Leopoldo María Panero en la película El Desencanto (1976), dirigida por Jaime Chávarri

 

La nueva edición ampliada y revisada de  El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero de J. Benito Fernández (Anagrama, 2023) nos trae de nuevo al poeta Leopoldo María Panero, poeta antes que personaje de la España transitoria de los años setenta y ochenta. Panero fue hijo y hermano de poetas. En el caso del padre, Leopoldo Panero, un buen poeta asociado con el franquismo o al menos no antifranquista en un momento en que la mayoría de la cultura estaba escorada hacia la militancia política y social en contra del régimen. Un hermano mayor poeta, Juan Luis, cuya poesía tardó en encontrar su hueco. Completan el cuadro el hermano pequeño, Michi, noctívago y lúcido ambientador de varios mundos y la madre, Felicidad Blanc, tan hermosa como hipersensible. Una mujer que dimitió de sí misma, según sus palabras, para servir a su variopinta familia, empezando por su alcoholizado marido. Familia inmortalizada en la película de Jaime Chávarri, El desencanto, estrenado en 1976 poco después de la muerte de Franco y que representó más que un retrato familiar, el final de una etapa en un sentido más amplio político y social.

J. Benito Fernández es un biógrafo riguroso, al modo anglosajón, una especie rara en este país, razón por la cual son muchos los anglosajones que escriben de cosas patrias, como si también un señora o señor de Alicante escribiesen una buena biografía pormenorizada de El Duque de Edimburgo, pongo por caso. Pero en esa visión anglosajona suele haber distancia, ecuanimidad y datos comprobados hasta el paroxismo. También entretenimiento porque saben contar las vidas de sus biografiados sin convertirlas en hagiografías o cronologías de méritos. No inventan, ni condenan de antemano, ni llevan la harina al propio costal para demostrar lo que de antemano queremos enseñar.

El autor de esta buena biografía no se deja llevar por las olas. Entrevista y comprueba. Lee y verifica. En definitiva, si leemos una biografía suya sabemos que lo que está diciendo es lo que más se acerca a la vida del biografiado. Como además tiene la agilidad de su antiguo oficio de periodista, sabe ir al grano y no aburre. Encima conoce la época del biografiado de primera mano. Un detalle importante.

 

J. Benito Fernández

 

Todas estas características son importantes para escribir sobre Leopoldo María Panero, del que se conocen miles de aventuras y anécdotas. Son muchos los que pueden contar una o varias que en algunos casos de adentran en la leyenda. Benito llega hasta donde es posible seguir la estela de Panero, que fue poeta antes que personaje. Un biografiado que toca todos los límites desde mediados de los años sesenta hasta los setenta, más o menos. Una época en que vivir en la frontera conllevaba un peaje más caro porque se estaba bajo el régimen del general Franco. Panero vive, conoce el extremo de lo político en su lado izquierdista, las múltiples drogas, la homosexualidad, la noche. Experimenta el exceso con un impulso transgresor al que contribuye su estado mental psicótico a modo de turbina.

Pero también se ve favorecido por un momento histórico que, más allá de la situación española, nace en la modernidad tardía de la contracultura norteamericana de los años sesenta y que se expande por todo Occidente. Nuevos mensajes y formas de vida que ven en el exceso un valor que nos hace sentir más vivos. Un halo de autenticidad. El límite bordea con el abismo y son muchos los que se caen por el precipicio, que fue lo que ocurrió a varios personajes que también aparecen en esta excelente biografía.

Leopoldo María Panero no cayó en el abismo, y al igual que tampoco Cioran se suicidó pese a proclamar el sinsentido del vivir, se institucionalizó como loco oficial en distintos psiquiátricos patrios como el de Leganés, Mondragón o Canarias. Los psiquiátricos son instituciones que te organizan la vida, incluso te permiten pequeñas salidas. Aún se le recuerda en los bares de Leganés o las tabernas de Mondragón, la mirada huidiza de ojos profundos, el cigarrillo en la boca y la copa en la mano. El hombre del desorden absoluto, el poeta irracional, encuentra por fin un orden para subsistir. Siempre rodeado de fans, con la madre pendiente de él y una poesía que me parece mejor al principio que al final de su vida, pero que representa un momento. El de la demasía, el exceso, cuando muerto el Caudillo Franco y el padre natural, se buscan otros progenitores con pies de barro por derribar y se acaba cayendo en el abismo porque suele ser de noche, se ha bebido y drogado demasiado y no se ve bien. Leopoldo María Panero no cayó por ese precipicio. Le salvó adoptar el papel de loco egregio.

 

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