Se esperaba un libro como éste que nos ocupa por parte de José Esteban (Sigüenza, 1935 ) por muchos motivos, desde luego el tiempo que vivió en París cuando representaba la delegación cultural del PCE antes de que Santiago Carrillo lo expulsara  y donde conoció a curiosas personalidades en el exilio parisino, así, Agustín García Calvo, motivo de algunas curiosas anécdotas en torno a su persona y, desde luego porque gran parte de los autores a los que Esteban ha estudiado, desde los liberales del siglo XIX a los republicanos del XX, han tenido con la capital francesa unas relaciones muy intensas y profundas, hasta el punto de que el libro lo encabeza una cita de Manuel Machado que vale, en cierta manera, como resumen del espíritu que anima este libro: “ Cada hombre de espíritu tiene dos patrias: la suya y París” , algo, si se piensa con perspectiva, casi obligado,  pues Francia ha sido durante muchos años la única  gran potencia latina en Europa, tanto en lo que se refiere a su irradiación  cultural como a su importancia política y económica, estado que para España siempre estuvo bajo el signo de la ambigüedad pues no podemos olvidar las guerras con nuestro país vecino durante el auge del Imperio, conflicto que llegó al culmen cuando la invasión napoleónica.

Así, la obra de José Esteban, de gran versatilidad hasta el punto de que podemos encontrarnos junto a un referente como el Diccionario de la bohemia o Los novelistas sociales españoles (1928-1936), antología realizada en colaboración con Gonzalo Santonja o novelas como El himno de Riego o La España peregrina, un Breviario del cocido, Vituperio ( y algún elogio) de la errata; ¡ Judas… H… de puta! Insultos y animadversión entre españoles, ha mirado siempre hacia escritores, como Luís Bello, Benito Pérez Galdós, Manuel Azaña, José Bergamín, Ramón Gómez de la Serna que hicieron de París la ciudad  espejo de lo que ellos entendían como centro cultural de irradiación mundial y que en cierto modo fue así por la peculiar manera de cómo ese país logró darle a la cultura un estatus de institución estatal de primer orden, y eso desde la época de Luis XIV y que continuó en la Revolución y posteriormente en las distintas reformas republicanas, que si bien fomentó las banderías y cierta tendencia al mandarinato cuando no al clientelismo, no es menos cierto que gracias a una feliz conjunción entre una clase burguesa ilustrada y emprendedora y una clase política con una conciencia donde Cultura, Nación y República se unían hasta formar una cierta idea de lo que debía ser la Civilización en claro contraste con la figura alemana de la Kultur, hizo de Paris el punto donde convergían muchas de las tendencias que tenían lugar en distintos lugares, por muy distantes que se encontraran y que llegó a su paroxismo cuando los reticentes anglosajones entraron a saco en la ciudad, entonces muy barata debido a la inflación, e hicieron de ella una fiesta… los Pound, Hemingway y ese largo etcétera que debido a la pudibundez británica y norteamericana lograron que París fuera el lugar donde se publicaron obras como Ulises, Trópico de cáncer, El amante de Lady Chatterley, Lolita… en otro largo etcétera que llego hasta la década de los setenta, que es en cierto modo cuando acaba el libro-antología de José Esteban.

Escritores españoles en París es, por tanto, un libro que conjuga muy bien textos de muchísimos escritores españoles sobre su estancia en París con las notas que, aparte la pertinente introducción, salpican los apartados sobre dichos escritores escritas por un José Esteban de dilatada erudición y prosa lúcida e irónica cuando la situación lo requiere o nostálgico cuando la situación vuelve a requerirlo, en una versatilidad que, no nos cansaremos nunca de decirlo, es una de las características esenciales de nuestro autor. Desfilan, de esta manera, desde el primero de la lista, un dieciochesco Ignacio de Luzán que dio buena cuenta de su estancia en la capital francesa en su libro Memorias literarias de París que casi resulta un panegírico de Monsieur de Voltaire, uno de los más objetivos que se hicieron en el momento, hasta Lorenzo Varela, el último por parte de los españoles, siendo César Vallejo el último de los escritores hispanoamericanos antologados, junto a Rubén Darío  y Gómez Carrillo… en medio, una extensa nómina que va desde Larra a Max Aub pasando por Castelar, Galdós, Pardo Bazán, Baroja, Azorín, los Machado, Buñuel, Bergamín, Corpus Barga, RAMÓN…

 

 

 

 

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