Fragonard. El beso robado

 

A Enrique López Viejo

Durante la monarquía francesa de Luis XVI, la cultura de compartir los placeres de la vida alcanzó su cénit entre la aristocracia, como nos cuenta en Los últimos libertinos Benedetta Craveri (Siruela, 2018). La autora (Roma, 1942) es una especialista en el Siglo de las Luces que ha escrito diversos libros fundamentales sobre esa época que acabó con la Revolución francesa de 1789 (1). En su libro retrata a siete personajes cuyo valor, elegancia, cultura, ingenio y capacidad de seducción les convierte en el arquetipo de lo que se entendió por  el espíritu libertino.

La palabra libertino procede de la latina liberto, el esclavo al que se ha otorgado la libertad y según Craveri hasta el siglo XVII se asociaba al  libre pensador, alguien que practicaba sus propias ideas, a veces de forma clandestina obligado por las circunstancias. Hoy día la palabra libertino tiene connotaciones peyorativas. El diccionario de la Real Academia Española, por ejemplo, lo asocia a licencioso o sea, una persona que si por un lado es libre y atrevida, también es disoluta.

Sin embargo, como leemos en este ensayo histórico, los libertinos también son las personas en cuyo interior late la libertad (y posibilidad) de amar y vivir como quieren. El libertino no desea someterse a reglas que vacían su vida de sentido. Al experimentar el amor de forma libre y ser una parte importante de lo que da sentido a su vida, el libertino es un individualista impenitente que con su forma de vivir ataca a la  moralidad imperante.

Estos últimos libertinos de Craveri vivieron en la primera mitad de sus vidas en una época permisiva y donde, al igual que la nuestra, tenía mucho de teatral, se buscaba gustar y mantener viva la atención del prójimo sobre uno. Por eso, a diferencia de otros correligionarios, sus vidas  no produjeron escándalo ni se les consideró heréticos.

Todos ellos vivieron rodeados de una serie de mujeres que también fueron protagonistas y sedujeron tanto como ellos. No estaba mal visto que las damas de sociedad tuvieran sus amantes y,  en muchos casos, eran ellas quienes conquistaban y abandonaban. En muchos casos la mujer ocupaba posiciones de poder.

Las biografías del duque de Lauzun; el conde y vizconde de Ségur; el duque de Brissac; el conde de Narbona; el conde de Vaudreuil y el caballero de Boufflers se leen como pequeñas novelas. Como fueron amigos o conocidos, frecuentaron los mismos salones y las mismas mujeres, Craveri se aprovecha de ello para describir un gran cuadro social en el que los personajes se mueven en el mismo escenario.

Vigée Le Brun. Madame Talleyrand

Los siete magníficos

El duque de Lauzun tuvo numerosos amores que el mismo contó en unas memorias que fueron publicadas años después de su muerte debido a los nombres que aparecían en ellas. Lauzun creció en las rodillas de Madame de Pompadour, la cortesana por excelencia y amante de Luis XV. Desde luego Lauzun conocía bien el mundo en el que le tocaba desempeñar su papel. En todos los órdenes, ya que al igual que se valoraba la conversación y la amabilidad, el valor y la simpatía, también contaban las artes amatorias. En ese campo Lauzun sacó un sobresaliente cuando a los diecisiete años una profesional le dio clases amorosas.

Como la mayoría de los aristócratas, Lauzun tenía dos padres: el natural y el oficial. Con frecuencia el padre podía ser miembro de la familia real. En un medio donde los matrimonios por interés eran la norma obligada, la elección por amor o deseo recaía en el amante, lo que dio lugar a una aceptación social de su figura, siempre y cuando se mantuvieran ciertas apariencias tendientes a mantener el orden social. No era raro que el marido, la mujer y el amante de la mujer fuesen amigos o incluso un amigo invitase a otro a convertirse en el amante de su mujer, como sucedió en el caso de Lauzun.

El padre teórico fue un militar valiente que de una herida en una batalla salió con honores, bienes y el apodo del Eunuco Blanco. Años después se casó con una rica heredera de diecisiete años. Las malas lenguas contaban que la hizo madre su íntimo amigo, el duque de Choiseul.

El gran testigo y superviviente de aquellos años, Talleyrand, describió a Lauzun como «valiente, novelesco, generoso y sentimental». Valiente lo era. Participó en la guerra de independencia norteamericana animado por sus ideas reformistas, y expulsó a los ingleses de Senegal. Novelesco también. En dos ocasiones pasó más de un día encerrado en un armario para ver como su verdadero padre intentaba seducir a su amante. En la segunda oportunidad, el escondite le sirvió para ser testigo del nacimiento del hijo que tuvo con la princesa polaca Izabela Czartoryska, en la casa del marido de ella en Polonia.

Actor y autor de  comedias representó bien su papel y a la hora de subir a la guillotina lo hizo tranquilo y altivo tras desayunar ostras y vino de Alsacia, al que invitó a beber una  copa a su verdugo.

Vien. Amor que huye de la esclavitud. 1789

Otro seductor irredento fue el vizconde Joseph-Alexandre de Ségur,  autor de un manual de  cortejo con las normas para seducir con éxito. Partidario del duque de Orleans y de reformar la monarquía de su primo Luis XVI, fue amigo y protector del autor de Las amistades peligrosasla novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclos, publicada en 1782, y que refleja bien algunas técnicas de  seducción vigentes entre los libertinos aparte de ser una crítica a la corrupción y decadencia de la aristocracia de su tiempo.

La mujer clave en la vida del conde Louis-Almaric de Narbonne, presunto hijo natural de Luis XV, fue Germaine, casada con el barón sueco de Staël von Holstein. Madame de Staël fue autora de novelas sentimentales de corte feminista, entre otros libros, y atrajo a su amante hacia las ideas de la Ilustración. Pero mas allá de las ideologías demostró su arrojo al salvarle la vida durante la Revolución, ya que le escondió en su casa. Cuando le fueron a buscar logró disuadir a los guardias que no estaba allí. Por cierto, que este momento estaba embarazada de él.

El caballero Stanislas-Jean de Boufflers es el autor de una de las cartas de amor más hermosa del siglo XVIII francés. Fue un ilustrado, lector de la Enciclopedia. En su carrera amatoria fue también protagonista de episodios hilarantes mas propios de una película de erotismo subido de tono. Invitado a la casa de una amante suya para reconciliarse, cuatro hombres lo desnudaron y azotaron. Una vez vestido, el caballero empuñó sus pistolas y obligó a los asaltantes a azotar a la antigua amante primero y después hacerlo entre ellos.

Gobernador francés en Senegal, ante las condiciones de vida de la población local, los abusos y la esclavitud, trabajó con denuedo en mejorar la situación y sensibilizó a la opinión pública en contra de la esclavitud a su regreso a Francia.

En la película de Soffia Coppola sobre Maria Antonieta (2013), la mujer de Luis XVI, podemos hacernos una idea sobre las intrigas en la corte. Pero Soffia rodó una película históricamente infiel, y vemos una recreación distorsionada de otra gran cortesana, Madame Jeanne Du Barry, una antigua prostituta que fue favorita de Luis XV (padre del guillotinado Luis XVI).

Madame Du Barry, inteligente y hermosa, sobrevivió a las mil trampas que le tendieron en la corte y supo ascender en la escala social, no solo gracias a sus artes amatorias, sino por sus habilidades sociales. Detestada por la nobleza y Maria Antonieta, a la muerte de Luis XV fue obligada a recluirse en un monasterio cuando tenía treinta años y estaba en el esplendor de su belleza. Pero supo salir del trance, reconquistar influencias y reinar en los salones de París.

Su gran amante fue el duque Louis Hercule Timoléon de Brissac, célebre por su colección de arte. Como demuestra este caso, el libertino no es un «casanova» que colecciona mujeres, sino que las ama una a una y en la forma en que cada una quiere ser amada. Por eso mantiene relaciones de igualdad con todas las mujeres, ya sean nobles o prostitutas, y es leal. Las ama a todas, no hay duda, pero las ama física y espiritualmente. El amor libertino es recíproco: no sólo del hombre, sino también de la mujer.

Brissac  conocía a la perfección los textos de los enciclopedistas y era partidario de los ilustrados. Con la llegada de la Revolución, Brissac la apoyó y se negó a emigrar como la mayoría de la nobleza. Se mantuvo fiel al lema de María Antonieta de que «un caballero siempre está en su lugar cuando está al lado del rey». Detenido, murió durante el traslado al ser asaltada la carreta en la que iba por la multitud. Pero vendió cara su vida al defenderse con lo que tenía a mano. También Madame Du Barry fue condenada y guillotinada.

 

Los malentendidos de la libertad

Ninguno de los retratados fue un reaccionario. Quien defiende la libertad personal por encima de creencias e ideas, suele ser amigo de la tolerancia y enemigo de todo autoritarismo. Muchos de estos personajes, conscientes de la situación  en que se encontraba Luis XVI abogaron por un monarquía constitucional y reformas profundas, aparte de ser lectores de la Enciclopedia y tratar a Diderot y Voltaire. Por eso, de una manera más o menos comprometida, fueron protagonistas de la renovación cultural que Francia conoció durante la segunda mitad del siglo XVIII y que les distanció de la política seguida en la corte de Versalles.

En el fondo, la esencia del libertino no se encuentra en el goce sexual sino en la subversión de las normas mentales y materiales en que está encerrada la vida. Partidarios de los cambios de una monarquía que hacía agua por todos los lados, no entendieron que las primeras víctimas de toda revolución son sus hijos adoptivos.

No todos acabaron en la guillotina durante el Terror. Algunos eligieron luego a Napoleón, otros a Luis XVIII. Pero muchos de ellos, como nos recuerda Benedetta Craveri citando el historiador francés Hipólito Taine,  se dejaron detener dócilmente porque eran los campeones de las buenas formas y gente propensa a no armar jaleo.

Parafraseando la cita de Chateaubriand que encabeza el retrato de Lauzun y que dice: «Vi pasar, uniformado de húsar, a galope tendido en un caballo bereber, a uno de aquellos hombres con los que acababa un mundo», podemos decir que gracias a Benedetta Craveri hemos sido los lectores privilegiados de un libro que nos ha descubierto una civilización apasionante y desaparecida.

 

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http://www.siruela.com/catalogo.php?id_libro=3638&completa=S

 

1) Amantes y reinas. El poder de las mujeres (Siruela, 2015). La Cultura de la conversación (Siruela, 2007).María Antonieta y el escándalo del collar (Siruela, 2007)Madame du Deffand y su mundo (Siruela, 2005)