Juan Ángel Juristo combina lo imaginado durante la infancia, lo vivido en sus viajes, y lo descrito por los autores que hicieron de la ciudad una capital literaria.
Entre las muchas maneras de contar una ciudad que le fascina, Juan Ángel Juristo ha elegido en “Mi Londres sentimental” hacerlo a través de lo imaginado durante la infancia, lo vivido en sus viajes y lo descrita por los distintos “bardos” que hicieron de la capital británica un género literario en sí mismo, empezando por el Diario del año de la peste de Daniel Defoe (1772). Un planteamiento que proporciona una visión amplia y particular de una ciudad que resulta inabarcable.
Juristo, escritor y crítico literario en ABC y Cultura/s, comienza a recrear Inglaterra cuando era un niño porque, de algún modo, todo empieza y acaba en la infancia. Los primeros objetos y libros que hablaban de aquel país y ciudad despiertan su interés, desde la “La isla del tesoro” de Robert Louis Stevenson a otros descubrimientos y lecturas.
Él hará su primer viaje a Londres en la Navidad de 1984 acompañado de su “dama”, y que coincidirá con la huelga minera que duró dos años y que pretendía acabar con el Gobierno de Margaret Thatcher, pero se saldó con la derrota de los mineros. Hay un antes y un después de ese momento que nos cuenta de una forma amena, con saltos entre el pasado y el presente, consciente de haber vivido un Londres que ya no existe, porque la urbe cambia a velocidad de vértigo.
Repasamos los años sesenta, setenta y ochenta, que tanta influencia tuvieron en modas y modos, sobre todo en lo musical, aunque la ciudad siempre mantiene ese aire de contrastes y tendencia al aislamiento por su condición isleña. Si Londres se define por su falta de definición, Juristo lo ordena a través de lo leído y encontrado.

Juan Ángel Juristo
En su libro nos recrea un Londres alusivo, irregular, pero fascinante porque nos descubre lugares donde siempre puede encontrarse algo de interés, bien sea un trozo de historia o un recuerdo del pasado que le retrotrae al presente o un lugar que no podemos perdernos.
Entre los bardos, no podían faltar los escritores españoles que aquí vivieron desde el siglo XVIII hasta Luis Cernuda o Arturo Barea. Pero son los británicos, en especial Laurence Sterne, James Boswell y Oscar Wilde, quienes sobresalen. Juristo estuvo fascinado con Samuel Johnson antes de leerlo. La culpa la tuvo un escocés, James Boswell, el inventor de lo que hoy conocemos como la biografía moderna, y que publicó en 1791 La vida del Dr. Samuel Johnson. Oscar Wilde es la otra admiración, en este caso por motivos propios y que, como nos recuerda, dio en el clavo cuando dijo que Inglaterra sólo producía tres cosas buenas: el té, el whisky y sus libros. Pero resulta que el té es chino, el whisky escocés y Wilde era irlandés.
Tampoco se olvida de Virginia Woolf o Dickens, cuya casa visita uno de esos días grises a los que suceden mañanas luminosas que invitan a ir de compras. Como dice Juristo, Londres es una de las ciudades más comerciales del mundo. Gris o soleado, escribe también de unos habitantes acostumbrados a vivir en condiciones de gran dureza, aunque el humo de las chimeneas de las fábricas ya no oscurece el horizonte.
En estas páginas se nos ofrece una ciudad que parece un parque de atracciones, en el que nos subimos a pasarelas históricas y deslizamos por toboganes literarios que conducen a otros libros. La ciudad soñada y cambiante, recreada al margen de los británicos, surge ante nuestros ojos. Entonces nos recuerda a Baudelaire en El Cisne: «La forma de una ciudad cambia más deprisa, ay, que el corazón del mortal”. Por eso, concluye, Londres se parece tanto a una representación de la vida misma.
(Reseña aparecida en el suplemento de La Vanguardia, Cultura/s el 20 de mayo de 2023)