Como quería terminar de leer Ciudad en llamas, la última novela de Don Winslow, me acosté mucho mas tarde de lo debido, y al día siguiente andaba hecho unos zorros. Ya sé que a nadie le importa cómo y cuándo se levanta uno de la cama (otra cosa es con quién), así que hablaré de esta novela que es la primera de una trilogía sobre la mafia norteamericana de finales del siglo XX.
Las más conocidas novelas de Don Winslow son la trilogía sobre el narcotráfico: El poder del perro, El cártel y La frontera. Según escribió en una carta hecha pública por su editorial antes de publicarse Ciudad en llamas, consciente de sus carencias, Winslow se pasó un año leyendo los libros que aparecían en una de esas listas de lecturas imprescindibles y que te recuerdan, por muy leído que estés, que tienes infinidad de carencias. El éxito nunca es definitivo.
Cuando acabó el Ulises de Joyce se preguntó si sería capaz de hacer algo similar con la ficción criminal. Por explicarlo en pocas palabras, buscó detrás de Conan Doyle, Christie, Hammett y Chandler, incluso de Dickens, Shakespeare y Cervantes… hasta llegar a los clásicos griegos y romanos, y encontrar grandes paralelismos entre lo que sucede en muchas de estas obras, como la Ilíada, la Eneida, Odisea, Orestíada…, y lo que suele ocurrir en la novela negra moderna ya que tratan los mismos asuntos: el poder, el crimen, la venganza, la corrupción, la justicia y la redención.

Don Winslow. Foto de Joan Cortadellas
Vio el potencial que tenía Eneas (un personaje de la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio) para un relato épico sobre la mafia en los Estados Unidos y lo convirtió en el protagonista de su trilogía transformado en un estibador irlandés, Danny Ryan. En cuanto a la localización geográfica la situó en el sitio donde Winslow había nacido, Nueva Inglaterra. Cuando se marchó de joven era un lugar de playas fantasmales y fábricas cerradas. Ahora es un destino turístico y ha vuelto a la superficie. Pero a nosotros, lectores, nos importa poco dónde se inspira un escritor, sea en la Guerra de las galaxias o la Eneida, Arizona o Estambul. Lo que nos interesa es si nos gusta lo que leemos.
Entonces viajamos hasta el Providence de finales de los años ochenta para toparnos en un ambiente festivo, por supuesto entre mafiosos, en un sitio que se llama Goshen Beach, en Rhode Island. Casi podemos oler la carne en la barbacoa (¿cuándo se ha visto que un gánster sea vegetariano?), el ruido de las jarras de cerveza al brindar, mientras Danny Ryan, Peter y Paul Moretti, Sal Antonucci, John Murphy y sus mujeres se divierten y evitan hablar de negocios.
Los clanes lo tienen todo bajo control. Nada se mueve sin la autorización de los irlandeses en Dogtown, y lo mismo ocurre con los italianos en Federal Hill. En resumen, el mundo funciona cuando se reparte bien el pastel. Lo saben los políticos y los mafiosos. Si, de acuerdo, en los viejos tiempos los irlandeses y los italianos se mataban por controlar una calle de más o menos. Además, tampoco gustaban a los dublineses las costumbres de los nuevos habitantes llegados desde el Mediterráneo, y eso que los dos profesaban la religión católica a su modo. Pero lo cuenta mejor Winslow:

Una escena de la película Romanzo Criminale (2005)
«Los viejos de Dublín odiaban a los grasientos wops de Nápoles, que venían a arruinar sus buenos barrios protestantes con sus santos y velas católicas, sus estatuas sangrientas y sus sacerdotes vestidos de incienso. Los irlandeses llevaban allí desde la Guerra Civil, y primero colonizaron los mataderos, las canteras y las fábricas, antes de hacerse con las comisarías y los parques de bomberos”.
Paz y gloria hasta que en 1986 aparece una mujer llamada Pamela Davies, una digna sucesora de Helena de Troya capaz de seducir al más duro de la tribu, Danny Ryan, el irlandés. Está claro que no se escriben 432 página para contarnos las andanzas de una chica avispada o la vida de una ciudad en paz. Los Moretti quieren controlar el puerto y los sindicatos, extenderse a nuevos territorios y basta mirar hacia el este de Europa para darse cuenta de lo que ocurre cuando se invaden territorios ajenos. Los Murphy no quieren traficar con drogas y la guerra estalla entre los hijos de los que llegaron desde el Mediterráneo y los descendientes de los dublineses.
Es la llamada a las armas. Las amistades y las alianzas se rompen, las traiciones florecen y la sangre corre en Dogtown. Sospechamos que la policía tiene mucho que decir, pero también el consigliere de Moretti, y nuestra querida Pam, la sucesora de Helena de Troya que surgió de las olas de la playa.
Ryan huirá hacia el este, perseguido por todos como un nuevo Eneas y en el segundo libro de la trilogía recalará en Hollywood donde creará un gran negocio. El tercer volumen estará centrado en los casinos de Las Vegas donde el nuevo Eneas intentará recuperar lo que es suyo. Habrá otras noches de insomnio para leer esta Iliada moderna que debería ser contada de esta manera a los alumnos de humanidades en el Bachillerato. Si todavía queda alguno.
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