
José Ortega y Gasset
Mario Vargas Llosa considera que el liberalismo no tiene respuestas para todo. Aunque la realidad resulte compleja, siendo una doctrina que acepta en su seno la crítica, incluso la crítica más corrosiva, de cualquier forma, el liberalismo guarda una serie de firmes convicciones. Pocas, pero sólidas.
En esta autobiografía intelectual, titulada La llamada de la tribu, el Nobel de Literatura 2010 hace constar que la libertad representa, sin duda, el valor supremo. La libertad indivisible: sea política, económica, social o cultural. La igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades, junto a un Estado mínimo eficaz, componen la quintaesencia del liberalismo. De ahí que éste, la fórmula social más progresiva a lo largo de la historia, nos va defendiendo frente a la llamada de la tribu. Quizá una batalla, como dice el gran novelista, que no se ganará nunca. «La llamada de la tribu, la atracción de aquella forma de existencia en la que el individuo, esclavizándose a una religión o doctrina o caudillo que asume la responsabilidad de dar respuesta por él a todos los problemas, rehúye el arduo compromiso de la libertad y su soberanía de ser racional, toca, a todas luces, cuerdas íntimas del corazón humano».
Con el propósito de combatir este fatal hechizo, Vargas Llosa ofrece en esta ocasión a los lectores su interpretación del liberalismo como modelo democrático más conveniente. En sus memorias (El pez en el agua, 1993), el escritor ya dio cuenta de su experiencia política, desde su desengaño con la Revolución Cubana hasta la fallida carrera presidencial peruana frente a Fujimori. Ahora es otro el fin. Se trata de exponer un mapa de pensadores liberales que han colaborado en esa casi perpetua tarea de persuasión.
Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel son los escogidos. Con sus hallazgos teóricos y sus contradicciones personales. El recorrido que traza el escritor peruano de sus maestros liberales, dado que con alguno de ellos mantuvo una fructífera amistad, resulta sugestivo.

Mario Vargas Llosa
De Smith y su Teoría de los sentimientos morales destaca el autor que la idea de empatía, la cual logra unir a extraños forjando vínculos, es básica para que la sociedad humana permanezca estable con el paso del tiempo. También las nociones de espectador imparcial, así como la espontaneidad del mercado o la confabulación entre empresarios merecen, a su juicio, especial interés.
Respecto a Ortega y Gasset, llama Vargas Llosa la atención acerca de La deshumanización del arte, donde el filósofo español consideraba que las masas odian el arte nuevo porque no lo entienden. El preludio de lo que vendrá después: la primacía de lo gregario, la llamada de la tribu; una de las preocupaciones del escritor peruano en su producción literaria y leitmotiv de este ensayo.
Sobre Hayek, aparte de La fatal arrogancia, una de sus obras esenciales, señala que para entender mejor al economista austriaco es necesario saber que para él, «el factor clave de la civilización, no es la razón, ni el conocimiento –siempre fragmentario, incompleto y disperso- sino cierto sometimiento de ambos a una tradición depurada por la experiencia vivida».
En torno a Popper, a quien estudia fundadamente, destaca Vargas Llosa que el liberalismo del vienés «está impregnado de una voluntad de justicia que a veces se halla ausente en quienes cifran el destino de la libertad sólo en la existencia de mercados libres». Aparte de La sociedad abierta y sus enemigos, la verdad popperiana, la verdad que se va descubriendo sin fin, de cara a la evolución científica, tiene en estas páginas una especial resonancia.
Después, el novelista se pregunta por qué Jean-Paul Sartre ganó la batalla mediática frente a su coetáneo Aron, el profesor de La Sorbona que rechazó el Mayo del 68. Vargas Llosa lo achaca a la actual frivolización de la cultura. Sin embargo, la hondura reflexiva del sociólogo permanece. Léase El opio de los intelectuales o Ensayos sobre las libertades, donde se concentra su lúcido pensamiento. Revel es el otro autor francés dentro del panteón liberal: el mítico director de L´Express que develó la faz del comunismo soviético durante la Guerra Fría, tanto en El conocimiento inútil como en La tentación totalitaria.
Finalmente, pese a cierta preferencia hacia Popper, quizá el modelo de liberalismo que preconiza Vargas Llosa se decanta más por el que representó Isaiah Berlin, historiador de las ideas y biógrafo de Marx, célebre por su doble concepto de la libertad. Para el Nobel, cualquier gobernante liberal, dejando atrás cualquier abstracción, «debe enfrentar a la realidad social e histórica de manera flexible, sin creer que se puede encasillar a todas las sociedades en un solo esquema teórico, actitud contraproducente que provoca fracasos y frustraciones».
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