Josep Pla con Baltasar Porcel y Lluís Permanyer. Archivo Lluís Permenyer
La biografía que ha escrito Sergio Vila-Sanjuán sobre el escritor mallorquín Baltasar Porcel (Andratx, 1937-Barcelona, 2009) titulada El Joven Porcel nos lleva a una época de grandes transformaciones, los años sesenta, protagonizada por un personaje decido a triunfar en el mundo cultural que tenía a Barcelona como centro, tanto en el ámbito catalán como castellano. Porcel lo lograría en el periodo comprendido entre el 22 de abril de 1960, fecha de su llegada a Barcelona desde Palma de Mallorca, y la consecución del premio Josep Pla en 1970 con la novela Difuntos bajo los almendros en flor y que consolidará su trayectoria.
El escritor y periodista Sergio Vila-Sanjuán conoció a Porcel antes de empezar a trabajar en el periódico barcelonés La Vanguardia en 1987, y donde también lo hacía el escritor mallorquín. Luego se vieron con cierta regularidad. Vila-Sanjuán, que ha tenido acceso al archivo personal del escritor, concluye esta biografía en 1973 con un viaje a la China de la revolución cultural que desata las simpatías de Porcel por el maoísmo. Desde un punto de vista narrativo explica la relación del escritor con los diversos personajes que tuvieron importancia en su vida (a muchos de los cuales ha entrevistado) sin un orden cronológico exacto sino más bien vinculados por asuntos comunes.
¿Quien fue Baltasar Porcel? Según dijo él mismo en una entrevista concedida al diario catalán Avui en el 2008 tras ganar el premio Sant Joan Caixa Sabadell con la novela Cada castell i totes les ombres (Cada castillo y todas las sombras): “Soy un desclasado, porque vengo de un pueblo aislado y no rico y me he formado a través de la cultura. Mi interior está hecho de libros, pero escribiendo puedes saltarte las clases sociales. Yo me siento superior a cualquier rico, porque mis manías son creadoras y no de dinero”.
Como leemos en esta biografía, el joven desclasado de verdad, el de 1960, y no el hombre de 2008, un año antes de morir por un tumor cerebral, escapa de la provinciana Mallorca de entonces y llega a Barcelona con una maleta y sin más indicaciones que la dirección del crítico literario Joan Triadú que le acoge en su casa sin apenas conocerlo y le consigue el primer empleo en una tienda de muebles.

Baltasar Porcel gana en 1970 el premio Josep Pla
El joven Porcel tiene magnetismo y habilidad social. En su Mallorca natal entabló amistad con las dos grandes figuras literarias que vivían en la isla, Llorenç Villalonga, y Camilo José Cela. El primero era un escritor y psiquiatra, refinado y rico, que tenía una tertulia literaria y le enseñó a moverse en el mundillo literario. Villalonga le retrató en su novela “El ángel rebelde”. Ambos mantuvieron una amplia correspondencia publicada muchos años después. Una relación que se rompió cuando a Villalonga no le gustó la segunda novela de Porcel La luna y lo Cala Llamp (1963). De Cela aprendió la habilidad de expresar sus deseos de una manera abierta y directa, hasta convencer al interlocutor con la seguridad de las afirmaciones propias.
Para un joven en plena escalada cultural, social y política, los padrinos y protectores son esenciales. Vila-Sanjuán dedica una parte de la biografía a desentrañar la relación de Porcel con estos hombres “faro” que utiliza y le utilizan. A una persona tan contradictoria como el escritor mallorquín y capaz de conciliar opuestos en su vida personal y pública no le supone mucho esfuerzo.
Entre ellos estará Josep Pla, uno de los más importantes escritores catalanes del siglo XX, que le introducirá en la revista y editorial Destino del editor Josep Vergés, y el dueño de Planeta, José Manuel Lara, editorial donde trabajó Porcel. O también el expresidente de la generalidad catalana, Jordi Pujol. De entre ellas, la relación con Pla fue tal vez el modelo de este tipo de amistades como valor de uso y cambio. Porcel inauguró su colaboración con la revista catalanista ‘Serra d’Or’ con una entrevista en profundidad con Pla que a este le fue útil para reaparecer en ambientes en los que estaba mal visto por su colaboracionismo con el régimen franquista durante la Guerra Civil y en el inmediato después.
Porcel tuvo una gran amistad con Pla y gracias a él empezó a escribir en el semanario Destino (creado en Burgos durante la Guerra Civil por Vergés y otros amigos suyos falangistas). Incluso los dos viajaron a Mallorca para un reportaje sobre los mallorquines de Pla. Porcel tenía pensado escribir la biografía de Pla y de Villalonga que no llegó a hacer, aunque en el caso del primero, como descubrió Vila-Sanjuán en los papeles de su archivo, tenía el esbozo hecho.
Pla, como antes Villalonga, desaparece de su vida cuando Porcel se convierta en director de Destino al ser comprado en los años setenta por Jordi Pujol. Porcel no tendrá reparos en acabar con las colaboraciones de un Pla que defiende la dictadura portuguesa, lo que no cuadra con la línea editorial del semanario en los albores de la democracia española.
¿Y las mujeres? Dos son claves. Un amor prohibido y su mujer. El primero fue con la escritora Concha Alós, once años mayor que él, y que estaba casada con el director del periódico en el que trabajaba Porcel como corrector de pruebas en Palma de Mallorca. Una historia que también propició el traslado de Mallorca a Barcelona y donde ella le siguió. En los años sesenta, Alós ganó dos veces el Premio Planeta, a lo que no fue ajeno Porcel. Ella por su parte tradujo al castellano novelas suyas y le sirvió de difusora de su obra.
Porcel conocerá en el tren que le conducía a París en 1969 en una misión cultural catalanista a una estudiante de veinte años que estaba matriculada en los seminarios del filósofo y sociólogo Edgar Morin y del politólogo Raymond Aron en l’École Pratique des Hautes Études de la capital francesa. Se llamaba Maria Àngels Roque. Acabaría siendo su mujer y le hará padre de dos hijos.Del amor prohibido quedan las cartas que ella le envía a París extrañada de no recibir noticias suyas.
El joven Porcel fue también un contestario a su forma y manera con simpatías anarquistas y maoístas. Si en 1960 no duda en imprimir panfletos a favor de Pujol, detenido meses antes por diversas protestas nacionalistas y antifranquistas, vive los grandes acontecimientos de los años sesenta de primera mano. En su faceta de periodista no duda en viajar al París del 68, ver las protestas contra la guerra del Vietnam, la Ibiza de los hippies, los Black Panthers… dando lugar a una serie de reportajes donde se analizan estos movimientos.
Una de las anécdotas que se cuentan en el libro es cuando asiste a la representación del musical Hair en París. Acorde al espíritu de la época, los actores invitan al final del espectáculo a subir al escenario a los espectadores y desnudarse al igual que lo están ellos como signo de liberación, paz y amor. Baltasar Porcel no dudó un instante y allí fue con los espectadores más atrevidos.
Tuvo una personalidad volcánica, activa y con suerte en sus muchas vueltas y contradicciones. Sin ir mas lejos, el conocimiento de Pujol le será muy útil cuando presida el Gobierno autonómico catalán con la llegada de la democracia.
Su obra literaria fue de carácter tremendista al comienzo por la influencia de Cela para luego pasar a un realismo mágico (editó a los autores del Boom en Planeta) y terminar enlazando localismo y mito en sus mejores obras como Mediterráneo (1996) y El cor del senglar (2000).
En 1973 Porcel ha conquistado las bases que le permitirán pisar la cima en las décadas siguientes y que le conducirán a mantener incluso una amistad con el rey Juan Carlos I que se valió de él como interlocutor.
En definitiva, una biografía que es también el retrato de una ciudad y una época, y que leemos como una buena novela basada en hechos reales.
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