Laguna Soeler. Ilustración ganadora del concurso La vida de Juana. |
Lola ahora estaba calmosa, poseía el dinero que necesitaba reponer de manera urgente. Una parte se la facilitó su padre. La otra su tía. Y algo que tenía guardado por si acaso.
El día de su franco Lola se fue a la casa de su madre, estaba ansiosa de ver a sus hijos pero exhausta de los días difíciles que le había tocado vivir. Al entrar en la casa se encontró con Pocho, el padre de sus hijos. Su ex marido estaba esperándola con los bolsos en el living, ¡recapacite negra!, ¡recapacite!, repetía una y otra vez. Pocho estaba rasurado como hacia tiempo que había dejado de hacerlo, estaba bien presentable y traía dinero para los gastos de las criaturas. La madre de Lola se fue a la plaza con los niños, no quiso ser testigo de ningún tipo de escena. Ellos se quedaron dialogando. A tal punto que Pocho la convenció a ella que había cambiado y que todo ese tiempo que estuvo solo le ayudó a pensar en ella y los hijos que tanto amaba. A Lola se le ablandó el corazón.
-¡Quiero volver con vos Lola por favor!
-No, Pocho esto no sé si va a funcionar -dijo Lola-. Y si te digo… ¡que mañana empiezo a trabajar! ¿Cambiarían las cosas? me pagaron lo que me debían…
-No sé, puede ser…
Lola y Pocho se dieron otra oportunidad de empezar de nuevo desde cero dejando el pasado atrás.
Ellos se arreglaron, pero los niños siguieron con Elvira. Lola en su trabajo y Pocho en lo su amigo. Esta vez la relación continuó poco a poco y lentamente.
La separación le sentó bien a Pocho, está más comprometido con sus hijos. Ahora cuida su trabajo. Está a la espera de una respuesta de una casa en alquiler, pero no es muy fácil. Elvira les ofreció a ellos que se mudasen allí.
Con motivo de un fin de semana largo, Pocho le dijo a Lola mientras tomaban mate en la cocina:
Lola lo miró y se quedó pensando, segundos más tarde le dijo:
-¿Y vos que queres hacer?
-¡Yo quiero ir, dale! hace rato que no salgo con los pibes…
Pocho la besó y la abrazó como rogando.
Lola le preparó el bolso. Y a la hora acordada los amigos pasaron a buscar a Pocho. Todavía no había amanecido cuando se fueron. Viajaron en varios autos. Él iba de acompañante. Luego de un espléndido viaje, acamparon en carpas a la vera del río salado. Durante la noche hubo buen pique, hubo fuego, guitarreada y asado para festejar la exitosa pesca. Por la mañana decidieron regresar con las piezas antes de que saliera el sol.
Durante el viaje de regreso a casa, la ruta estaba muy transitada. Con motivo del fin de semana largo había muchos vehículos y micros. De repente Lucho, el conductor, vio que un micro que zigzagueaba se cruzó por una mala maniobra y venía hacia ellos en contra mano por el carril. Nada pudo hacer. Los chocó de frente, el auto quedó destrozado al igual que el micro. Pocho y su amigo Lucho murieron al instante, los pasajeros del asiento de atrás fueron llevados gravemente heridos después de que los bomberos pudieron rescatarlos del tumulto de hierros. El choque fue impresionante. El auto que venía más atrás no pudo hacer nada por ellos, estaban estupefactos por lo ocurrido, solo llamaron a la ambulancia para pedir ayuda. Más tarde se informó de que el chófer del micro de larga distancia estaba alcoholizado y se había quedado dormido, según contó uno de los sobrevivientes del micro que voló por la ventanilla en el momento del impacto.
Lola atendió el teléfono y en broma dijo:
-¡Espero que hayan traído suficiente pescado, sino esta noche Pocho duerme afuera!
Pero la noticia era otra, a Lola se le heló la sangre, se quedó dura como una estatua, no salieron palabras de su boca, ninguna. Lola lloró por la noticia recibida, maldijo el día y la hora en que alentó a su marido para que no hiciera ese maldito viaje, gritó, se enojó, se sintió culpable de todo lo que había sucedido. Ahora solo quedaban los restos de Lola enmudecida. A una inesperada muerte. Desconsolada se aferró a los hijos y pasó días de infierno.
El culpable no iba a pagar por lo que hizo, también estaba tres metros bajo tierra. ¿Habrá justicia divina? se preguntó Lola y su madre le respondió:
-Es la esperanza la que debe haber en nuestro corazón
La empresa de transporte para la que trabajaba el conductor ebrio que mató a Pocho, decidió indemnizar a la familia, pero Lola sabe que ningún dinero del mundo traerá de regreso a su esposo.
Hola Sandra como estas ?como esta tu flia? nena cada ves se pone mas atrapante las historias; por un lado la alegria o no de que Juana sera madre de mellisos? y por el otro, la pobre Lola viuda y con los hijos. Para cuando el proximo capitulo se pone interesante la novela muy buena mis felicitaciones a esperar el proximo capitulo lo espero!!! te mando un abrazo.
GONZALO