Foto: Juan Chicoy Arreceigor (1915). Conservación y digitalización: Ricardo Sanz Cortiella.
“Viejas fotografías. Nunca parecen tan deformes y ridículas, tan rematadamente feas cuando son nuevas. Si no, no las conservaríamos; es más, nadie permitiría que lo fotografiasen. El naturalismo crudo y ramplón del aparato arranca un mínimo fragmento de vida de una biografía con infinitas trayectorias, una línea abierta en cuyo extremo se insinúa el futuro. El objetivo no quiere saber nada de todo esto. Su obturador es ajeno a lo biográfico, al retrato: detiene la vida. Fotografiar a alguien significa tanto como matarlo de un disparo, aunque se haga de una forma más refinada. Da igual que se trate de una fotografía con voluntad “artística” o de una simple foto de carné”. Esta extensa cita tomada de libro Los demonios. Según la crónica del jefe de sección Geyrenhoff de Heimitio von Doderer (Acantilado, Barcelona, 2009) podría haberla suscrito sin duda el escritor más representativo de la vanguardia literaria en España del primer tercio del siglo XX, Ramón Gómez de la Serna.
La traigo a colación a propósito de la recientísima publicación por Casimirio Libros del volumen Ramón Gómez de la Serna. El desahucio a la vista. Escritos sobre fotografía (1908-1954). Introducción y edición de Humberto Huergo Cardoso. Un somero repaso a la estructura de este ambicioso libro nos pone sobre aviso de la importancia del tema: lo escrito por Ramón Gómez de la Serna a propósito de la fotografía, aspecto que ha pasado incomprensiblemente desapercibido, como señala Huergo Cardoso, por algunos historiadores de la fotografía en España. Y esa importancia se pone de manifiesto tras la lectura del extenso y rizomático ensayo introductorio a cargo de Humberto Huergo Cardoso, catedrático de Filosofía y Letras en el Carleton College (Estados Unidos), en el que aborda múltiples estratos y aspectos que nos impulsan y obligan a apreciar con provechoso detenimiento las interesantísimas proposiciones, reflexiones o sugerencias que constituyen -podríamos decirlo casi metafóricamente- un “Tractatus”, eso sí, asistemático y heterogéneo, de lo que fue escribiendo Ramón a lo largo de su vida sobre ese género artístico y documental que es la fotografía hasta constituir, no cabe duda, una singular poética, como ocurre, por otra parte, con tantos otros aspectos de su obra.
Labor muy meritoria, por tanto, la llevada a cabo por Huergo Cardoso, porque ha sabido explorar y desbrozar, con paciencia y minuciosidad, esa selva selvaggia que son los escritos ramonianos. Pero su labor no se queda ahí, y es de agradecer que en el presente volumen ponga a disposición del lector, ramoniano o no, una amplia antología de escritos de Ramón, convenientemente referenciados, sobre este apasionante medio visual, de manera que, por el precio de uno, acopiamos, con el presente volumen, dos libros: el minucioso ensayo interpretativo de Humberto Huergo Cardoso que, permítaseme la imagen, hay que leer con escuadra y cartabón, y el hipertexto de Ramón sobre el tema que, como casi en todo lo concerniente a él, se encuentra desperdigado, aquí y allá, en escritos de muy diversa índole.
Otro mérito del editor científico del libro y, por supuesto, del editor comercial, Casimiro Libros, es el haber incluido un amplio inventario de fotografías de autores diversos que Humberto Huergo relaciona con lo escrito y publicado por Gómez de la Serna en este ámbito. Y a todo ello hay que añadir el manejo preciso de una extensa bibliografía que contextualiza y relaciona cada uno de los fragmentos y textos seleccionados de Ramón con otros autores y revistas, coetáneos o posteriores a nuestro escritor, no solo, además, en el espacio de las vanguardias del primer tercio del siglo XX sino también en la onda expansiva posterior sobre el ensayo teórico sobre la fotografía.
El desahucio a la vista… se compone, como ya hemos dicho, de una extensa introducción dividida en ocho epígrafes; de una selección de escritos sobre fotografía del propio Ramón Gómez de la Serna entre las fechas indicadas y una Nota a la edición. Los textos seleccionados los ha clasificado Humberto Huergo en dos grupos: a) fragmentos sueltos y escritos más extensos, procedentes de esa variada gama de géneros que Gómez de la Serna cultivó a lo largo de su vida: artículos de prensa, ensayos, greguerías, cuentos, novelas y memorias, y b) textos más amplios que abarcan desde 1911 a 1947. Todo este material textual ramoniano -antología ya, sin duda, de referencia- se despliega en el libro en veintitrés apartados en correspondencia, la mayoría de ellos, con los títulos que puso Ramón a sus textos. Como pórtico a esta exhaustiva antología ramoniana sobre la fotografía se añade una nota a “Esta Edición” en la que Humberto Huergo Cardoso plantea con toda claridad la tesis de su estudio: “La idea es demostrar -escribe Huergo Cardoso- que las ideas de Gómez de la Serna son menos caprichosas de lo que pueden parecer al principio y aunque el autor nunca desarrolló una teoría sobre la fotografía propiamente hablando […] es extraordinariamente coherente […] Cualquiera que sepa hilarlos se percatará de que componen un solo pensamiento en torno a la negatividad de la imagen fotográfica”.
Hilar con infinita paciencia y abrumador manejo de fuentes bibliográficas es lo que ha llevado a cabo Huergo Cardoso. Veamos algunos aspectos. En el epígrafe 1 de la Introducción, “El teorizador humorístico”, aborda la naturaleza de los escritos de Ramón sobre la fotografía. La tesis central defendida por él es que ningún escritor de vanguardia, ensayista o fotógrafo de la vanguardia fotográfica del primer tercio del siglo XX se “planteó jamás nada parecido a esto: “una reflexión de la negatividad fotográfica […] de la fotografía entendida como un ´menos´ en el límite último de la figuración”. Huergo Cardoso resalta también aquí el “carácter insólito, fragmentario y asistemático” de Ramón en este campo, extensible a tantos y tantos otros de su obra. O dicho de otro modo, lo primordial es la heterogeneidad en la que se movía nuestro escritor. Sumamente interesante es el desbroce de relaciones que lleva a cabo entre los escritos de Ramón y las revistas de vanguardia Der Querschnitt (1921-1936), Variétes (1928-1930) y Bifur (1929-1931) en las que Ramón colaboró entre los años 1925 y 1931. De enorme interés son los datos, muy precisos, y las exactas relaciones que maneja sobre la recepción en España de estas revistas en las que la fotografía ocupó un lugar prevalente. Lo eutrapélico de la imagen -habría que recordar cómo se abre la Breve historia de la imagen de Michel Melot: “¿Cómo esta sola palabra, imagen, puede contener tantas maravillas?”-, la heterogeneidad y la mezcla de las cosas, el daguerrotipo, el maquinismo, el enfoque angular de la realidad, el surrealismo “pesadillesco”, los fotógrafos ambulantes o minuteros, son otros tantos temas a los que Humberto Huergo dedica su atención en este y sucesivos epígrafes, para concluir que a Ramón más que la fotografía de vanguardia -léase también “artística”- lo que le interesaba era “lo vanguardista de cualquier fotografía”, fuese ya cursi o anodina. La interconexión de citas y datos que nos ofrece aquí el autor le permiten concluir también que Ramón conocía la fotografía “mejor que muchos de sus compatriotas” -y, entre ellos, se citan relevantes artículos de, entre otros, Moreno Villa, Manuel Abril, Giménez Caballero o Sebastián Gasch.
En los epígrafes siguientes, del 2 al 5, se analiza la noción del “parecido” en múltiples niveles. Noción compleja esta que Humbergo Huergo disecciona a la manera de un psicoanalista lacaniano en diversos registros y con la apoyatura constante de citas del propio Ramón, metodología que emplea ciertamente a lo largo de casi todo el texto. Al comienzo del epígrafe ya nos indica que “la mayor preocupación de Gómez de la Serna con la fotografía gira en torno a la noción del parecido”. Quizá sea esta la parte más compleja de la introducción, cuya lectura requiere detenimiento y agudeza. No faltan alusiones a autores que escribieron con profusión y penetración sobre la naturaleza y objeto de la fotografía como Marc Orlan, amigo de Ramón. La noción, desdoblada, del parecido cercano y el parecido lejano, le lleva a Humberto Huergo, en el segundo de los casos, a plantear que la idea del “parecido lejano” formulada por Ramón es un claro antecedente del método paranoico-crítico de Salvador a Dalí, a quien Ramón dedicaría una elogiosa semblanza. Útil es recordar que Buñuel y Salvador Dalí pasaron por Pombo. O que, como ya he señalado en otro lugar (véase en este mismo blog “Las greguerías ilustradas de Ramón Gómez de la Serna, 10 de junio de 2018) una greguería de Ramón -publicada el 29 de junio de 1914 en La Tribuna, posteriormente “rectificada” en el libro Greguerías (1917)- pudo haber inspirado la célebre escena introductoria de la película Un perro andaluz, del tanden Buñuel-Dalí. En estos epígrafes también se habla de los retratos “grotescos” de verbena, de lo novelesco de la naturaleza de la fotografía, en donde se unen presente y pasado, del parecido entre imágenes dispares -muy interesantes aquí los ejemplos gráficos seleccionados y los comentarios sobre ellos-, del estampario ramoniano, de sus despachos -que hemos estudiado, entre otros, Juan Manuel Bonet, Ana Ávila / John McCulloch y yo mismo-, y que Humberto Huergo relaciona acertadamente con el grabado Melancolía de Durero, interpretación que viene a sumarse a las infinitas que permite ese universo de imágenes y objetos que fueron los sucesivos despachos ramonianos, expresión última de su afán por la imagen.
Dentro de ese “parecido lejano como desahucio infinito” son muy sugerentes los temas tratados: las figuras del polichinela, del criminal y del cadáver. Sugerentes también las consideraciones acerca de los retratos anónimos del Rastro -donde para mi gusto se halla una de las mejores glosas ramonianas sobre los anónimos retratos diseminados por los tenderetes que vienen a significar como la doble muerte y el definitivo olvido del sujeto- el paisaje de la ciudad -las postales- o lo arquitectónico como forma urbana. Muy radical, pero atractiva, es la afirmación que plantea Humberto Huergo sobre lo que él considera el núcleo esencial de la obra de Ramón: “la comunión con la muerte”. En el pozal de temas que trata Humberto Huergo hay una mención ramoniana a la radiografía: “la radiografía es el verdadero retrato”, el dermatoesqueleto. Ramón -no lo cita Humberto Huergo- escribió 13 de enero de 1920, en el periódico La Tribuna dentro de la serie Variaciones un artículo titulado “Mi retrato radiográfico” que comienza así: “Yo tenía gana[s] de tener una fotografía obtenida por medio de los rayos X, porque ¿qué cráneo tenía yo?”. Este artículo va ilustrado con una reproducción de una radiografía de una cabeza, de perfil, que lógicamente no es la suya, con la inscripción: “DR. MATEO MILANO” y en el Despacho de Ramón que monté en el Museo de Arte Contemporáneo Ramón tenía colgada de la pared una caja de rayos X.
Me interesa destacar también los párrafos dedicados a la ciudad y a la arquitectura, con ejemplos y datos curiosísimos como ese Concurso de fotografías de nubes organizado por el Observatorio de Madrid y el Servicio Meteorológico de Francia en 1923; lo que se dice en referencia a las afueras de Madrid, las fotografías de las guías urbanas, las postales, los vendedores ambulantes, la fotografía aérea, las medianerías, el paisaje del extrarradio, los cardos o la chiquillería de los barrios bajos que juega en los arrabales. Siempre me ha llamado la atención que siendo Ramón un “recolector” de ismos -como lo fue de imágenes- no dedicara unas páginas, un artículo o un simple comentario a la Escuela de Vallecas, siendo los cardos una planta que interesó a algunos de los pintores que formaron parte de ella, como su fundador Benjamín Palencia, o los seguidores Luis Castellanos o Carlos Pascual de Lara. Véase el cuadro La Tierra de este último.
También se habla de las fotografías de ferias y verbenas, de las de bodas o simplemente de los fotógrafos ambulantes y callejeros, a los que se rinde tributo aquí también con un dibujo de Ramón que ilustra la greguería siguiente: “El fotógrafo de jardín toma aspecto de toro bravo cuando se mete debajo del paño con el unicornio del objetivo. Un día sucederá que el matador de toros aproveche ese momento y se tire el lance de matarle a bastón”, publicada en Blanco y Negro, el 30 de octubre de 1932, que se reproduce en la cubierta y en el interior del libro. También el libro se abre con la reproducción de un dibujo de Ramón al que Huergo Cardoso ha dado el título, acertado, de “El ojo de la cámara” que ilustraba una de las páginas de la juvenil revista El Postal. Revista defensora de los derechos estudiantiles que confeccionaba Ramón para sus condiscípulos del colegio de los Escolapios de Madrid. He de subrayar aquí, reforzando la interpretación de Humberto Huergo, que varios de los dibujos realizados en esta revista por aquel joven Ramón de trece y catorce años tuvieron como inspiración postales o fotografías. Pondré un solo ejemplo: el del dibujo titulado “Garibaldi”, firmado: “DIBUJADO. RAMÓN G. SERNA”. Se trata de una figura que ocupa dos páginas, de pie, de un tal Garibaldi que no es el político italiano, sino un mendigo, alcohólico, madrileño. La figura dibujada por el joven Ramón coincide con la fotografía que ilustraría años después el artículo que dedicó a este conocido personaje en La Tribuna, “Variaciones. Garibaldi”, de 7 de enero de 1920. El sombrero que este personaje lleva en la fotografía es idéntico al que dibuja el joven Ramón, además del detalle de las medallas colgadas. Es muy probable que el joven Ramón se valiera de esta o de una fotografía semejante que recortaría y guardaría en su peculiar archivo de imágenes. Sobre la utilización de fotografías concretas, archivadas por Ramón como elemento desencadenante de determinados artículos se podrían poner varios ejemplos. También, y aunque me aparte del tema que estoy reseñando, encuentro otra fuente de inspiración en este dibujo del mendigo Garibaldi en algunas estampas o dibujos de Goya. Pero esta es otra historia.
Las líneas dedicadas a la fotografía y el crimen es otro de los epígrafes del estudio de Humberto Huergo: “El parecido lejano y el crimen”. Se pregunta el autor si Gómez de la Serna fue el primero de sus contemporáneos en vincular de manera tan estrecha la fotografía y el crimen. “Es -al subrayar el lado maléfico de la fotografía lo que la emparenta con el crimen- el lado más perturbador del pensamiento de Gómez de la Serna”, que pone en relación con el ya citado Mac Orlan y su teoría de lo fantástico social, el París de Atget -fotógrafo del que Ramón reprodujo algunas de sus fotografías callejeras, por ejemplo ilustrando su artículo “Cosas de París”, en La Tribuna de 12 de octubre de 1921-, o el filósofo Giorgio Agambem y su teoría de la fotografía como Juicio Final, “conceptos -escribe Huergo Cardoso- que el autor de Automoribundia -la autobiografía como autotanatografía- viene barajando prácticamente desde que saltó al ruedo literario”. Otra tesis a modo de resumen de lo dicho por Ramón sobre la fotografía: “todos los escritos sobre fotografía de Gómez de la Serna son una larga meditatio mortis”, en paralelo a lo que ya señalé en mi libro sobre los despachos ramoniamos, un trasunto de la vanitas barroca. O dicho con palabras de Humberto Huergo: el eje del pensamiento ramoniano es la moral de la muerte o su equivalente “lo real lacaniano”.
Con el epígrafe “El exceso de fotografiación” concluye este ensayo introductorio a los escritos de Ramón sobre fotografía. Aquí se repasa la modalidad del fotomatón -oportuno también el dato de la inauguración en Madrid del primer fotomatón el 30 de marzo de 1929-, el lado siniestro de la reproductibilidad mecánica -Walter Benjamin es uno de los autores más citados en el ensayo así como su teoría de la pérdida del aura de la obra artística en la era de la reproducción mecánica-, el exceso de archivación en nuestra época, que le llevan al autor de este rizomático ensayo a corroborar que “el futuro de la imagen corre peligro”. Quizá Ramón ya lo estaba indicando cuando advertía del exceso de fotografiación al glosar su estampario: “Yo admiro el arte de la fotografía y tengo empapeladas mis habitaciones del techo al zócalo por fotografías artísticas, pero no tengo más remedio que señalar la presencia en el mundo del presente de una plaga de fotógrafos […]”. Y corto intencionadamente la cita.
Agradezcamos a Humberto Huergo Cardoso y al editor Casimiro Libros (en cuyo catálogo hay algún ensayo más sobre Ramón Gómez de la Serna) el haber puesto en circulación este volumen que se convertirá, sin duda, en obligada referencia sobre Ramón y la fotografía.