Cuando un libro llega a las librerías, el autor se puede preguntar si ha valido la pena escribirlo y si no sería mejor haber empleado el tiempo en otros fines, como un viaje soñado a una playa desconocida (suponiendo que todavía existan) o incluso cosas más prosaicas. Mientras llega la respuesta, el libro sigue a la espera de un lector o lectora que lo despierte de su sueño en un estante repleto de libros como la bella durmiente de nuestros cuentos de infancia. 

 

 

Pero esta novela, como cualquier otra, escrita con esfuerzo porque en cierto modo para escribir hay que hacerlo a veces incluso en contra de uno mismo, espera que ese lector o lectora la despierte de su letargo, que por algo se titula “los durmientes”, y lea la historia de unos personajes a través de diferentes intrigas y vicisitudes históricas que van desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Unos personajes que representan vidas más o menos reales porque la ficción se construye con una variada amalgama con el objetivo de lograr dar verosimilitud a lo que el autor desea contar.
Casi siempre la primera pregunta que le hacen a un autor es de qué trata la novela que ha escrito. Una respuesta complicada porque se puede responder desde varios lados, pero si hubiera de resumirlo en un par de palabras diría que esta novela cuenta la historia de una lealtad particular. Entre las tres deficiones que la Real Academia Española ofrece sobre esta palabra se encuentra la de “amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo” lo cual nos está diciendo algo importante.
Tal vez una razón se encuentre en que la lealtad es la otra cara de la moneda de la traición y todos sabemos que las traiciones menudean mas que las lealtades en la vida pública y privada. Tanto una como otra pueden deberse a razones profundas y diversas, desde el amor, el odio, el interés, la amistad o cualquier otro motivo.
Como escribió un gran escritor, Elías Canetti, y he puesto en la dedicatoria de esta novela, en la vida de cualquier hombre o mujer resuenan miles de ecos y ninguno acaba siendo una voz de verdad. Por eso, afirma Canetti, “es muchisímo lo que dormita en cada hombre, pero no es lícito despertarlo en vano”.
Pero al igual que en el cuento de la bella durmiente, yo creo que ha llegado la hora de que el lector o la lectora se acerque a los estantes de las librerías para despertar a “Los durmientes”. Porque no hay mayor fundamento que preguntarse qué hubiéramos hecho nosotros en una situación parecida a la que viven los dos protagonistas que describe esta novela, y descubrir nuevas preguntas sobre la lealtad.