Una día, hablando con un amigo sobre el concepto de inteligencia me dijo que había que volver a pensar el concepto mismo de inteligencia y redefinir nuestra situación en el mundo. De esa conversación salió la referencia a un libro de Laura Tripaldi una joven especialista en nanotecnología de Milán.

El libro de Laura Tripaldi, Mentes paralelas. Descubrir la inteligencia de los materiales (Caja Negra) ofrece una serie de reflexiones sobre como cuestionar la realidad que nos rodea, y desafiar las leyes que la rigen. El libro comienza con algunos ejemplos de materiales que interactúan con su entorno (y son, por tanto, «inteligentes») para invitar al lector a replantearse qué significa realmente la inteligencia, y cuánto vale la frontera entre lo orgánico y lo inorgánico, entre lo humano y lo no humano.

En Mentes paralelas, la autora se propone investigar la inteligencia de los materiales, de todos aquellos elementos con los que entramos en contacto en nuestra vida cotidiana, aun sin tener un conocimiento real de ellos. Si los ejemplos de partida son puntuales y específicos, las preguntas resultantes se mueven en un sentido interdisciplinar, desde la cuestión medioambiental hasta el papel de la mujer en la ciencia y, en consecuencia, en la sociedad, porque todo cambio tecnológico-material da lugar también a una transformación sociocultural.

 

 

La dimensión de la que parte Tripaldi es la de la interfaz entendida como el espacio en el que se crea un nuevo estado de la materia a partir de dos diferentes. Toda observación de la realidad no es sino una relación con la interfaz y, en consecuencia, una relación: la conclusión es que el conocimiento no es un momento en el que el hombre ejerce su dominio (o su presunta superioridad) sobre un objeto, sino un acto creativo y de colaboración entre dos sujetos.

Un ejemplo de ello es la mente de estructura difusa del pulpo, pero también la inteligencia de interfaz desarrollada por un limo. Se trata de un moho peculiar capaz de desplazarse hacia sus fuentes de alimento.

La seda de la araña, por ejemplo, pasa de líquida a sólida en muy poco tiempo, mientras que su resistencia y dureza aumentan espectacularmente cuando se ve sometida a tensiones, como cuando un insecto choca contra ella o la araña se cae; el physarum polycephalum, una especie de moho, es capaz de desplazarse por el espacio en busca de alimento y luz solar.

La tela de araña y el tejido, que ocupan un lugar central tanto alegórico como práctico en el ensayo. El tejido se convierte así en emblema de esa tecnología blanda en la que sería deseable orientar la investigación y de la necesidad de mirar la realidad como una inextricable red de componentes, que precisamente desde su interacción generan respuestas inteligentes.

 

 

 

Tripaldi apela a la química y la alquimia, la ciencia ficción y los clásicos góticos para reflexionar sobre los paradigmas antropocéntricos y nuestra relación con el mundo. Mientras leemos a Tripaldi sentimos la misma extrañeza que describe del limo de la polifala o la seda de la araña: desconcierto ante la inesperada agentividad de lo inorgánico.

De alguna manera lo que nos viene a contar en su ensayo es la dificultad que encuentra la especie humana a la hora de reconocer formas de inteligencia distintas de la nuestra. Ya ocurre cuando nos enfrentamos a la inteligencia animal o vegetal, pero también, a nivel macroscópico, cuando nos enfrentamos a la inteligencia de los materiales.

Nuestra idea de la inteligencia también se basa en la forma que tiene nuestro cuerpo, regulado por un sistema de control centralizado situado en una parte muy precisa; los materiales, por el contrario poseen una forma de inteligencia repartida por todas sus partes.

Este ensayo es un viaje fascinante e increíblemente útil a las maravillas que ocultan fenómenos a los que normalmente tenderíamos a no prestar atención. Si sujeto y proceso son indistinguibles, la mente es un desarrollo constante, una cocción a fuego lento imposible de categorizar, nunca un objeto poseído sino un proceso. En Mentes paralelas, la pasión de su autora se filtra en cada frase. Con un lenguaje quecercano, Laura Tripaldi da vida a un libro donde la química cuenta su historia de una forma casi narrativa, aventurera en algunos aspectos para desvelar sus vínculos con nuestra vida cotidiana.

 

 

 

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