En esta novela el lector puede sentirse un oyente de lo que los personajes están contando y que, a su vez, es la trama de una historia apasionante. Para lograrlo, aparte lo que hablan los cuatro narradores, hace falta una maestría literaria que mantenga nuestra atención a lo largo de las páginas, no sólo por lo que se dice, sino por cómo y quién lo dice. Esto ocurre en “El misterio de la posada Serny”, de Marco Fabio Apolloni, bien traducida por Francisco Campillo García y publicada por A. Machado Libros.

Podemos imaginarnos estar sentados detrás de los que hablan sin que nos vean para no distraerles y escuchar lo que dicen. A veces tenemos ganas de intervenir, no tanto para matizar o polemizar, sino para preguntar algo que no hemos entendido bien o un personaje del que nos interesa saber más, pero bastan pocos minutos para que nuestras dudas se disipen. En caso contrario, siempre está internet para ayudarnos en la tarea.

Lo que para el lector-oyente es historia pasada, para cada narrador es su presente. Pero como hablan de una forma natural, no impostada y sin abusar de saberlo todo, nos ayuda a sentirnos entre amigos de ahora mismo.

Temporalmente nos encontramos en una sala de estar de la posada Serny de la plaza de España, en la Roma de 1839, una de las mejores de aquel tiempo. Sólo hay otro hotel, el de Rusia, de un excombatiente de la campaña napoleónica. En la esquina del callejón donde se levanta la posada hay dibujado un Cristo milagroso, según la fe popular.

 

Marco Fabio Apolloni en la tienda de antigüedades de via Margutta, a Roma, con el “Monumento allo Zuavo Augustin Du Clésieux” di Victor-Edmond Leharivel Durocher.

 

Los que hablan son un mago, que es carbonario y espía, y pretende vender unos papeles a otro interlocutor, un cónsul francés. También tenemos un joven escritor ruso, una cantante que coquetea con el cónsul francés y un mago, además de la presencia del dueño de la posada. A primera vista, se trata de un encuentro casual. Luego veremos que no es así.  

Hablan, se interrumpen, mientras las historias que cuentan, como las vías próximas a una estación de tren, se dividen para volver a juntarse cuando parece imposible gracias a conocidos y asuntos comunes.  ¿De qué se habla? De todo un poco, incluidos cotilleos de la actualidad y que, como todo presente, cambia en la forma, pero no en el fondo: la condición humana es siempre la misma.

Nos encontramos en la Roma de la restauración y las conspiraciones carbonaras. Podemos sorprendernos, pero nunca aburrirnos que es lo que sucede cuando la gente habla mucho y termina repitiéndose.  En cambio, en esta novela parece como si el narrador de turno te agarrase de los hombros para que no puedas levantarte de la silla, salvo cuando asisten a alguna fiesta fuera de la posada.

 

Giacomo Brogi (1822-1881), Roma, iglesia de Trinità dei Monti

 

Tal vez todo se entienda mejor si descubrimos, hacia el final, que el cónsul francés es Henry Beyle, que firma como Stendhal, un escritor entonces poco conocido. El joven ruso resulta ser Nikolái Gogol. En cambio, muchas páginas antes sabemos que el mago es el ilusionista Bartolomeo Bosco y la cantante la mezzosoprano Giuditta Grisi. Personajes reales que vivieron en la Roma de aquel tiempo.

La actualidad la domina la elección del nuevo Papa, lo que conlleva el habitual despliegue de maniobras y luchas de poder, cardenales incluidos, como los Barberini y su deliciosa historia, y banqueros, aunque también tenemos a masones y carbonarios. En la ciudad no pueden faltar los hombres y mujeres que presumen de una falsa santidad. La imaginería popular arrastra fieles, sin olvidarnos de la mala vida, los placeres de la carne o el mundo de la ópera con sus empresarios, cantantes y rivalidades.

En este tiovivo, donde no falta el humor, damos vueltas alrededor de una cierta Roma en lo que poco a poco se descubre como un thriller con un final inimaginable en el que no falta el espionaje, el amor, las conspiraciones y las maniobras financieras.

 

Ippolito Caffi. Roma. La fiesta de los mocoletti. 1837

 

Para escribir esta novela que fue finalista del premio Strega (el más importante de Italia) hay que saber mucho de Roma, no solo de su historia o la vida de su gente, sino también del arte, los visitantes ilustres que tuvo, como Stendhal, Gogol, y muchas otras cosas. Se nota que Marco Fabio conoce al dedillo como discurrió el siglo XIX en la ciudad eterna.

No por nada, Marco Fabio Apolloni es un romano con denominación de origen que ejerció el periodismo y la crítica de arte de la mano de Indro Montanelli, y pasó por varios medios de comunicación, tras  estudiar Historia del Arte y, después, en el Courtauld Institute de Londres. Actualmente dirige alguna galería de arte junto a Monica Cardarelli, y el negocio familiar de antigüedades en Vía Margutta.

Marco Fabio es el alter ego del ilusionista Bosco que sabe sin que nos demos cuenta hacernos creer que somos un oyente más de lo que hablan los cuatro personajes principales de esta novela, con un ligero punto de saludable cinismo y un amargo juicio sobre los italianos.

Si el universo está lleno de coincidencias y el ser humano se sorprende de las pocas cosas que es capaz de entender y las toma por milagros, como se dice en esta novela, no se puede negar que El misterio de la posada Serny es uno de estos prodigios. Los conocedores del italiano pueden acompañarlo, a modo de aperitivo, de un pequeño libro de sonetos Er puttaniere arcadico (Ponti alle Grazie, 2006), en dialecto romano y del mismo autor. Nada como empezar a comer una buena tapa antes de hacerlo todavía mejor de la mano de este chef literario.

 

 

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