Hay algunos poemarios, en los que la apertura al azar, por cualquiera de sus páginas, nos deja indiferentes y desubicados. Otros, en cambio, nos producen un asombro en forma de escalofrío que, o nos duele, o nos reconforta, pero lo que es seguro es que nos atrapa. Sucede esto con «Las otras geografías» (Talón de Aquiles, 2020), de Mónica Picorel, poeta vasca afincada en Barcelona.

El libro está articulado en cuatro apartados: Rémoras, Simas, Evocación y Refugio, que suman, curiosamente, al igual que las cuentas de un «japa mala» budista, un total de 108 poemas, la mayoría de ellos breves, cual si fueran mantras.

El apunte biográfico que aparece en la solapa del libro de Picorel registra que este es su primer poemario impreso, pero en seguida nos damos cuenta de que no se trata de una “ópera prima” en sí, ni mucho menos; su obra ha ido viendo la luz en revistas literarias, antologías, en redes sociales — cuyo perfil de Instagram (@monica.picorel) recoge buena parte de su obra poética—, y ha participado como rapsoda en recitales del circuito barcelonés y portales poéticos de América latina. Es una poeta con oficio y eso queda reflejado en composiciones como: «Llevo tiempo entre ventanas / vestidas de amarillo eléctrico / donde no se habla de nada / donde da lo mismo hacer café / que disparar a los pájaros».

 

Mónica Picorel

 

No sé si podríamos decir que «Las otras geografías» se encuadra en el surrealismo canónico —ni soy filólogo ni quiero hacer afirmaciones categóricas—, lo que sí tengo claro es que cuenta con abundantes elementos de eso que llamamos vanguardias estéticas: verso libre, ruptura de las normas de composición e imagenes visionarias, muchas de las cuales te sumergen en su espacio íntimo: «eres todos los pasillos del deseo / la mano cercada del fuego / el asombro que detiene el aire».

También es de destacar la total supresión de las comas, lo que le da mayor fluidez a la lectura, porque, a veces, las comas pueden ser bisagras que chirrían. Señalaba el poeta Pedro Serrano que «la ausencia de puntuación es su propia puntuación». «No hay reglas en poesía que no sean intrínsecas al propio poema, y cada poema establece sus reglas». La poesía de Mónica Picorel se presta a ser leída en voz alta, parándose tras cada poema el tiempo necesario que nos permita evaluar la emoción, el abismo que esboza y la precisión de su arquitectura.

Decía Henri Cartier-Bresson que «fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje». En «Las otras geografías» nos vamos a encontrar con un buen número de imágenes realizadas por la propia autora, que bien podrían definirse como minimalistas, contemplativas o «miksang», ese concepto fotográficoconcebido por Chögyam Trungpa Rinpoche, traducido del tibetano como «buen ojo», en el que se sincroniza la mirada y la mente para mostrar la belleza en su forma más pura. Incorporemos, a esta alquimia, el elemento corazón.

 

 

 

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