo el relato de cada uno de
los interlocutores, la experiencia intransferible de cada uno de aquello que
estuvieron en la Batalla de Nayaf, que, como el relato, deja de ser una para
multiplicarse. “La palabra”, decía Roland Barthes, “ha labrado la historia, la
ha hecho existir como una retícula de trazos”, pero ni hay una palabra ni una
única batalla, sino muchas, tantas como relatos de experiencias que, si bien
similares, ninguna idéntica de la otra.
desde lugares distintos, las palabras llevan consigo el relato de cada uno de
los interlocutores, la experiencia intransferible de cada uno de aquello que
estuvieron en la Batalla de Nayaf, que, como el relato, deja de ser una para
multiplicarse. “La palabra”, decía Roland Barthes, “ha labrado la historia, la
ha hecho existir como una retícula de trazos”, pero ni hay una palabra ni una
única batalla, sino muchas, tantas como relatos de experiencias que, si bien
similares, ninguna idéntica de la otra.
Álvaro Colomer
deja hablar a sus personajes, aparentemente, se mantiene alejado, escondiendo
del texto cualquier mínimo indicio de intervención; el autor parece ser
consciente de que, en verdad, él tampoco es ajeno a lo que se narra, de que él
está determinado por aquello que conoce, no puede prescindir de ello, de ese
relato que él mismo se ha construido y que le precede e, incluso, precede a la
novela. Por esto, se omite narrativamente en una especie de estilo indirecto
libre, donde la tercera persona es, en verdad, la voz del personaje al que se
refiere. Y, por esto, no hay finales de capítulo, tampoco de novela, solo un
“fundido en negro” que no admite una única conclusión ni tampoco juicios de
valor, pues ¿cómo juzgar globalmente aquello que se narra desde la experiencia
individual de cada uno? Y, sobre todo, porque no hace falta juzgar, porque el
juicio, como el sentido, está en la propia construcción de la novela, porque sí
hay que buscar el autor hay que hacerlo en el gesto, es decir, en la
construcción misma de la novela.
deja hablar a sus personajes, aparentemente, se mantiene alejado, escondiendo
del texto cualquier mínimo indicio de intervención; el autor parece ser
consciente de que, en verdad, él tampoco es ajeno a lo que se narra, de que él
está determinado por aquello que conoce, no puede prescindir de ello, de ese
relato que él mismo se ha construido y que le precede e, incluso, precede a la
novela. Por esto, se omite narrativamente en una especie de estilo indirecto
libre, donde la tercera persona es, en verdad, la voz del personaje al que se
refiere. Y, por esto, no hay finales de capítulo, tampoco de novela, solo un
“fundido en negro” que no admite una única conclusión ni tampoco juicios de
valor, pues ¿cómo juzgar globalmente aquello que se narra desde la experiencia
individual de cada uno? Y, sobre todo, porque no hace falta juzgar, porque el
juicio, como el sentido, está en la propia construcción de la novela, porque sí
hay que buscar el autor hay que hacerlo en el gesto, es decir, en la
construcción misma de la novela.
Se la ha
definido como una novela bélica, sin embargo, Aunque caminen por el valle de la muerte trasciende el adjetivo, no
sólo porque pone el acento sobre la experiencia de quienes vivieron la batalla,
sino por la elección de narrar lo acontecido desde la “ambigüedad” de los
relatos individuales, sin repetir el relato oficial o, como diría Piglia,
construyendo una novela “en guerra contra ese pragmatismo imbécil” de la
manipulación del relato estatal, ese relato que llevó al olvido la Batalla de
Nayaf, los desmanes cometidos y las víctimas provocadas. Para terminar y
tomando prestadas las palabras de Piglia en Respiración
artificial, gusta pensar que Aunque
caminen por el valle de la muerte no sólo ha de servir “para echar luz
sobre el pasado de nuestra desventurada república, sino para entender también algunas
cosas que vienen pasando en estos tiempos y no lejos de aquí.”
definido como una novela bélica, sin embargo, Aunque caminen por el valle de la muerte trasciende el adjetivo, no
sólo porque pone el acento sobre la experiencia de quienes vivieron la batalla,
sino por la elección de narrar lo acontecido desde la “ambigüedad” de los
relatos individuales, sin repetir el relato oficial o, como diría Piglia,
construyendo una novela “en guerra contra ese pragmatismo imbécil” de la
manipulación del relato estatal, ese relato que llevó al olvido la Batalla de
Nayaf, los desmanes cometidos y las víctimas provocadas. Para terminar y
tomando prestadas las palabras de Piglia en Respiración
artificial, gusta pensar que Aunque
caminen por el valle de la muerte no sólo ha de servir “para echar luz
sobre el pasado de nuestra desventurada república, sino para entender también algunas
cosas que vienen pasando en estos tiempos y no lejos de aquí.”
Anna María Iglesia (Granada, 1986, residente en
Barcelona) está terminado una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro
del doctorado de Teoría de la literatura y literatura comparada. Se define
principalmente como lectora. Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo
cultural como freelance, colaborando con distintos medios. El Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El
Confidencial.
Barcelona) está terminado una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro
del doctorado de Teoría de la literatura y literatura comparada. Se define
principalmente como lectora. Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo
cultural como freelance, colaborando con distintos medios. El Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El
Confidencial.