La fama traspasa el apellido y se instala en una nueva forma de denominación. Al hombre que adquiere notoriedad se lo despoja del nombre de pila para designarle el apelativo que lo acompañará para siempre. El Azote de Dios, Corazón de León o el Lobo de Wall Street; se calcula la duración del buen apodo en miles de años, porque la creatividad se impone al olvido. De Ivo Rojnica no quedan sino los detalles de su oficio y el título real que la prensa le concedió según el tamaño de su mundo: “el rey del blue”.

En una tierra, Argentina, cuyos humores oscilan entre el color verde del dólar literal y el azul de un dólar simbólico, Ivo es Midas, con una maldición similar, salvo que en vez de convertir los objetos en oro, todo lo que toca se convierte en blue.

Ivo llegó al estrellato en estos días luego de que se lo señalara como el culpable de la escalada del dólar. Pero las ganancias de los negocios que se urden en las tinieblas se disfrutan con estilo prosopopéyico a plena luz del día, para que ningún economista mala leche o periodista severo pueda escribir una columna que lo baje de su trono azul. Por eso, la primera vez que mal leí el título en los diarios, no podía creer que lo llamaran “el rey del blues” con esa “s” extra que lleva el rumor de la tristeza de B. B. King, pero que en nada se condice con la ostentación del monarca del dólar ilegal y cierta felicidad que se asocia con el derroche y la buena vida. Y aunque todos saben que primero es el mito y luego el apodo, uno y otro se alimentan a base de vanidad y con todos los clichés de los ilícitos ricos: viajes a Maldivas, Turcas y Caicos y Santorini, una boda con una modelo, el coro del Teatro Colón y el yate esperando en el atraque; pero también con los lugares comunes de la decadencia: armas y pasaportes falsos, contrabando aéreo y máquinas trituradoras de papel.

En la lógica irrefutable de los dichos populares, Ivo se hace la fama y se hecha a dormir, porque ningún apodo es en balde. Ivo, millonario de la corrupción y el fraude, no puede sino comportarse como el rey de las ganancias entre gallos y medianoche, así como el despiadado Atila no podía ser otra cosa más que un azote sobrenatural, con la ambigüedad que propone el sobrenombre.

Luego de que su apodo trascendiera los límites del singular hampa financiero y su base de operaciones fuera allanada, Ivo desapareció, y aunque el Gobierno Nacional emitió, este jueves, un alerta roja para prohibirle la salida del país, se sospecha que ya podría haber salido de Argentina. Así las cosas, con el apremio por la búsqueda policial, el ministro de Economía, Sergio Massa, aseguró que iba a «meter en cana» al «Rey de las Cuevas», el «jefe de los cuatro o cinco vivos» que «están jugando al arbitraje» con el dólar.

El nuevo apodo, si prospera, podría alejarlo del palacio del rey Midas de la historia y acercarlo a las cuevas donde se escondía Alí Babá o cualquier otro ladrón aleatorio que ande a las escapadas.

 

Una de las «cuevas» del croata inspeccionada por agentes de aduanas