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Con motivo del 40 aniversario de la  sala El  Sol  que se  celebra lo largo del año con distintos  eventos, el primero de  los  cuales se celebrará hoy, martes, con un encuentro histórico sobre la historia de  El Sol con la participación de Fernando Calvo , Jefe de puerta de El Sol; Víctor Coyote, Diseñador y músico; Juan Carlos de Laiglesia, Periodista y escritor;  José Antonio Maillo, Periodista;  Manuel Notario, Director de Hook Management;  Jesús Ordovás, Periodista; Fernando Pardo, Músico; Nathalie Poza, actriz; Marcela San Martín,Programadora musical y vicepresidenta de MIM, moderado por David Novaes, Codirector de El Sol, reproducimos la entrevista realizada un año antes de fallecer a su creador, Antonio Gastón(1937-2011), en  Libros, nocturnidad y alevosía.

 

Antonio Gastón. Foto de Roberto Molino

 

Si hubo un local que supuso una gran innovación en la noche madrileña fue El Sol de Antonio Gastón.  Durante su imperio, en los años que van desde 1979 a 1993, El Sol fue un local mítico donde se logró esa extraña mezcla que representa el ideal de todo buen cóctel, y en el que se nota el arte de quien lo prepara, en este caso Antonio Gastón. Un hombre que supo hacer de su club un espectáculo continuo. Representando el papel del animador al estilo de los viejos cabarés, esos maestros de ceremonias que de una forma sutil manejan los hilos del local para que todo el mundo se divierta y se sienta a gusto, supo imprimir un estilo muy determinado que lo hizo único. Pero no todo era fiesta y música. Por poner un ejemplo, El Sol fue también el escenario de certámenes artísticos, como el de cuentos que ganó en 1980 Javier Memba con un jurado en el que se encontraban Francisco Umbral y Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. En definitiva, una obra escénica y vital que siempre merecerá el aplauso de quienes tuvimos la suerte de verla muchas veces sin aburrirnos. Por eso hemos decidido traerlo a estas páginas y hacerle unas preguntas.

 

 

Naciste en San Sebastián, ¿no?

Sí, nací en San Sebastián en 1937. Soy el menor de ocho hermanos. Después del  colegio estudié cinco años para religioso de la enseñanza en Los Hermanos del Sagrado Corazón en Alsasua. Después lo dejé y estudié arquitectura en Barcelona y Madrid. En 1979 me alejé de la arquitectura y fundé El Sol.

¿Por qué y cuando te trasladaste a Madrid?

Porque estaba harto del clima triste de San Sebastián y pensé que la luz de Madrid me daría alegría. Y me la dio.

¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión de arquitecto?

Sentir que las personas – clientes – van a habitar una casa que yo he pensado, proyectado y construido para ellas. En Las Almenas, en Arturo Soria en Madrid, di máxima importancia a la comodidad. Fue la primera torre de pisos de lujo comerciales de la ciudad. Nos los quitaban de las manos. En San Sebastián, en la Avenida de la Libertad, por poner otro ejemplo, di prioridad a la luz, los materiales y las formas. Siempre ha sido muy importante para mí que mis edificios tengan una buena vejez. Creo que puedo presumir de haberlo conseguido.

 

Las escaleras de El Sol en 1979

 

Trabajaste como arquitecto en un despacho, ¿no?

No. Siempre he tenido mi propio estudio y también he trabajado con mis hermanos que eran constructores y aparejadores.

¿Cómo surgió el proyecto de «El Sol»?

Surgió como una plataforma cultural alegre y divertida. A  mí lo que más me gustaba era la música, el cine, el arte… y después de  morir Franco vi que en Madrid hacía falta un local donde la cultura y la libertad fueran diversión.

¿Qué tuvo más importancia a la hora de planificarlo, el diseño del local, el ambiente que se deseaba crear o la zona dónde debía estar?

Un poco todo. Pero te diré que todo el mundo me tomaba  por  loco cuando escogí la calle Jardines al lado de la calle Montera. En  esa época no existían ni Joy Eslava ni Pachá y la zona del centro estaba muy abandonada y degradada. Sin embargo, yo pensaba que Madrid evolucionaría y el centro y todas las calles cercanas a la Gran Vía se convertirían en lo mejor como sucede en cualquier capital europea.

El local era el antiguo Malambo donde había tocado gente como Jorge Cafrune. Cuando lo visité por primera vez me enamoré de la escalera. Había un falso techo que ocultaba un espacio magnífico pero yo me di cuenta de que tenía unas posibilidades increíbles.

En cuanto al ambiente lo que yo sí tenía claro es que tenía que ser cálido y libre.

 

Antonio delante de un poster con el logo de El Sol.

¿Cuáles eran sus características principales?

La luz. El neón de color rosa del que incluso Miguel  Ríos hizo su célebre canción. Normalmente las discotecas son negras con focos etc. para que la gente se desoriente, no sepan qué hora es…y consuman más. En El Sol las personas se veían unas a otras con luz clara y podían controlarse a través de los espejos. Había mucho espacio de circulación y todo esto propiciaba la comunicación.

¿Qué aportó entonces a la noche madrileña?

Muchísima diversión. Por lo menos eso me decís los que ibais. Sigo encontrándome con gente que ahora tienen más de 40 años y me dicen “Antonio, los mejores años de mi vida los pasé en El Sol”.

¿Cuál crees que fue su característica principal?

Al margen de que la música era muy buena (mandaba a los DJS a Nueva York y Londres a comprar los vinilos) y que las actuaciones eran únicas siempre era como ir a una fiesta. La gente se preparaba y sabían que lo iban a pasar bien. Además desde el principio yo dejaba fumar porros, incluso hice que la señora del guardarropa tuviera siempre un cestito con papelillos de fumar de regalo para los clientes.

 

Antonio Gastón y Elena Figueras. Foto Miguel Oriola

¿A qué se debió su éxito?

A que, aunque era un negocio y lógicamente daba dinero, para mí lo importante es que fuera un sitio genial. Intenté hacer todo  lo mejor posible: puse  las copas a 300 pesetas, lo que resultaba mucho más barato que en las otras salas de fiesta; buena música; camareros profesionales que atendían igual de bien a todo el mundo; buen alcohol y mi presencia como anfitrión. Yo lo pasaba bomba recibiendo a todo el mundo. Disfrutaba viendo disfrutar a los demás.

¿Qué tipo de público lo frecuentaba?

Todo tipo de personas y de todas las clases sociales. En El Sol podía estar un facha al lado de un socialista tomándose la  copa tan amigos. Bandas rivales de rockeros y mods sin molestarse. Las tías más pijas bailando con punkis… Camellos del extrarradio alternando con aristócratas. Muchos artistas y gente de teatro, escritores, músicos, intelectuales etc. Si de algo me siento orgulloso es de haber conseguido una mezcla de gente muy dispar unida por el buen rollo. También de que las mujeres iban solas tranquilamente sin sentirse extrañas ya que siempre se encontraban con gente amiga, algo que no era frecuente en la época. El Sol era todo menos endogámico como por desgracia suelen ser la mayoría de los clubs.

Como promotor y dueño del local, ¿cuál es tu mejor recuerdo?

El de mí mismo interpretando a  Marifé de Triana en el escenario, bailando y poniéndome en trance con las cortinas y la música a todo volumen. También solía romper vasos y tirarme champán por la cabeza. Me divertía muchísimo y hacía que los demás se contagiaran de mi buen humor.

Antonio Gastón interpretando a Marifé de Triana

 

¿La anécdota más divertida?

Ha habido miles pero una muy simpática fue el día en que vi entrar por la puerta a Ouka Lele con un cochinillo en la cabeza a modo de  peluca.

Como artista de la noche, que es para ti y qué representa la nocturnidad.

Personalmente para mí ha sido un paso para alcanzar la tranquilidad y serenidad de la que disfruto en la madurez. Yo siempre digo “el que no se la coge de joven, se la coge de viejo”. Creo que cuando uno es joven debe salir por la noche, bailar, ligar… es parte del aprendizaje de la vida.

Aparte de El Sol y la arquitectura, ¿a qué te has dedicado?

Siempre a temas relacionados con la cultura. He producido películas, he ayudado a músicos, siempre he dibujado – ahora más que nunca – y me gusta mucho escribir. Y todos los días canto. Antes hacía grandes viajes pero ahora me parece un rollazo. Sólo hago viajes al interior de la mente.

 

El actor Félix Rotaeta en Ibiza. Si hubiera habido carnés de socios… Seguro que hubiera estado entre los cinco primeros.

 

Tengo entendido que también has escrito poesía y cuentos, ¿es cierto?

Poesía sí, cuentos no. De hecho sólo leo ensayos. La ficción no me interesa especialmente.

Por último, ¿qué te parece que es necesario para divertirse y vivir con sabiduría?

Ser simpático, alegre y positivo y sobre todo no prejuicioso.