Nueva York, 1977. La gente que sale por la noche quiere divertirse, pero también busca representar su papel favorito como si fuera el protagonista de una obra de teatro experimental, lo mismo que quiere mirar y ser admirada conscientes de vivir en la sociedad del espectáculo. Para lograrlo hay que estar en el momento justo y en el sitio adecuado, que es el Studio54.
Dos años antes, Steve Rubell & Ian Schrager habían alquilado un antiguo estudio televisivo de la CBS situado en la 254 West 54th e inventado la figura del portero-aduana. Nada que ver con los matones de hoy día. De ellos depende lo que se cuece en la sala, porque son los que impiden o dejan entrar a la gente según un criterio que iguala la fama con el look. Nace el mito del Studio 54.
En esta discoteca se organizan fiestas para cualquier ocasión, ya sea una exposición de arte, un cumpleaños, una promoción, la previa de un film, un matrimonio o un divorcio… Todo motivo es bueno y si no existe se inventa. Lo importante es que la fiesta se convierta en un hecho mundano del que se hable al día siguiente y, mejor aún, si escriben de ello las revistas y periódicos especializados.
En 1977, el punk acaba de nacer y mucha gente joven adopta su estética. Hay incluso quien se lo toma como una forma de vida. La mayoría lo ve como un excelente motivo para maquillarse, vestirse y crearse una nueva imagen. En Nueva York, la máquina de los parties siempre se encuentra a punto y consigue implicarlos. Entonces coloca a falsos y auténticos punks delante de una lata de cerveza en un local nocturno que valora, por encima de todo, que la copia supere al original.
Andy Warhol presenta un número de su revista Rolling Stones ocasión para otra fiesta más. Vemos a Warhol en la foto (justo aquí debajo), junto a Bella Azbug. Pero también están famosos como Anthony Quinn, Mick Jagger, Lionel Stender, Gloria Swanson, George Hamilton, ….
Pero a los que no son famosos no les queda más remedio que pasar el filtro de la puerta donde, al contrario de otros locales nocturnos, no se busca la buena presencia o la vestimenta impecable, sino la creatividad carnevalesca. Y si los porteros jueces no te dejan entrar, no te desanimes, otra noche será la tuya. Siempre puedes mirar el espectáculo de los que hacen cola. Te lo pasarás en grande y aprenderás cómo y por qué se consigue entrar.
Acaba de aparecer una revista erótica y para festejarlo hay un show de pornomodelos, travestidos con ligueros (incluido el más conocido del momento, Potassa de La Fayette), y toda la parafernalia que entonces sabía a nuevo y ahora se cultiva en las fiestas de despedida de solteros por los boys and girls contratados para ello.
Hay quien vive exclusivamente para estos parties. Es gente a la que llaman parties-goes. ¿Qué hacen?
Los parties goes son como los murciélagos; sólo les puedes ver de noche, y los mejores acabaran engrosando las filas de los relaciones públicas y organizadores de eventos de la ciudad. Para descubrir a uno sólo tienes que observar con quien se mueve y a quien saluda.
Fiesta sobre patines en la que te obligan a ponerte patines de ruedas para tomar una copa o dar vueltas a la pista y guardar el equilibrio en brazos de tu acompañante.
Esta noche no hay un evento específico, pero se baila y esto es suficiente para que en la pista veamos a Geraldine Chaplin de neo hippy, Pat Cleveland envuelta en traje de oro, Truman Capote con mocasines indios, y un hombre con traje de Wall Street que lleva una cola inflada detrás al estilo de la Pantera rosa. Para cerrar, Blanca Jagger escala el cuerpo del modelo Sterline St. Jacques.
Y este es el motivo por el que hemos recuperado estas fotos que son el documento de un año nocturno frenético, mezcla de loca hilaridad y júbilo desenfrenado, aunque yo prefiero pensar que son parte del álbum de recuerdos de una ciudad cuya nocturnidad y alevosía van a la par desde hace más de un siglo.
