Clara Campoamor

 

Son varios los libros que Inmaculada De la Fuente ha ido dando a conocer en los últimos años. Entre 1977 y 2012 estuvo vinculada profesionalmente a El País y en 1985 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en la modalidad de Reportajes y Artículos literarios. Escritora que ha trabajado en una clara dirección: recuperar la labor de las mujeres que formaron parte fundamental de la cultura española y que, por distintos motivos, quedaron en el olvido o pasaron desapercibidas en el ruido incesante de acontecimientos políticos, económicos y sociales. Trabajó con obras y autoras relegadas por el régimen franquista o que no tuvieron todo el reconocimiento que se merecían. Dan cuenta de esta tarea títulos como Mujeres de la posguerra, de Carmen Laforet a Rosa Chacel, historia de una generación; La roja y la falangista, dos hermanas en la España del 36 y El exilio interior, la biografía de María Moliner. En Punto de Vista Ediciones y en la línea ensayística -también es narradora- publicó Las republicanas burguesas y ahora Inspiración y talento. Dieciséis mujeres del siglo XX.

Hacia la conquista de la modernidad, en un siglo convulsionado por guerras, persecuciones y descomposición social, existieron mujeres que se fueron abriendo camino, a través de la educación y la lectura -siempre fundamentales-, como abogadas, políticas, luchadoras feministas, fotógrafas, pintoras, periodistas. Entre las precursoras, encontramos en Inspiración y talento a la librepensadora Carmen de Burgos (1867-1932), autora bohemia y viajera, censurada por la dictadura y muy conocida, en su momento, por uno de sus seudónimos: Colombine. Fue una referencia importante para las mujeres de la generación del 27. También a Sofía Casanova (1861-1958), reportera en la Gran Guerra que despuntó con fuerza por sus crónicas en el ABC sobre la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre. Humanista y pacifista que hablaba cinco idiomas.

Otras, como Victoria Kent, Clara Campoamor y Margarita Nelken, fueron políticas sustanciales e imbatibles durante la Segunda República. Mujeres modélicas que tomaron la palabra para oponerse a una genealogía de omisión. Inspiradas, en estado de gracia, con talento en distintas disciplinas. Kent (1892-1987), como bien señala Inmaculada De la Fuente, fue un icono republicano. La primera mujer que se matriculó en derecho y también la primera en dirigir su propio bufete. Trabajó incansablemente como directora general de prisiones y bregó por reformar las cárceles. Campoamor (1888-1972), otra abogada y parlamentaria de enorme clarividencia, no perdió la oportunidad de pelear por el voto femenino hasta que se aprobó en octubre de 1931. Margarita Nelken (1894-1968) brilló por su erudición y agudeza de crítica de arte y articulista. En algún momento de su trayectoria, y con el nombre en clave de “Amor”, actuó presuntamente para los servicios secretos soviéticos. Fue autora de libros como La condición social de la mujer en España, y se la recuerda por su manera aseverativa, irónica y filosa de ser, con la que se ganó simpatías y odios principalmente cuando fue diputada socialista elegida en 1931, 1933 y 1936.

Las biografías que reúne el volumen, de unas quince o veinte páginas cada una, ostentan el prodigio de revelarnos mucho en pocas líneas. De la Fuente nos cuenta historias de vida -que eso es la biografía como género-, y pasa revista a las distintas etapas del ciclo vital, pero se detiene con especial énfasis en el momento en que estas visionarias y adelantadas a su época afianzan su voz, se erigen en partícipes y actuantes en los procesos de afirmación de la mujer y en la creación de leyes más justas, leyes que cambiaron la historia hasta que la dictadura y el exilio barrieron con todo o casi todo lo que se había conseguido.

 

Victoria Kent

 

De la Fuente hace referencia a la infancia y adolescencia de estas mujeres excepcionales, porque es ahí cuando aflora y se enraíza la vocación, surge la avidez por aprender y formarse, esas tablas de salvación para encontrar un lugar propio, lo más independiente posible, que les permitiera acceder a la esfera pública, porque la doméstica les quedaba pequeña.

Mujeres que se hacen a sí mismas y, con sus acciones y logros, allanan a las demás el pasaje hacia una mayor libertad. Sin embargo, como los tiempos se tuercen, las reivindicaciones femeninas avanzan dos pasos y retroceden uno o se estancan, porque todavía hoy continúa la lucha por consolidar derechos de igualdad y oportunidades.

Precisamente, en un tiempo confuso, con dos guerras, la civil española y la segunda mundial, que cancelaron o suspendieron los derechos alcanzados y sembraron de muertes, opresión y autoritarismo toda una época, surgió la delicada figura de una escritora y luchadora comunista, María Teresa León (1903-1988), de las llamadas modernas y sin sombrero, que había sufrido de niña los zarandeos de un padre militar y “manos largas”, como la autora cuenta en su hermoso libro Memorias de la melancolía, una vida signada por viajes y exilios, que no le impidieron crear una obra literaria que, por diversos motivos, quedó en un segundo plano y ella misma a la sombra de su pareja, el poeta Rafael Alberti.

Elena Fortún (1888-1952) fue otra escritora muy conocida por las aventuras de Celia, que empezaron a publicarse en 1928. La protagonista tenía siete años y, como una suerte de Mafalda de la época, cuestionaba el mundo de los adultos de forma implacable. El éxito del personaje originó otros libros: Celia, lo que dice, Celia en el colegio, Celia y sus amigos, Celia novelista, Celia madrecita y así sucesivamente. Escribió, además, dos novelas con vivencias lésbicas, El pensionado de Santa Casilda (inédita todavía) y Oculto sendero, rescatada de forma póstuma. En ambas, representa una zona del deseo o el erotismo nada o poco frecuentada en la literatura de la época. Su vida y su obra evocan, en muchos aspectos, a la gran Colette, la autora francesa que escribió Claudine en la escuela, Claudine en París, Claudine casada. Con la derrota de la república comenzaron los avatares de Fortún con la censura que la llevará, como a muchas de las mujeres de este libro, al exilio y a un paulatino olvido.

 

Elena Fortún

 

De la Fuente introduce un apartado de gran interés, “Artistas atrapadas por la revolución española”, para hablarnos de tres extranjeras que estuvieron muy vinculadas a España. Todas excelsas fotógrafas: la francesa Dora Maar, la alemana Gerda Taro y la italiana Tina Modotti.

Dora Maar (1907-1997) fue un ser fascinante y enigmático, unida durante unos ocho años a Pablo Picasso. Está presente con sus ojos de mirada penetrante en el famoso Guernica. Gracias a Dora se conservan fotografías de los bocetos y del proceso creativo de esta obra del artista español. Dora también aparece en varias pinturas de Picasso como “La mujer que llora”. Fue, sin duda, de todas sus parejas, la más innovadora e inteligente. Quizá por eso, a los 40 años -vivió hasta los 90- se apartó del mundillo artístico, que tanto había frecuentado, con una actitud de posible hartazgo. Pasó de ser una joven sumamente liberada al retiro casi absoluto y dio un vuelco imprevisible hacia el catolicismo. Es famosa aquella frase que, tal vez con un dejo de sarcasmo, dijo: “después de Picasso, sólo Dios”.

Gerda Taro (1910-1937) -alemana y refugiada judía, periodista gráfica de guerra, pareja del fotógrafo Robert Capa-, fue la primera mujer que cubrió un frente de guerra y también la primera en fallecer en tales circunstancias. Su enorme vitalidad se apagó para siempre un 26 de julio de 1937, el día que, tras un accidente durante el repliegue del ejército republicano español, y ante los bombardeos del enemigo, cayó al suelo y fue aplastada por un tanque antes de cumplir los 27 años.

Tina Modotti (1896-1942) -Tinísima, como la llamó Elena Poniatowska-, de origen italiano, vivió muchos años en México y, pese a tantos viajes y estancias en otros países, volvió a la ciudad azteca para morir allí a los 45. Otra vida corta, pero poblada de acontecimientos gratos y otro francamente tremendos. Fue respetada y admirada por Diego Rivera y Frida Kalo y los muralistas Siqueiros y Orozco, entre otros importantes artistas. Pero su rumbo comenzó a cambiar con la militancia en el Partido Comunista. A raíz de algunos hechos, fue expulsada de México y recaló en Moscú, donde se le asignaron misiones de ayuda a refugiados políticos, lo que la trajo a España en 1934. Durante la guerra civil española se alistó en el Quinto Regimiento y trabajó en el Socorro Rojo con el nombre de María.

 

Tina Modotti

 

Como se puede apreciar, las mujeres de este libro son grandes transgresoras que pagaron con sus vidas o con largos destierros la osadía de saltarse la norma. Pero fueron quienes despertaron en otras una conciencia de género que permitió ir conquistando terrenos insospechados que alcanzaron a recorrer aquellas que llegaron después, que están más cerca de nosotros y frescas en nuestro recuerdo: las escritoras Carmen Laforet (1921-2004), Montserrat Roig (1946-1991), Soledad Puértolas (1947), la cineasta Pilar Miró (1940-1997), las políticas Carmen Díez de Rivera (1942-1999) y la luminosa Carmen Alborch (1947-2018) que completan este libro tan necesario. Biografías que encierran una información documental condensada con habilidad y escritas de una forma ágil y amena, que nos atrapan desde la primera hasta la última página.

En un trabajo fundacional, “La nueva biografía”, Virginia Woolf señalaba que el biógrafo había dejado de ser un mero cronista para convertirse en artista. Es la sensación que tenemos al acabar de leer el libro de Inmaculada De la Fuente. Contiene, según indicaba Woolf, “la realidad de la verdad”, porque se acerca a las personalidades biografiadas “sin complejos”, sin “esquema rígido” o “modelo de valor o moralidad”. Es decir, utiliza en sus descripciones “las sugerencias y el efecto dramático del novelista para exponer la vida privada”, pero sin llegar a límites extremos. En todo momento, procura mantener el fino equilibrio entre “la libertad de la ficción y la sustancia de la realidad”. Conciliar ambos mundos implica una reescritura de dos vías, la de los datos compulsados más la que de ellos se hace con el arte de la ficción. De ahí, el gusto y el interés que nos suscita su propuesta.

 

Inmaculada de la Fuente

 

Inmaculada de la Fuente es escritora y periodista. Estudió Historia Moderna y Contemporánea y Periodismo y ha estado vinculada profesionalmente a El País desde 1977 hasta 2012. En 1985 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en la modalidad de Reportajes y Artículos literarios. En los últimos años se ha especializado en ensayos biográficos de mujeres de la generación de la Segunda República y la posguerra.

 Inspiración y talento. Dieciséis mujeres del siglo XX. Punto de Vista Editores. Madrid, 2020.

 

 

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