David Toscana
La ciudad que el diablo se llevó es una novela de David Toscana (Monterrey, México, 1961) publicada en México hace ocho años y que ahora se edita en España por Candaya. Se trata de una de las mejores narraciones de uno de los grandes escritores mexicanos de hoy día y que algunos han comparado con Daniel Sada, el celebrado autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, haciendo de estos dos nombres una suerte de resumen de la calidad de una literatura, la mexicana, pródiga en autores.
La novela se apropia de un paisaje, la Varsovia de los primeros tiempos de la posguerra, donde por avatares de la geopolítica y a pesar, o quizá por ello, de haber participado al lado de los angloamericanos desde el primer momento de la II Guerra Mundial, fue entregada en cierta forma a los soviéticos, que se dedicaron a destruir a su antojo a la clase dirigente polaca de antes de la guerra, una clase dirigente especialmente brillante. A través de las vivencias y las descripciones de unos personajes por las ruinas de una ciudad,donde la devastación ofrece lugar para que anide la belleza y la esperanza, Feliks, Kazimierz, Eugeniusz y Ludwick, Toscana despliega un cuadro de horrores donde conviven la literatura, el alcohol, el hambre… y la solidaridad, mediante la convivencia con Olga, Marianka, Kasia y Gosia, en el que a través de ella vuelve a reconstruirse la belleza del mundo de nuevo…
Con motivo de la publicación del libro hemos mantenido esta entrevista con el autor donde se rozan ciertos temas, se explica la implicación personal del autor en el espíritu de la novela y se reconocen maestros…
Se ha publicado en España este año su novela «La ciudad que el diablo se llevó» que se editó en Alfaguara de México en 2012. Aún recuerdo cuando en las librerías españolas se vendían novelas mexicanas, argentinas, chilenas… publicadas por sus casas de origen y que nos daban a conocer de inmediato lo que se escribía en esos países. Costumbre que ha desaparecido por desgracia…Lo digo porque no deja de ser algo más que un fastidio que entre esta novela y hasta la fecha haya escrito otras dos novelas, que yo sepa, Evangelia y Olegaroy…
Cuando las editoriales eran pequeñas e independientes, los libros circulaban con libertad. Hoy las plutoeditoras cuidan sus fronteras, sus mercados y evitan canibalizarse las ventas. Hubo una época en que el libro volaba directo de México a Buenos Aires. Hoy debe hacer escala en Barcelona, con una aduana que quizás no lo deje pasar.
Usted vive ahora en España, después de un recorrido por diversos países de Europa, supongo que también en Polonia porque su novela transcurre en Varsovia, como un ejemplo de resurrección después de la debacle. De nuevo el tema de la muerte…
Viví siete años en Polonia. Soy muy amoroso de su historia y literatura. El mismo día que llegué, renté un departamento en la avenida Marszalkowska. En la entrada del edificio había un letrero: “Aquí fueron ejecutados tantos polacos…” y se seguían encendiendo veladoras en su memoria. De inmediato supe que esa ciudad me estaba dictando una novela.
En sus novelas, no sólo en esta que nos ocupa, se halla siempre el polemós, la lucha como esencia del existir del hombre, lo que nos llevaría a una concepción trágica de la vda, pero en sus libros siempre aletea la esperanza, por muy lejana que parezca. Me recuerda en esto a otro “falso pesimista”, Juan Carlos Onetti…
Onetti es mi maestro. Hace años que no lo releo, pero sigo contagiado de su prosa y su visión del mundo. Me da mucho gusto ver eso de “falso pesimista”, porque aunque sus escenarios son muy sombríos no llegan a ser pesimistas cuando por sobre todas las cosas sigue latiendo el impulso de vivir. Otro de mis maestros es Chéjov. Él comenzó a toser sangre a los veintipocos años. Luego vino una lucha por vivir hasta que murió a los cuarentaicuatro años. Sus cuentos de mayor aliento son una búsqueda de la supervivencia al mismo tiempo que se busca el sentido de la vida. El parlamento más emblemático de sus Tres hermanas, es cuando Masha clama: “¡Es preciso vivir, es preciso vivir!”
La novela está muy documentada y ello se nota aunque no sea necesario que se explicite en la narración. Es de notar que siempre que nos referimos a la resistencia en Varsovia nos venga al imaginario la rebelión contra los nazis. Pero es que usted nos habla de algo mucho menos conocido como es la resistencia a los soviéticos. ¿Le costó mucho lograr esa ambientación?
Mi novela comienza cuando la guerra ya terminó. Los polacos quedaron muy desilusionados porque lucharon con demasiadas agallas y sacrificio, quedaron del lado ganador, pero les tocó castigo como si hubiesen perdido. En vez de ser botín de los alemanes, lo fueron de los rusos. Para conocer esta situación leí historia, pero sobre todo leí memorias, muchas de ellas inéditas. Además me inserté en una familia que siempre había luchado contra el comunismo, que en los últimos años participó en el movimiento de Solidaridad.
Esta novela abunda en los temas que han hecho recurrente su literatura: la violencia del día a día, la contemplación de una civilización que se derrumba, el recorrido por las ruinas, la lucha. La esperanza, sin olvidar el alcohol… pero parecería que usted lleva al lector, y esa es una de sus características, a caminos no trillados por esos presupuestos Así, la radical apuesta por la belleza a pesar de…
Goya pinta cosas terribles que son bellísimas. Me impulsa un espíritu goyesco a la hora de escribir. Después de tantas narraciones de victimismo sobre esta guerra, no quería sumarme al coro. Ahí está el horror, pero la novela no llora por los muertos, brinda por los vivos. La novela se conmueve con la tragedia, pero ha de ser valiente. Eso es arte, quien lo probó, lo sabe. El arte es celebrar la existencia, celebrar al ser humano y claro que para eso también hace falta una copa de vino. En la medida que el arte pierda importancia, el ser humano también la perderá. En el Renacimiento el arte estaba en el centro, y el hombre era el centro. Hoy hay mucha gente que se siente culpable por ser humano y cree que los animales son más civilizados. Esa bobada no la piensa nadie que haya llorado ante un Caravaggio, un Verdi o un Dostoyevski.
Usted ha publicado Evangelia hace cuatro años, donde sustituye a Jesucristo por Emanuel, hija también de María y José, siendo la primogénita. En estos últimos años algunos escritores españoles han interpretado en algunas novelas alternativas a los Evangelios canónicos por motivos varios. ¿El suyo tiene que ver con dotar a la mujer de presencia en uno de los textos fundamentales de la cultura occidental?
Quise escribir un libro sagrado que revisitara los evangelios y la biblia, cambiando la perspectiva del hombre hacia una mujer, y sobre todo narrando no como profeta o evangelista, sino como novelista. Esto último no es una sutil diferencia, sino que cambia de raíz los evangelios. Por ejemplo: la biblia resuelve en tres líneas la masacre de los inocentes. Pero un novelista necesita recrear la escena al punto de que se desmorona la idea que nos ha legado la tradición sobre este momento. ¿De veras cuando las madres saben que los romanos están matando niños corren a las plazas públicas con sus bebés en brazos? ¿Acaso no tenían también padres que lucharían y darían la vida por ellos? En el proceso de escritura me di cuenta de que Pedro tiene mucho de Sancho Panza.
Podría hablarme de sus influencias literarias. Siempre se habla de Cervantes, claro, también de Onetti, de Borges.. pero ¿podría darme algún nombre de la tradición de su país? Por diversos motivos muy distintos se me ocurren Rulfo y Arreola…
Hay varios autores que leo y releo para aprender de su prosa: Rulfo, García Márquez, José Donoso, los grandes del Siglo de Oro, pero las influencias que van más allá del lenguaje y me contagian con sus mundos narrativos están más hacia el oriente: Kafka, Joseph Roth, Jasroslav Hasek, Ivo Andric, Isaac Bashevis Singer, Ismail Kadaré y un rosario de autores rusos.
¿Podría darme su opinión sobre la literatura que se hace hoy día en América, que considero con una “vocación de estilo” superior a la de sus colegas españoles de generación. ¿A qué cree que se debe este fenómeno?
No me atrevería a señalar diferencias y tasaciones entre las dos literaturas, y mucho menos a buscarle causas, apenas puedo decir que Latinoamérica es una región muy condimentada con conflictos, injusticias, incoherencias, que alimentan la imaginación y la necesidad de dar coherencia a la realidad. Además somos legión, pues hay nueve veces más hispanoparlantes en nuestro continente que en la península ibérica. También noto que Latinoamérica se siente periferia, y en la periferia siempre se da mayor esfuerzo por hallar la universalidad; en cambio, quien se siente centro, se oxida. En términos generales, Latinoamérica es terreno fértil para la literatura. Y sin embargo no alcanzo a explicar nada con esto, porque la literatura no se hace con promedios, sino con picos. Lo que sí digo con certeza es que siempre nos ha parecido una mala broma la costumbre del premio Cervantes de alternar equitativamente entre escritores españoles y latinoamericanos.

Fotografía de la portada: “Músicos callejeros en Varsovia”. 1933. Narodowe Archiwum Cyfrowe (Archivo Nacional Digital de Polonia)