Gabriela Urrutibehety es una de las representantes más destacadas de la nueva novela policial argentina escrita por mujeres. Periodista y profesora de literatura argentina ha publicado las novelas  Caras Extrañas (2001), La Banda de los Seguros (2011) y Con la Muerte a Cuestas (2014). Es autora del ensayo Tres tipos difíciles: Borges, Girondo, Arlt (2016) y coautora con Verónica Meo Laos y Juan Carlos Pirali de Tras las huellas de Girondo (2011). Ha sido finalista del premio Clarín de Novela (2013), el premio Azabache de Novela Negra (2012). La traemos a nuestra página porque acaba de terminar una nueva novela policial,  MECANISMO DE RELOJERIA, mezclada con el género fantástico una de las características de esta autora aunque no es una obra de ciencia ficción. Será una periodista la que devele el rompecabezas de esta historia.

¿Qué puedes decirnos de Mecanismos de relojería?

Es una novela de corte policial, con todo lo típico de este género: delito, delincuentes, investigador, pistas falsas, contexto social negro. Sin embargo, puesto que su protagonista es un relojero, el tiempo es una cuestión que está funcionando a lo largo de toda la historia. Hay una máquina, una máquina real que construyeron los griegos en el siglo II aC, que suele mencionarse como “la primera computadora”. En esta segunda trama, uno de los personajes busca reconstruir esa máquina y allí interviene el componente fantástico.

¿Qué similitudes o diferencias hay entre esta nueva novela y las anteriores?

Una tiene sus obsesiones y están presentes en esta novela. Por ejemplo, el escenario vuelve a ser la ciudad costera de San Augusto en temporada de invierno. Hay algunos personajes que se reiteran (muy secundarios) y se mantiene la cuestión de la doble faz, la diferencia entre lo que se muestra y lo se es.

¿Qué te da el género policial que no te dan las otras variantes? ¿Cómo o cuándo descubriste que este era tu estilo?

El policial es un género que transito pero no es el único. Si bien mis novelas publicadas van por ese camino, tengo varias obras de otro género esperando su oportunidad de llegar a los lectores. El policial es un género que tiene una pata muy fuerte en el argumento, te obliga a trabajar la trama con muchísima precisión (también reenvía a eso el título de la novela). Y es un género ideal para dar una mirada (desencantada) sobre la sociedad.

¿Cómo definirías tu estilo ¿Por qué?

Esta es una pregunta que no te sabría responder más que señalando adónde quiero llegar: a una escritura en la que cada palabra, cada coma, cada espacio en blanco cuente. Una escritura donde cada palabra golpee la percepción del lector y genere asociaciones ad infinitum. Una escritura, como pedía Arlt, que sea un cross a la mandíbula, pero tenga la pregnancia de la poesía. Pero eso es un horizonte de expectativa, un punto a de llegada, un método de trabajo, no un logro.

¿Qué experiencia te queda de producir un libro en medio de la cuarentena?

El libro fue escrito antes de la cuarentena, en cuarentena retomamos las conversaciones para publicarlo, lo que provoca mucha incertidumbre porque el mundo es muy distinto a como era a fines del año pasado. Y tampoco sabemos cómo va a ser después. Por eso hay temores, junto con mucha expectativa, por supuesto.

¿Qué expectativas hay con esta nueva obra??

Que ojalá pueda llegar a los lectores, expectativa con la que se encara toda la escritura. Y que a esos lectores les pueda decir algo.

¿Cómo es la construcción de los personajes a la hora de empezar una nueva obra?

Hay muchas maneras de construir un personaje, yo trabajo concibiéndolo como un cruce de perspectivas. Un personaje necesita un cierto espesor, un no dicho que sustenta las acciones y las palabras que pone en juego. Muchas veces se va construyendo solo a lo largo del proceso de producción de la novela, otras está delineado desde el comienzo. Suele ser un conglomerado de rasgos que veo en gente que conozco pero también de opciones que imagino. Nunca está de más recordar la vieja norma de Aristóteles, eso de que no debe ser ni muy bueno ni muy malo, esto es, salir del esquematismo (aunque hay géneros y propuestas que lo requieran).

A la hora de un nuevo trabajo, ¿qué surge primero el título o a partir del texto buscas el titulo?

Nunca fui muy buena con los títulos. Suelo tener un título provisorio que es el que me acompaña durante el proceso de escritura, luego lo tengo que cambiar porque no resiste ningún análisis. Sólo ha funcionado como una contraseña entre nosotros dos (la historia y yo); es el título de la carpeta donde almaceno los archivos, pero luego deja lugar a otro que suele surgir de conversaciones con otras personas.

¿Qué asuntos crees que te quedaron pendientes para futuras producciones literarias?

Tengo dos novelas a medio camino y un libro de cuentos en stand by. Andan todos transitando caminos parecidos: la vejez, por un lado y los adolescentes, por el otro. Cómo miramos ambos mundos cuando somos adultos (no estamos ni en uno ni en otro, más cerca del primero) es una cuestión que me preocupa mucho.

 

Gabriela Urrutibehety

 

Tres fragmentos de Mecanismo de relojería de Gabriela Urrutibehety

 

El hombre, no mucho más de 30 años, se presentó con el inverosímil nombre de Amador y fue lo único que alcanzó a decir porque la relojería se llenó de gente. Quedaron en tomar un café en el Tobacco después del cierre.

Media hora antes de las 7 de la tarde ya no andaba nadie en el centro de San Augusto: el frío era mortal y la bruma del mar mojaba, salada y gris. A las en punto el local de Bruno sonó, glorioso. Tres relojes de péndulo, un carrillón y un cucú recién reparado advirtieron siete veces que el tiempo se quebraba en un sitio. Antes de que se apagara la última reverberación, sonó la cortina metálica poniendo fin al día y abriendo la puerta a la noche que desde las 5 estaba tratando de instalarse sobre la ciudad.

Bruno se sacó la lupa y la dejó sobre la mesa de trabajo, atestada de piezas y relojes abiertos. No se detuvo más que a lavarse las manos: aceite de cocina y azúcar para blanquearlas y quitar el otro aceite, el de las máquinas.  Aceite vs aceite y el azúcar allí, para quitar capas de piel. Todas las noches, como las víboras.

 

***

 

La ruta es una faja negra cortada al medio en la noche. Ama las noches de luna brillante de frío.  Noche serenita, de helada segura.

Un punto de luz sobre la ruta.

Sobre lo negro. Bajo la luna.

Brillante gris del auto bajo la luna blanca.

Un rayo gris, veloz como un rayo que rajara el cielo, raja la ruta.

Dos rayos blancos, las luces del auto que raja la oscuridad, blanca por la luna blanca.

Toda la velocidad posible: el auto corre por el filo de la barra que une km/h.

Corre sobre la ruta, corre a las 3 de la mañana.

Corre por el espacio, corre por el tiempo. Espacio sobre tiempo: un pliegue perfecto para correr en un BMW a más de 200 kilómetros por hora hacia un sitio que está adelante pero que pronto estará atrás, cuando en el sitio exacto en que la ruta tiene un ancho mayor al habitual gire en U y regrese al punto de partida.

Nadie por aquí, nadie por allá.

El auto gris brillante vuelve a cruzar los mismos puntos que ya cruzó, pero ahora hay una nube sobre la luna.

Espacio sobre tiempo, la fórmula de la velocidad. Volver al punto de partida, la fórmula de la inmovilidad.

 

***

 

En el Tobacco no había más que una mesa ocupada, la del visitante. Detrás del mostrador, el encargado se aburría pasando las hojas del diario. En el televisor mudo, jugaban el Barcelona y el Real Madrid vaya a saber qué final de qué copa. Messi metió un golazo cuando Bruno le dio la mano a Amador.

El hombre fue cauto. Era el novio de Daiana y había venido a San Augusto para charlar con los que la habían conocido. Tenía su nombre y su dirección en la lista: no dijo quién le había dado los datos ni tampoco mencionó otras cuestiones que por supuesto sabría.

– Terrible. Una chica tan joven –dijo Bruno, por decir algo.

Sonó a mentira, cáscara para sacarse con aceite de cocina y azúcar.

Amador comenzó a hablar, como si esa frase estúpida hubiera sido el pie que necesitaba para recuperarla en un relato. A Bruno le parecía que estaba refiriéndose a una desconocida, tan aburrido como aguantar que alguien te hable de sus hijos o sus perros. No podía concentrarse en esa que describía Amador, con las esperables frases que cualquier novio dedicaría a su novia muerta.

Muerta.

Muerta.

Esa no era Daiana.

Daiana no podía estar muerta.

 

Pueden pedir la anterior novela de Gabriela Urritibehety:

 

 

http://letrasudaca.com.ar/catalogo/con-la-muerte-a-cuestas/