Pío Baroja. Sorolla (1914)

Baroja, don Pío, es un salteador de caminos novelescos que tarde o temprano aparece en la vida de todo lector voraz. Se puede amar, aborrecer o pasar de largo, pero lo que resulta imposible es no tropezarse con él en alguna edición nueva, antigua o de saldo.

Lo cual tiene su mérito en un novelista que adoleció de muchas carencias literarias y vivió al margen de modas. Por eso acierta Javier Goñi con el título de su libro sobre Baroja, A contrapelo, publicado en la colección que la editorial pamplonesa Ipso http://ipsoediciones.com dedica a este escritor visto por distintos autores contemporáneos.

Javier Goñi, de familia navarra por los cuatro costados como se explica en la solapa del libro, pero nacido en Zaragoza en 1952, es uno de los grandes periodistas culturales de este país. Decir «periodista cultural» puede significar todo y nada pese a lo rimbombante que resulta sumar periodismo y cultura.

Una vez que separamos las dos palabras, comprendemos que se trata de practicar un oficio que te puede conducir a los más extraños lugares debido a la porosidad de sus límites. Además conviene tener en cuenta que no es lo mismo entrevistar a un líder político del que siempre cabe preguntarle por la última frase que acaban de airear todos los altavoces, que hacerlo con un escritor del que por falta de tiempo apenas se han podido ojear algunas páginas del libro sobre el que discurre la entrevista. En resumen, ser periodista cultural es frecuentar un patio de vecindad donde toca hacer de todo, desde comprar el jabón para la colada a tender la ropa.

Javier Goñi es un periodista cultural sabio (de los que leen todo lo habido y por haber), y por lo tanto posee  sabidurías variadas con las que alimentar sus manías literarias. Autor de Cinco horas con Miguel Delibes (1985) y Milhojas desentido (2014), una selección de artículos del blog literario El pizarrín, que mantuvo durante varios años http://divertinajes.com. También ha escrito multitud de reseñas y estoy seguro que es capaz de fabricar una pieza de urgencia en segundos sobre cualquier cuestión terrícola.

 

Javier Goñi

El autor se define como barojiano tardío. A mí me ha parecido que no lo es tanto, pues como lector tempranero y asiduo de la biblioteca paterna, al que está dedicado este libro, se topa de joven con Baroja extramuros de los estantes de la librería familiar y lo hace suyo.

Entonces le seguimos por este recorrido barojiano, donde brillan las historias acerca de lo que el escritor vasco supuso en su vida, alguna novia mediante, y que fue mucho. No tanto por lejanos parentescos navarros, sino por lo que amamos los  lectores de Baroja y que conformamos  un club igual de amplio que la masonería.

De Baroja nos gustan las vidas deshilvanadas y atrabiliarias que aparecen en sus novelas, donde el individualismo anarquistizante se da  la mano con un romanticismo teñido de melancolía. Pero también nos deleitamos por sus retratos punzantes o incluso, como es en el caso de Goñi, por los prólogos  que escribió en el último tramo de  su vida.

Goñi transcribe uno de ellos, aparecido tanto en Vida de Pío Baroja, de Miguel Pérez FerreroPío Baroja en su rincón y en el que subraya la falsa modestia de Baroja, su coquetería.

Escribe Baroja que le ha interesado mucho la gente, sus ideas, sus costumbres, pero que sus opiniones no tanto. De ahí que haya vivido en su país un poco como un extranjero curioso, y que los demás hayan tenido de él una idea un poco estrafalaria  y absurda. No es el caso de Goñi que en este libro nos ofrece una semblanza esquinada y simpática de este escritor al que tan aficionado es.

 

 

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