-Querida, escucha lo que estoy leyendo.
-No seas pesado, que estoy viendo La casa de papel.
-Te va a gustar.
-Vale, lo pongo en pausa, pero date prisa.
-“Pensándolo bien, pese a las conveniencias y las piedades aprendidas, es muy ridículo amar a su país como se ama a una persona o a Dios. Nadie negará que hay franceses en alguna parte en Europa (como, entre otros, ingleses y portugueses), es un hecho; pero pretender que exista algo como la nación francesa, británica o lusitana, es una lucubración. ¿Os habéis encontrado con Bélgica o Italia? ¿Qué os autoriza a tratar una suma indefinida de individuos diferentes como a una joven o a un héroe de novela? Concederle los caracteres de una persona a una porción de tierra emergida es señal evidente de trastorno mental.
-Sigue, me interesa.
-“Los historiadores que han descrito cómo en los siglos pasados el amor a la patria ha sustituido en las mentes sencillas el amor a Dios no saben qué decir. El francesito-que-ama-a-Francia, como el inglesito-que-ama-a-Inglaterra, etcétera, se siente tan desamparado -cuando se le pregunta si es realmente razonable- como el creyente en Dios forzado a explicarse delante de los no creyentes (los cuales, mayoritarios, no se cortan para burlarse de él). Dios, que es todo para el cristiano, no es nada en sí para los descreídos. La fortuna ambigua de las patrias es que están todas en la cabeza. (Si al menos los alucinados pudieran hacer frente común contra lo tangible, organizar un reagrupamiento preventivo de todas las minorías ridículas, donde las más antiguas instruirían a las más jóvenes sobre los modos de superar la adversidad…”
-Genial, de quién es.
-Régis Debray.
-¿Cómo se titula el libro?
-Alabados sean nuestros señores.
-Le va que ni al pelo.
Jules Régis Debray (París, 1940) es un filósofo y escritor francés. Fue amigo de Fidel Castro y Ernesto Guevara. Detenido en Bolivia días antes que lo fuese el Che se libró de ser fusilado y pasó tres años encarcelado. Tras abandonar el marxismo, fue miembro del Partido Socialista francés, del que se alejó tras diferencias ideológicas con el expresidente Francois Mitterrand, abandonando la política.