
Cole Porter
Tú eres el amor, eres las estepas rusas, los pantalones del acomodador del Roxy. Excesivos y divertidos versos de Cole Porter, músico nacido en Perú, Indiana, autor de I Love Paris entre otras muchas maravillosas canciones.
Yo no soy el gran músico norteamericano, pero mis versos también son de amor. Él decía… te llevo bajo mi piel, i´ve got you under my skin. Yo te digo otras cosas con las mismas alegrías y tristezas que Porter, con su extravagante romanticismo. ¿Por qué no? Ricky Nelson le dijo a su novia que el cantaba mejor que Elvis, y casi.
Amada mía, por qué no voy a decirte que eres la estepa y la nieve, los perros ladrando, la troika, la piel de oso sobre mis piernas, tu sonrisa, mi vodka. Menudo sonrojo. Mediodía y alegría. Mi goleta turca, mi fondeadero griego, mi costa dálmata. Un volcán de las Lípari, el Fuji Yama, o mi favorito Osorno en Chile. Por qué no voy a decirte cosas como las que nos cantaba el simpático Cole Porter. Pues sí, lo que yo te diga, amiga mía, justo lo que se me ocurra. ¿Tímido? Poor Little fool. Tú eres la chica.
Y mira tú por dónde, no deparo en elogios. No me importa. Te adoro, te quiero vida mía… te quiero noche y día… sólo vivo para ti. Eres el Cinema Roxy, el Capitol, el Teatro Calderón de la Barca. Eres el palco dorado con sus seis sillas tapizadas de rojo. Los terciopelos de cortinas y telones, los pasillos circulares, las cien puertas de caoba. Eres el Covent Garden.
Eres alta comedia y misterio religioso. Toda la tramoya, una joya. ¿Bajas pasiones? Pasiones todas. Las flores del Paraíso, las flores del mal y las flores del bien, todos los verbos fluyendo de los manantiales del Parnaso. El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Tú, sólo tú. Más que tú que te me apareces iluminada por el ámbar de la marquesina que recorre el edificio rayado por los neones de líneas rojas anunciando tu nombre, en grandes letras. Tú. No es un espejismo, es mi visión, otra ilusión.
Eres mi bosque del Maine, las colinas de damasco en el Verano Indio. Enloquecidamente, te digo que eres el glacial lapislázuli del Campo de Hielo Patagónico, el Spegazzini, el Upsala. Eterna belleza viva. Eres luz divina. Eres la luna que riela, el viento que gime en la lona, las olas de plata y azul. Blue Moon, Moon River, la luna azul de Kentucky, la cúpula azul de la ermita ciclada, egea, el turquí del bazar. De largo. Más que todo ello. Eres Samarcanda, Ispahán, la Ruta de la Seda entera y verdadera, muralla china y bazar de las especias; el diván, el narguile y la Mezquita Azul de Estambul.
Eres jarabe de arce, el mejor champán frío, la cigala, el percebe, eres la ostra, la fresa y el melón maduro y muy dulce. Melocotón y vodka siberiano. Unos magníficos sorrentinos de ricota, un Tokay, uva de reina que llegas a mis labios, un encantador tostón, un cochinillo crujiente y dorado.
Eres la Joya del Nilo, la Selva Esmeralda, las Nieves del Kilimanjaro. La mujer del lorito de Rosalba Carriera, musa de Augusto el Fuerte y musa mía. Fíjate, mi querida, te pongo al lado del mismísimo Watteau, muerto tan joven el desgraciado artista. Comedia galante, amor amante.
Gratín y satén. Brillante, diamante, malaquita y jade. Reina Palmira, Hatseputh, Judith o Salomé si lo que prefieres es cortarme la cabeza. Nada me importa perderla si eres tu la asesina. Verte con el sable sobre mi cabeza no me importa si es profesión de fe. De mi fe en tí. Estoy un tanto desquiciado. Tu mirada es la de Kim Novak, la de Gene Tierney, la de quién sé yo ahora, tus ojos me bastan, me devastan.
Mi amor es verdeceledón y ópalo, ópalo como una canción de Bryan Ferry, plata como un rigodón de los Sparks. Un larguísimo paseo en un Aston Martin por la verde campiña. Eres el caballo que baila en Viena, o si lo prefieres, el que pace en Ulán Bator, que me da igual.
Escúchame, bien amada, si entiendes que estoy cuerdo, o lo que es lo mismo, que estoy loco por ti, te declararé aún más cosas. Capilla bizantina, icono de Riulov, sueño opiáceo del Tintoretto, color del Veronese. Más no puede ser posible. O sí. La mismísima Madame X de Singer Sargent, si así lo deseas.
¿El Arte? ¿La Naturaleza? Lo eres todo para mí. Veracini, Tartini y su amable diablillo insomne. Tanto y tanto como el barroco tardío alemán, Wieskirchen, Ottobeuren, la Residenz de Würzburgo. Y no soy exagerado. ¿Me estaré volviendo loco? El colegio Smolny de San Petersburgo donde Vladimir Ulanov, alias Lenin, preparase el asalto al Palacio de Invierno, eres tú, tú y tú, toda vestida de azul, nieve de los Altai, desierto de Takla Makan, que es lo más excesivo que se me ocurre en estos delirantes momentos. Poco a poco, me estoy volviendo loco. Pero no me importa. No me importa nada, como a la otra.
No, yo no soy Cole Porter. Escribiendo y componiendo como él lo hizo, es difícil igualarle. Para qué escribir otras cosas habiendo versos como los suyos. ¿Qué queda en la gramática de la seducción tras haberse escuchado unos versos como los que el de Indiana compuso para sus canciones? ¿Qué hay después de escribir lo de las estepas rusas y de pretender que seas o estés en los pantalones del acomodador del Roxy? No hay nadie como Porter. Escúchalo. Te llevo bajo mi piel, escribió. Más no se concibe.
Difícil, muy difícil, es cierto mi amor. Pero voy a insistir en ser un poco como el gran músico norteamericano que se pasó media vida navegando por el Mediterráneo. Seré un atrevido, un valiente, un osado enamorado de tu espíritu y cuerpo deseados. Fíjate todo lo que te digo y como rima. Y sí, mi amor, por más que sea arriesgado, te escribiré éste y otros poemas aunque perezca en el intento y me caiga del balcón, porque me falle la escala, o a ti se te escape el blanco tocado ojival clavándose un poco en mi pecho, a la altura del corazón.
Lo intentaré. Cosas así te escribo, porque cosas así pienso, con todo el deseo de mi corazón, que no es un corazón doble sino triple, múltiple, infinito. Desbocado, escribiendo semejantes ilusiones, encelado con los versos y canciones de Porter que rubricaría y te dedicaría todas, para ti, para ti mi bien, como cantaban aquellas estupendas, Vainica Doble, que si te hubieran gustado los pajaritos te los hubieran servido fritos.
Tú me dirás lo que quieras. Yo te diré mujer hermosa. Todo esto y mucho más, hasta que el tiempo se haga perenne y alcancemos los cielos eternos. A tu lado, a tu vera, te sigo… Siempre a la verita tuya, te digo. Quizás sicótico, siempre enfermo, a veces, febril ecuatorial o fenómeno paranormal. Pero no, estos versos son reales, estos versos emocionados. Un loco de amor, fool for love, como esa otra canción, como esa otra novela.
¿Cómo me siento? Bien, bien. Canción de amor exagerada, sin duda. Así es, querida mía, como hizo el gran Cole Porter, nacido en Perú, Indiana, autor de I Love Paris entre otras muchas maravillosas canciones, te escribiría y escribiría more and more and more. Porter estaba inválido, en una silla de ruedas. Yo casi, bueno, no tanto.
Lo esencial de Cole Porter:
http://Cole Porter : The Essential.