Más difícil que remar a la contra es remar hacia dos orillas, y ahí está siempre Mario Montalbetti (Callao, Perú, 1953), en una preciosa espiral. Profesor Principal de Lingüística en la Pontificia Universidad Católica del Perú, su doctorado tuvo como director de tesis en el MIT de Massachusetts a Noam Chomsky. Y todo lo aprendido –o quizás lo desaprendido– en este ámbito lo pone verdaderamente en juego en una de las obras poéticas sin duda más brillantes de la actualidad. Montalbetti vuelve ahora a nuestro país, gracias a Kriller71 Ediciones, con El pensamiento del poema. Las ideas que desarrolla en este ensayo son la confirmación de preocupaciones que aparecen apuntadas en libros anteriores, como El más crudo invierno. Notas a un poema de Blanca Varela (Fondo de Cultura Económica, 2016).
En el prólogo a la edición, David Bestué ahonda en la relación entre la prosa ensayística y la poesía del autor peruano: «Esta doble labor, la de lingüista y la de poeta, hace que de día nos lo imaginemos analizando didácticamente el lenguaje en las aulas de la universidad y de noche, sin embargo, lo intuyamos en su casa desmontándolo como si fuera el mecanismo de un motor». Y ambos caminos han encontrado en ocasiones una misma vía que los acoge, la que recorren algunos libros híbridos que ha publicado desde Cajas (PUPC, 2012).
En cambio, con El pensamiento del poema nos encontramos estrictamente ante un ensayo de filosofía del lenguaje que parte de (y varía) una potente idea de Alain Badiou: el poema piensa. En un claro –y habitual en él– ejercicio de honestidad, Montalbetti expone antes de empezar los riesgos explícitos que su apoyo en la conclusión de Badiou supone: por un lado, la tergiversación del pensamiento del filósofo, algo inevitable. Por otro, hablar del poema empleando la prosa del ensayo le parece «un ejercicio innecesario de imperialismo retórico». Pero también puede ser interpretado como otra perspectiva que completa su posición, ya ampliamente explorada desde sus propios poemas.
Como se trata de pensar juntos, Montalbetti propone en la cláusula cero las premisas para ese recorrido. Y comienza con una imagen: la idea de que el poema piensa –conclusión a la que dio lugar en un inicio El ser y el acontecimiento, de Alain Badiou– se convierte en un vehículo que entra marcha atrás en una calle de sentido único mientras la gente, a los lados, le grita que la dirección es otra y vocifera: «el poema siente, el poema hace imágenes, el poema simboliza».
A partir de entonces, El pensamiento del poema se despliega como un razonamiento más lógico que poético –aunque no exento en algunos pasajes de una originalidad irrenunciable para Montalbetti–. Partiendo del supuesto de que el lenguaje es 1) un objeto, 2) un objeto cerrado, 3) un objeto cerrado que guarda en sí el significado y limita así con el no-lenguaje, Montalbetti –con Badiou– explica que ese lenguaje cerrado limita en sus bordes con el no-lenguaje a través del matema (la expresión matemática) y del poema (la expresión poética). Siguiendo el razonamiento riguroso, el poema no-significa, pero detalla: «Tal vez la inmensa mayoría de poemas (…) se dedican (…) a significar. Aquí nos interesa el poema que hace borde, el que intersecta lenguaje y no-lenguaje, el que por extraño que suene, no significa nada». Aquel vehículo que entraba en la calle de sentido único.
El poema (el buen poema, aclara e insiste), por tanto, pertenece al lenguaje tal como una muralla pertenece a la ciudad. De este modo, al clásico litigio entre las dos formas históricas de considerar el poema (como exploración de los límites formales o como presentificación), Badiou responde rescatándolo y haciendo de él una forma de pensamiento gracias a su posición en uno de los límites del lenguaje.
Y ese buen poema «es un cambio de estado físico (no químico) del lenguaje. Así como podemos estrujar, doblar, rasgar una hoja de papel pero el resultado sigue siendo papel (a diferencia de prenderle fuego, que supone un cambio químico), así también el poema puede operar sobre el lenguaje (estrujándolo, doblándolo, rasgándolo) y el resultado seguirá siendo lenguaje. Solo que el resultado será borde del objeto lenguaje». Su parte más interesante no está en significar, tampoco en nombrar objetos, sino en nombrar lo indecible: «El poema es una operación sobre el lenguaje y no sobre eso que suponemos “allá afuera” y que a veces denominamos “la realidad”, poblada de objetos y eventos».
La conclusión es extravagante e irrefutable: el poema piensa allí donde no significa. Y he aquí algo muy específico de este ensayo pero que también vale para cuestionar tantas otras cosas: «nuestra meta sigue siendo la de forzar nuestro encuentro con lo innombrable, con aquel nombre que no se puede nombrar, evitando en lo posible, al intentarlo, la destrucción completa del lenguaje».
El pensamiento del poema es un libro que requiere una lectura entregada como nuestra atención en una clase, lápiz en mano, para llegar al centro de lo que Mario Montalbetti estudia, que es algo que va mucho más allá del título del libro. Comparecen en él también Platón, Aristóteles, Agamben, Vallejo, Davidson… para ayudarnos a pensar en los límites de la metáfora, de la sintaxis, de lo indecible, lo indiscernible, lo genérico… Para ponernos ante un poema que de veras entre en esa calle y se curve sobre su propio lenguaje, abriendo mundos más allá (¿más acá?) de los manoseados símbolos, de los manoseadísimos sentimientos.
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