Foto de Michael Massart
Lugares es el nuevo libro del crítico y novelista Juan Ángel Juristo, autor de las novelas Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008), Vida fingida (2012) y Dar paso (2020), entre otras obras, además de un estudio sobre la obra del escritor peruano Bryce Echenique, Para que duela menos. Colaborador en el suplemento cultural del diario ABC y Cultura/S de La Vanguardia, así como en Libros, nocturnidad y alevosía, Juristo nos presenta en Lugares una serie de narraciones ambientadas en distintas ciudades o sitios, como puede ser el caso de Estambul, París, Londres, Roma, Madrid, Texas o China. Escenarios reconocibles e incluso descritos con minuciosidad realista a través de los personajes que los visitan o habitan.
Juristo es un narrador hábil al que le gusta llevarnos de la mano a través de estos lugares para que, al igual que un ilusionista en un juego de manos, distraernos mirando los colores y sabores de estas ciudades, y hablarnos también de su gastronomía, historia, y anécdotas en lo que a simple vista puede incluso hasta parecer un libro de viajes, pero que es mucho más que eso.
El truco consiste en enseñarnos lo que no se ve. Juristo se sitúa en el lugar de todo viajero que es el del observador que explora una realidad distinta, aunque sea mas o menos conocida. Pero detrás, y a veces por delante, de estas narraciones que despliegan una mirada culta e irónica, se encuentra la mirada de un narrador que, en el caso de Londres, Roma, Madrid, está personificado en el fantasma del escritor Samuel Johnson, el protagonista de la novela de Carlo Emilio Gadda, Zafarrancho aquel de vía Merulana o el Angelus Novus de Paul Klee.
Lugares es por lo tanto una narración entretejida, divertida y juguetona donde lo real se tambalea no por la irrealidad de lo contado, si no por los pliegues interiores de la misma narración y quien lo cuenta.
Juristo, como ya demostró con su anterior obra Dar paso, nos enseña que a toda realidad le corresponde un símbolo. Gracias a este simbolismo, la trama de cada narración se enriquece mas allá de lo que cuenta y le añade profundidad de campo.

Juan Ángel Juristo
Entonces leemos lo que creíamos que era una sucesión de experiencias apasionadas de los distintos protagonistas o las divertidas escenas que aparecen en las mismas, o los diálogos (léase el de París entre Roberto Peñafiel y Louis de la Tour du Pin) para adentrarnos en la pregunta y la respuesta que se esconde detrás de este libro, y que concierne a esa personificación de seres irreales que vienen a decirnos que para ahondar en la realidad de nuestras vidas, nada como una vida imaginaria para entender mejor las contradicciones de la nuestra.
Así, el protagonista de la narración relativa a Roma, “propiedad De Carlo Emilio Gadda” al que debe su existencia, nos habla de lo ocurrido en los “años de plomo” en la capital italiana y en los que se vio implicado a su pesar.
Al reconocerse como un personaje de ficción, nos cuenta que aunque haya un solo lector de la novela, él sobrevivirá al tiempo. Pero mas que la inmortalidad reivindica el malentendido porque es lo único con lo que puede abandonar su materia fantasmal.
Entonces nos habla de la casa del crimen en la novela de Gadda, y entre dudas acerca de si la que aparece en esta narración es la misma donde transcurría la acción en la novela, afirma que “si la casa se hubiese mantenido tal cual la describió Gadda, tampoco hubiera sido la casa de la novela pues ésta tiene la misma relación con la realidad que la Mancha en la novela de Cervantes, es simplemente un espacio de ficción con alusiones a la realidad, pero no la realidad misma y en el mundo donde habito maldita la falta que nos hace la realidad”.
Fuera de la realidad habita la verdad de la ficción porque solos los sitios que son capaces de llevarnos a otros lugares que trasciende nuestra realidad merecen la pena vivirse.