La roca de Cashel. © listofimages

“En busca de la Isla esmeralda” (Fórcola) es un viaje de obligado recorrido a través de su lectura tanto para quienes conocen Irlanda como no. Porque gracias a su autor, Antonio Rivero Taravillo, nos va guiando con su diccionario sentimental de la cultura irlandesa a conocer con detalle esta isla adentrándose en los pueblos, idiosincrasia, experiencias, política, literatura, música y el sabor de lo que se siente tomando un whisky con humor y cordialidad. Pero esto no es todo ya que este libro puede servir de ensayo, guía de viajes, libro de Historia o enciclopedia de una isla que merece la pena conocer mejor. Pero dejemos que sea al autor el que hable sobre lo que ha escrito.

 

¿Por qué eliges Irlanda como escenario de tu libro?

Por una arraigada devoción de décadas. Se trata de mi país favorito vocacional (¡y vacacional!). El libro surge como la consecuencia natural de ese amor, que es también conocimiento. No es un libro que hubiera podido hacer sobre ningún otro país. No podía ser un encargo.

¿Qué es lo que más te gusta de la cultura irlandesa?

Su cordialidad. De la música a la literatura es profundamente humana, con todos los defectos y virtudes que esto entraña. Y sirve de contrapunto al materialismo de la sociedad globalizada. Todavía y creo que aun por algún tiempo.

¿En qué te identificas más con la personalidad de los irlandeses?

He llegado a creer que emito y recibo en su misma longitud de onda, por utilizar un símil radiofónico. Y en esta emisora virtual suenan siempre las baladas y melodías más melancólicas junto a los más animados pasos de baile. Por cierto, que «baile» significa en irlandés «ciudad» o «pueblo». Sintonizo con el sentido del humor de los irlandeses, con su gusto por las historias bien narradas, por la supremacía de la poesía.

Antonio Rivero Taravillo

 

¿Has vivido la experiencia de poner a prueba tu paciencia por esperar a que pase un vaca en la carretera irlandesa?

«That’s correct», como le diría a un policía, un «garda» después de haber llegado, muy lentamente, a su aldea, aparcar junto a una taberna y tomarme unas pintas con él tras salir de servicio. He conducido por esas carreteras que piden un ritmo sosegado, ese oro que se nos ha robado para nuestra ruina. Recuerdo mi coche matrícula de Roscommon. Y la gloriosa sensación de soledad, que no es, claro, de soledad, sino de sentirse parte integral de un todo.

¿Qué similitud encuentras entre España e Irlanda? ¿Podrían ser primas hermanas?

Son incontables los parentescos de sangre (la espectral de la imaginación o la más prosaicamente roja). Se recuentan en el libro, y van desde antiguas invasiones a alianzas militares o el pasado del presidente Éamon de Valera. Hay por ello una simpatía natural entre irlandeses y españoles, no solo por lo que parecía único eslabón hasta hace pocas décadas: el catolicismo. El más Atlántico de los países europeos es, paradójicamente, muy mediterráneo en el talante. Eso se explica porque además de la prolongada colonización anglosajona ha conservado numerosos elementos célticos que convierten Irlanda en un museo vivo de tradiciones olvidadas o, más que eso, latentes, que tienen equivalente en otras indoeuropeas o incluso anteriores.

¿Por qué elegiste la película del hombre tranquilo de Jonh Ford?

Perdón, pero la pregunta no está del todo bien planteada: fue ella la que me eligió a mí, naturalmente. Los propios irlandeses no la tienen por una gran película, acaso porque ven, seguramente con razón, que Ford inventa, idealiza, mitifica. Pero eso es precisamente lo que siempre ha hecho cualquier irlandés. Ford era de ascendencia irlandesa pero vivió en los Estados Unidos. Fue, por así decir, el presidente Kennedy (otro descendiente de irlandeses) del cine: épica y emoción. En el diccionario repaso el resto de la filmografía fordiana, que tiene varias incursiones memorables más en la isla.

 

 

Dublín de noche. © whatboundariestravel

 

¿De todas las entradas del diccionario que expones en tu libro, si tuvieras que elegir una como la más significativa para tí, ¿cuál sería? ¿Por qué?

 Creo que esta es la séptima pregunta, y se me ocurre que cada día de la semana, o aún del año, daría una respuesta distinta, tan rica en estímulos es Irlanda. Hoy contesto que la dedicada a Flann O’Brien, un escritor formidable que he traducido tanto del inglés como del irlandés y que llegó a divertir a un James José que, cegato, ya apenas podía leer. No me parece un logro desdeñable.

¿Crees que es comparable el IRA con ETA?

Es algo que ha intentado la ETA, para arrimarse a cierta legitimidad. Pero no, no tienen nada que ver: el IRA ha cometido muchos crímenes pero se ha visto enfrente de organizaciones terroristas protestantes, o unionistas, que no han causado menos muertes. El IRA fue originalmente un ejército de guerrillas; la ETA, una banda criminal. Por otra parte, Irlanda fue un país colonizado; Vascongadas, una parte más de España, y en cierto sentido una España hipertrofiada. Me pregunto, hasta la irrupción de las fotos en color, qué pensarían los nacionalistas irlandeses de la bandera vasca, un calco que Sabino Arana hizo de la Union Jack, la bandera británica.

Para quienes nunca han ido a Irlanda qué parte de Irlanda le recomendarías.

Tras un par de días en Dublín, ciudad de gran efervescencia cultural y de muy animados pubs, un salto al oeste. Todo el litoral occidental es maravilloso, desde las accidentadas costas de Kerry hasta Donegal. Los acantilados de Moher, Connemara, los lagos y montes de Sligo… La Irlanda rural es maravillosa. Y si se conoce algo de sus tradiciones y de su literatura, que se filtran en el paisaje, y viceversa, mejor que mejor.