El ayuntamiento de Belalcázar  quiere recuperar y rehabilitar la Casa Grande que se encuentra en esta localidad cordobesa, motivo por el que el Historiador y Cronista de Belalcázar, Feliciano Casillas Sánchez, nos cuenta su historia

Es una de las fachadas más imponentes y más bellas, aun en ruinas, de Belalcázar, pueblo de la zona norte de Córdoba, en los Pedroches, salpicada por doquier de construcciones de granito que aguantan como pueden los mordiscos inmisericordes del tiempo. Es un granito hecho por y para la eternidad. Aun habiéndose perdido en la dejadez sus sólidas paredes laterales y las estancias internas que sucumbieron a la destrucción a que nos acostumbran los tristes episodios de la historia en el tiempo, ahí permanece la imponente fachada (y esa permanencia se debe también a preocupaciones municipales para evitar su deterioro, al borde del colapso, por lo que hubo que intervenir en ella, restituyéndosele incluso los escudos de los Gómez de la Serna, de Castilruiz, en la lejana Soria, y los García de la Barga, que desde los pastos burgaleses recalaron aquí por caminos de trashumancia). Esa fachada acaso sea una de las más fotografiadas, como reclamo turístico, en estos más de ochenta años de ruina y abandono. Una balconada de óxido enrejado trata de mirar disimulando al exterior para no seguir lamiendo sus heridas internas, hoy ocultas por la maleza, centradas en un maltrecho esqueleto que apenas se mantiene en pie de lo que una vez fue una torre-mirador sobre la que extender el horizonte a sus dominios, y un pasado de grandeza que parece ya demasiado lejano. Duele mirar lo que queda de ese torreón que las cigüeñas y sus nidos siguen agradeciendo se mantenga aún en pie a pesar de todo.

Sus orígenes, los orígenes de esas raíces poderosas que se afianzaron en esta tierra al norte del Sur, tan lejos o tan cerca de esas tierras españolas más al norte, de extensas cabañas de ganado que motivaron la creación del Honrado Concejo de la Mesta, aún siguen dilucidándose envueltas en el más absoluto silencio. Corpus Barga (1887-1975), escritor y periodista privilegiado, hijo de dos siglos (XIX-XX) entre los que transitó sin descanso para regalarnos algunas de sus mejores páginas, dejó escrito los recuerdos de su infancia y parte de la historia de sus antepasados en la tetralogía Los Pasos Contados. Ahí se acerca, sólo se acerca, a la figura de Andrés Gómez de la Serna, quien primero puso pie en Belalcázar, con posibilidades de hacer fortuna y plantar buena semilla de fuertes raíces para perpetuarse. Es posible que los Gómez de la Serna estuvieran ya asentados desde hace siglos en la zona sur de esta vasta tierra extremeña, en contacto con la parte norte de Córdoba, donde se encuentra entre otras poblaciones Belalcázar. Estudios bien documentados presentan para nuestro deleite alguna que otra referencia muy interesante y reveladora.

Andrés Gómez de la Serna es la figura a seguir en sus propios pasos, es la clave de todo, con él comenzó todo. Casado con la vecina de Belalcázar Josefa del Carmen López, tendrían una hija que se conocería como Ana María Gertrudis Gómez de la Serna y López, objeto futuro de deseo de Críspulo García de la Barga y Gil de Cuesta cuando apareció tiempo después por estas tierras (sin que tampoco sepamos muy bien cómo y porqué, aunque algo de compraventa de ganado y caminos de la Mesta tengan que ver en esto) para ser su compañero de travesía en la vida y la aventura del S.XIX. Este Críspulo García de la Barga y Gil de Cuesta, oriundo de la zona de Burgos, sería por cierto uno de los fundadores de La Sociedad Económica de Amigos del País en Belalcázar, en enero de 1836. Por su parte, Andrés Gómez de la Serna, aun envuelto en la bruma del misterio de su azarosa vida, sería abastecedor de los ejércitos que lucharon contra el invasor francés en la Guerra de la Independencia, que en Belalcázar y su recio castillo se desarrolló entre enero de 1810 y agosto de 1812. Con ello debió de obtener una considerable fortuna para comprar tierras y ganado, y para poner en pie una construcción que fuera símbolo de opulencia en la población. La construcción de la Casa Grande de Belalcázar, por tanto, está ligada a los años posteriores a la guerra contra los franceses y los réditos obtenidos, o al menos así lo han recogido investigadores como Joaquín Chamero en su obra Cosas de la Casa Grande de Corpus Barga, echando mano de Los Pasos Contados, fuente de referencia de la que todos hemos de beber y empaparnos. Aquí también se recogen las detalladas descripciones de las estancias únicas y maravillosas en el interior de la Casa, donde la Biblioteca y sus tesoros encuadernados consumieron demasiadas horas y pasos perdidos de sus distinguidos moradores, una familia destacada no sólo en la localidad, sino también en la provincia, y cuyos tentáculos políticos llegan y se extienden por la capital, Madrid, rompeolas de todas las tendencias ideológicas.

Pero lo que hemos venido a presentar en estas páginas rompe totalmente con la idea de que la Casa Grande de Belalcázar es posterior a la Guerra de la Independencia. Sabemos, por referencias en las Actas Municipales conservadas en el Archivo Histórico belalcazareño, que Andrés Gómez de la Serna estaba aquí al comenzar la Guerra (aparece en las primeras páginas de Actas Capitulares de 1808), pero su presencia en Belalcázar se antoja muy anterior. Para demostrar y asentar tal afirmación, vamos a reproducir una referencia inédita recientemente encontrada en LA GACETA DE MADRID (el Boletín Oficial del Estado de entonces), en las páginas históricas del Suplemento anexoa la Gaceta, con fecha 29 de septiembre de 1807, que en su página 1011, en un anuncio encabezado como AVISO, refleja lo siguiente:

 

                                                                           AVISO

En la villa de Belalcázar, partido de Villanueva de la Serena, provincia de Badajoz, existe una casa grande, con alto y baxo, construida de piedra sillería y ladrillo, con oficinas correspondientes para esquileo de ganado lanar, pajares y graneros suficientes para la labor de tres pares de mulas: diferentes tierras de la mejor calidad á tan corta distancia de dicha casa, que desde ella se alcanzan á ver todas; una era empedrada dentro de una de sus posesiones cercadas; una viña de la mejor calidad; mulas y pertrechos de labor, con el derecho de 8 fanegas de tierra en los propios de la villa para cada yunta, por la qualidad de vecino; como 20 cabezas de ganado lanar, con posesiones en los terrenos de la villa, y otras de dominio particular; ganado cabrío y de cerda, yeguas, y 3 pares de mulas, con algunas otras cosas. El dueño trata de permutarlo ó venderlo á dinero ó vales reales por la tasación que hagan peritos nombrados de conformidad; y si la paga fuere de presente rebaxará 300 reales en esta forma: para la provincia de Soria tomará en pago ó permuta ganado lanar y heredades labrantías; y si en Rioja, Aragón y Navarra, huertas, viñas y olivares. Quien quisiere tratar de ello podrá acudir á Don Andrés Gómez de la Serna, vecino de dicha villa, ó á D. Antonio, su hermano, que lo es de Castelruiz, jurisdicción de Agreda.                

 

Este es el inédito que aportamos, simplemente maravilloso para cualquier investigador o curioso que acercarse quiera a la historia de la Casa Grande de Belalcázar. Es uno de esos descubrimientos inesperados que dejan huella en quien lo encuentra, y las ganas enormes de difundirlo más allá de cualquier océano. Vuelvo a recordar la fecha: 1807. ¿Por qué redundar tanto en ese mero dato?. Es muy sencillo, basta con leer y releer el anuncio y lo que de él se destila: ya en esa fecha, Andrés Gómez de la Serna, nuestro Andrés, bisabuelo de Corpus Barga, quería vender o permutar las posesiones que hasta entonces había obtenido, entre ellas la Casa Grande. Y también se desprende otro detalle importante: hay una cierta urgencia en vender para conseguir dinero. Tal vez esto pueda conectarse con la descripción que Corpus hace de nuestro Andrés, cuando le llama generoso y manirroto, pues pronto debió dilapidar la fortuna que había conseguido con tanto esfuerzo.

El Aviso que publica la Gaceta demuestra que la Casa Grande estaba ya construida mucho antes de 1807, y por tanto antes de la Guerra de la Independencia, pues contaba con oficinas de esquileo, pajares y graneros suficientes. Es posible que tengamos que retrotraernos a los años finales del Siglo XVIII (o a su última década) para acercarnos a sus orígenes, a los orígenes de la Casa Grande de Belalcázar, para empezar a comprender su importancia mayúscula en la historia de la localidad, sobre todo en el extenso período del siglo XIX y los primeros treinta y seis años del siglo XX. En la Casa Grande nacería el padre de Corpus, Félix García de la Barga y Gómez de la Serna, en agosto de 1825; en ella moriría el hermano de este (y tío de Corpus) Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, Auditor General del Ejército, en marzo de 1896, por poner algunos ejemplos. La Casa Grande es símbolo de unión de dos familias importantes, los García de la Barga y los Gómez de la Serna, de su poder y su riqueza, proyectada desde la Corte, desde Madrid, allí donde se cocina todo. Hay que superar de una vez (como propiedad pública que pueda disfrutarse desde dentro) esas puertas desvencijadas, esos muros sumidos en el silencio, abrirlos a la luz para que, a través de sus heridas, la Casa Grande de Belalcázar pueda seguir contándonos algo más de su increíble pasado.