El escritor argentino Marcelo Guerrieri (Lomas de Zamora, 1973) acaba de publicar Con esta luna, una novela donde se encuentran personajes y mitologías urbanas, ensoñaciones, conflictos políticos y fantasías de todo tipo que la convierten en una novela de muchos géneros, pero sobretodo muy original en su planteamiento. Guerrireri estudió antropología en la UBA (Universidad de Buenos Aires) y es profesor en Artes de la Escritura de la UNA (La Universidad Nacional de las Artes). Fue alumno del taller literario de Alberto Laiseca y es autor del libro de cuentos Árboles de tronco rojo y de la novela Farmacia (Factotum, 2017). En su época de estudiante inició una investigación que luego le sirvió de inspiración para comenzar Con esta luna. Hablamos con el autor para que nos hable de su nuevo libro.
¿Cómo y cuándo apareció el título del libro?
Esta novela tuvo distintos nombres provisorios. Rojo y Negro le hubiera quedado justo pero me lo primereó Stendhal por casi doscientos años, así que derivó en Oscuro y rojo, y así se llamó provisoriamente, pasando por Vuelve con la luna, hasta que apareció Con esta luna y ahí dije ya está, a este ya le encontré el apodo. Darle título a una novela o a un cuento es como encontrar ese apodo que a una persona le queda como pintado, que después no podés imaginarte a esa persona sin ese apodo.
Este es tu tercer libro, ¿que pretendes con esta nueva obra?
Un poco lo que pretendo con todo texto que doy a conocer, que encuentre sus lectores amigos, esos con los que entable una relación de complicidad. Después es un mensaje en una botella. No hay forma de saber qué va a pasar y ahí el libro empieza a ser escrito por los lectores, a multiplicar sentidos en las miradas que los lectores te devuelven. Si lo pienso en continuidad con Farmacia, por ejemplo, Con esta luna también tiene un anclaje referencial bien reconocible, hay una problemática político social que opera como marco para la historia y los personajes; pero a diferencia de Farmacia, en este caso el mundo de la narración se expande a partir del trabajo con elementos fantásticos, ligados principalmente a mitos populares, que hasta ahora yo había laburado solo en narraciones breves; en La Telesita, por ejemplo, que está en mi libro de cuentos Árboles de tronco rojo. También veo una continuidad en la búsqueda de tomar elementos, conceptos, procedimientos de la antropología y llevarlos a la ficción. Algo que en otros textos míos trabajé al nivel de la composición y en esta novela se hace de forma explícita en el nivel de la historia.
¿Cómo inició la idea general que te impulso a escribir esta novela?
Una motivación tuvo que ver con el ambiente en que transcurre parte de la novela. Está inspirado en un bar en una estación de servicio al que íbamos con amigos hace varios años, cuando a la madrugada estaba todo cerrado y teníamos ganas de seguir de charla. El interés en ese espacio me llevó primero a hacer una investigación de campo para la facultad, sobre los taxistas de la noche que paraban ahí, que usaban ese espacio como parada de descanso. Durante varios meses hice entrevistas, y lo que en antropología se llama observación participante. Cuando terminé esa investigación me di cuenta de que tenía un material que me daba muchas ganas de recortar y usar para trabajarlo en la ficción.

Marcelo Guerrieri
¿Cómo fue encontrar la voz narradora que te hiciera sentir especial para comenzar a narrar?
El narrador es una tercera persona, con una focalización cercana a los personajes principales. Eso lo decidí desde el comienzo. El narrador va cambiando por capítulos esa perspectiva. También quería trabajar la oralidad. Hay varias situaciones en las que los personajes se cuentan historias entre sí: taxistas que se cuentan historias de pasajeros alrededor de una mesa de café, amigos que revelan secretos de su pasado después de una borrachera, amantes que se narran sueños…
De haber elegido otra profesión, ¿qué otro oficio te hubiese gustado?
Me gusta la carpintería, que ejerzo de manera amateur. De a poco me fui comprando herramientas, empecé haciendo cosas con videos de Youtube y en un momento fui a aprender a un taller de oficios. Durante un año iba todos los días a un Centro de Formación Profesional que está en Flores. Ahí aprendí lo básico y empecé a animarme a hacer cosas más complicadas. Me hice mi biblioteca, una cama, un escritorio, un armario, un zapatero, un banco, una mesa ratona, un sillón.
¿Cómo fueron tus primeros acercamientos a las letras?
Desde la lectura, de chico y en la adolescencia, un libro me llevaba a otro, entre los amigos nos recomendábamos libros, la lectura siempre fue un refugio, un lugar al que ir a pasarla bien, a estar solo pero acompañado. Después empecé a escribir como una forma de catarsis, sin ninguna pretensión literaria, lo mostraba a los amigos. De a poco fui sintiendo que eso me gustaba y empecé a querer mejorar. Fui al taller literario de Alberto Laiseca, quien se transformó en mi maestro, no solo desde la escritura sino desde una actitud ante el laburo de escritor, una apuesta como forma de vida. Ese taller no solo me abrió a una manera más sistemática de trabajar la escritura sino a integrarme a un grupo de escritores que como yo estábamos arrancando y buscando nuestro camino. Fue importantísimo el acompañamiento de todos ellos. Sobre todo cuando se arranca, tener un grupo de pertenencia, con quienes vas compartiendo descubrimientos, celebrando los logros, desarrollando la paciencia china necesaria para dedicarse a este oficio.
¿Por qué escribe Marcelo Guerrieri ?
Creo que lo que me lleva a seguir escribiendo es haber encontrado en este oficio una forma de estar en el mundo con la que me siento comprometido. Cuando trato de descular un texto, de construir el mecanismo que le vaya dando vida, esa tarea artesanal, implica una introspección que activa conexiones entre la sensibilidad en el presente con los recuerdos, los deseos, el sentido y la musicalidad de las palabras, las imágenes, la observación de la vida cotidiana con intención de recortarla y reinventarla en la ficción, de tratar de contar una historia que me entretenga, emocione, convoque, primero a mí, y ojalá también a los lectores, sentir que uno está tendiendo un diálogo con otros desde todo este entramado que es el texto es algo que me motiva, un esfuerzo que es frustrante por momentos, y que cuando siento que pude resolverlo me da mucha alegría. Después lo que pase con el texto y sus lectores es un enigma que también es parte de este oficio y le da un plus de incertidumbre a la ya de por sí incierta construcción que es un texto literario.