Con el primer estornudo pensamos que somos un enfermo único. Nuestros síntomas, transferibles para confirmar los males, nos conducen a una isla. Así lo sentía, en otro orden, Natalia Ginzburg, que cuenta en un breve texto titulado Mi psicoanálisis cómo le enfadaba la falta de sorpresa de su terapeuta: «Todas las cosas que le contaba de mí, las sabía desde hacía mucho tiempo, porque otros las habían sufrido y pensado. Esto me irritaba, pero a la vez me producía un enorme alivio». También a ello, aunque con menos inocencia, se ha enfrentado Olivia Sudjic (Londres, 1988), y su réplica en forma de libro es el ensayo Expuesta (Alpha Decay, 2019).
Es todavía alivio lo que puede sentir, al leerlo, quien habite coordenadas –también alegóricas– parecidas a las de la autora, y el libro se convierte así en un intermediario para la comprensión del trastorno de la ansiedad y una denuncia final desde el feminismo. Alejada de la terapia, Sudjic reconoce en una entrevista que la escritura de Expuesta no ha sido «una catarsis, sino una toma de conciencia de la realidad» y de ella misma. Y defiende, como Anne Sexton, que en la escritura la exposición de la vida personal puede ser, sencillamente, una técnica.
Sin haberse planteado la idea de carrera literaria, la autora británica de origen yugoslavo escribió y publicó Una vida que no es mía (Destino, 2019), una primera novela con excelente respuesta por parte de los lectores. El éxito hizo crecer en ella la necesidad de estar recluida tras la enorme exposición de los meses de promoción. Fue así como llegó a Bruselas para seguir escribiendo un segundo proyecto, pero el aislamiento de sus síntomas llevó a Sudjic a vivir un círculo vicioso que, en sus palabras, «se convirtió en otro pozo», y que frenó la escritura de aquel proyecto de novela, actualmente retomado, empujándola hacia este Expuesta. La capital belga se hace presente a través de la mímesis de Sudjic con los espacios angustiados, ansiosos y sobreexpuestos que habita, habitamos, con normalidad.
Como anuncia el subtítulo, se trata de Un ensayo sobre la epidemia de la ansiedad. Y ella misma reflexiona y replantea desde el principio la idea del género: «La forma de un ensayo –que espera tamizar y esclarecer– no concuerda con esa clase de sobreestimulación». Se refiere a la que produce la ansiedad, que trata de analizar en estas páginas desde una perspectiva poco transitada en los ensayos más canónicos pero ya bastante habitual: una primera persona cuya voz no se oculta sino que se engrandece. Por eso, entre otras razones, quizá se acerca más a una transacción narrativa, e incluso a la idea de novela si entendemos por esta la de la transformación de un personaje. Al llegar al final, la ensayista-narradora no es la misma. Sudjic declara que cuando decidió «tratar de escribir ficción, estaba buscando permiso para pasar de la voz impersonal de mis ensayos universitarios a una perspectiva más personal», y en Expuesta vuelve al género con propuestas formales renovadas, confiando en su propia voz como vehículo de los conocimientos.
En este sentido, son muchas las escritoras que comparecen en Expuesta. Sudjic las llama “talismanes” y vuelve a ellas como a un lugar seguro; por padecer (o haber padecido) lo mismo, la ayudan a atenuar los síntomas. «Cuanto más leo a las mujeres que admiro (…), más pienso en la ansiedad como una fuerza dual que parece esencial no solo para vivir, sino también para la creatividad», dice. Y son, entre otras, Olivia Laing, Selima Hill, Zadie Smith, Susan Sontag, Deborah Levy, Rachel Cusk… y Elena Ferrante. El concepto de frantumaglia de esta última, un particular y abarcador tipo de angustia, cobra centralidad a medida que avanza el texto.
La clave, en todo caso, está en la relación entre la ansiedad y la creación literaria –de ahí, en parte, la presencia continua del síndrome de la impostora, que Sudjic reconoce padecer intermitentemente: «El desprendimiento de lo que me rodea (“despersonalización”) puede ser una señal de que mi escritura está yendo bien o de que una crisis aguda de ansiedad lleva tanto tiempo subyacente que he llegado a pensar que es normal». Quien lo probó lo sabe. Natalia Ginzburg, con la que comenzábamos, también se planteaba si la cicatrización de ese malestar malograría su escritura. Para Olivia Sudjic, con toda dureza, la ansiedad se convierte en una forma de vida que analiza y conoce –y que los políticos explotan a través del miedo–. Una forma de hacer de la necesidad virtud artística.
http://www.alphadecay.org/libro/expuesta/