En sus diarios “Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodistas (2006-2011)” Ignacio Peyró (Madrid, 1980) recoge sus vivencias en forma de anotaciones desde el 2006 hasta comienzos de 2012. Hablando en plata, desde los veinticinco años hasta cruzar la raya de los treinta, una edad en la que en estos tiempos de juventudes eternas incluso se busca un primer empleo mientras se vive bajo el manto protector de los padres. No es el caso de Peyró que cambió la empresa familiar por el periodismo, al que define como un “vicio”, y que complementa con su amor por los libros y la literatura.
Peyró se cuenta sin adornarse a sí mismo. El paisaje humano lo rellenan amistades, novias, infancia, viajes y familia que espolvorea con alguno confidencia de tono menor. Entonces cabe preguntarse por el interés de este diario en un mundo donde la intimidad se ha dejado para la hora del sueño y que tanto gusta de confesiones inconfesables (si queda alguna que no suene a déjà vú).
Pero aquí está el mérito y la gracia de estas páginas. Lo que escribe y afirma Peyró tiene interés y calidad literaria no sólo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Un estilo que aúna ligereza y profundidad con una prosa brillante que acierta en el blanco con ironía y frescura. Tampoco falta en el cóctel el punto de acidez de ciertos alcoholes que tanto gustan al autor de Comimos y bebimos. https://wp.me/p9fWSA-2rX
Mas que el notario del día a día, lo que convertiría a este libro en un dietario, Ignacio Peyró se asoma a la ventana del mundo con glotonería visual y curiosidad. Escribir un diario exige un punto de vista y un espacio de juego lo mismo que no hay fútbol sin portería porque la esencia de este deporte es el gol. El mundo de Peyró está construido con mimbres de nostalgia y una cierta misantropía que le viste con más años de los que tiene.
El campo de juego es un cierto hedonismo que siempre tiene a mano una dirección donde comer bien y beber mejor, o la geografía del Madrid central Retiro-Salamanca; el veraneo extremeño en la casa familiar que refuerza las esencias británicas por sus leves calores en dicha temporada, y no por último menos importante, el periodismo y los libros.
Peyró tiene un ojo pictórico que le permite observar y describir lo cotidiano con los colores de un impresionista francés de excursión. No aburre porque dice cosas interesantes y tampoco pesa porque no intenta convencer de nada salvo de la hermosura de un plato, un buen vino, o las bonitas piernas de mujer. Es consciente de que lo humano, su condición, siempre tiende hacia abajo salvo excepciones.

Ignacio Peyró
Entremedias del texto escribe aforismos, como aceitunas rellenas a la hora del aperitivo. Por ejemplo: “Hacerse mayores: que el viernes deje de ser el día de la ilusión para convertirse en el día del cansancio”.
De la mano de su vicio periodístico nos pasea por las redacciones de los medios que transitó, especialmente en La Gaceta del grupo Intereconomía, que puede explicar algunas cosas sobre la prensa en este país. Dentro del género de Primera plana hay páginas hilarantes, como las reuniones de previsiones informativas del periódico o, pongo por caso, un viaje a Galicia a la residencia del exbanquero Mario Conde con el dueño del grupo, Julio Ariza, entre otros personajes.
El actual director del Instituto Cervantes en Londres, un destino justo para el autor de un monumental diccionario sobre la cultura inglesa, Pompa y Circunstancia (Fórcola, 2014) https://wp.me/p9fWSA-vx se define modestamente conservador. Modestias aparte, Peyró conoce bien el medio ambiente político y cultural de la derecha en este país. En España, escribe, “solo puedes ser conservador una vez que has dejado claro que eres progre. No me explico, pero me entiendo (ahora que caigo, este podría ser el lema de mi vida)”.
En la política, afirma, cada vez hay hombres menos interesantes. Leyendo el sottobosco por el que se mueve no podemos negarle que tiene razón, aparte de leer con gusto retratos impagables de políticos como el de el antiguo ministro y dirigente del Partido Popular, Francisco Álvarez Cascos.
Con los años dejó atrás los resacones, la nocturnidad de la juventud y muchas cosas más para cerrar el diario a comienzos de 2012 cuando entra en el palacio de la Moncloa (la sede de la presidencia del Gobierno español) para escribir discursos. Con su llegada física al centro del poder, Peyró se despide y duda si la siguiente época será algún día será otro libro.
Se admiten apuestas, aunque quien ha leído estos diarios le gustaría seguir leyéndolos. Para animarle, nos apropiamos del título de un libro del prestigioso historiador e hispanista británico Geoffrey Parker para que todo quede dentro de los mitos peyrosianos: El éxito nunca es definitivo.
Lo sabemos, pero en estas páginas nos quedamos cerca.