Lea Vélez (Madrid, 1970) es una escritora, periodista y guionista, hija de Carlos Vélez, que dirigió Encuentros con las Artes y las Letras de 1976 a 1982, y Maria Luisa Martín, que ha publicado dos novelas de confesados rasgos autobiográficos, El jardín de la memoria y Nuestra casa en el árbol, novela esta última que reseñé con cierta complacencia porque creí que era narración muy compensada entre la memoria, el ritual del recuerdo de algo doloroso y la determinación intensa de dar lugar a una Arcadia que le sirva de soporte para soportar la prosa del mundo, dicho en elegante lenguaje hegeliano.

Vélez es hija de dos personas que pasaron gran parte de su vida profesional en la televisión pública española (RTVE). Con Maria Luisa Martín colaboré en el programa Autorretrato, que dirigía José Luís Jover y cuyas entrevistas hacía con fortuna Pablo Lizcano, y , no podía ser de otro modo, acabó de guionista, lo que le ha servido para atender a una expresión alta con el menor uso de palabras posibles. Ella no utiliza esta técnica de eficacia narrativa en sus novelas pero sí lo hace con gran fortuna en este libro que nos ocupa, La olivetti, la espía y el loro (Sílex Ediciones), un libro que es un bello homenaje a Carlos Vélez, para Lea Vélez la familia es extremadamente necesaria, pero que, por mor de la inteligencia de la autora, convierte en otra cosa, en la reivinciación de un hombre zarandeado desde sus propias filas. Vélez, al igual que Rafael Conte, salió de las filas falangistas y al igual que Conte, trabajó en Acento, publicación de carácter abierto que pretendía construir puentes pero que dependía de los caprichos más o menos interesados del entonces ministro de Infornación y Turismo durante el franquismo (1962-1969), Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), que dejaba hacer según soplase el viento pero que no le dolían prendas cuando tenía que actuar ejemplarmente, por aquello de que le iba la cosa.

Pero hay más: en realidad el libro es muchas cosas, hecho como está de capas superpuestas. Hay un homenaje constante y una reivindicación de la figura del padre, preterido y despreciado por muchos de sus antiguos correligionarios y tratado de manera similar por la izquierda, que desconfiaba de él por su pasado falangista, pero también de una época, recordada con la autora en conversación con su madre, María Luisa Martin, época reflejada en la transcripción de trozos de entrevistas que se hicieron en el programa Encuentros con las artes y las letras y que Lea Vélez descubrió haciendo mudanza en el sótano de su casa. De pasada diré que no hubo en RTVE una etapa más libre que la de aquellos años en los que gobernó la Unión de Centro Democrático (1977-1982), de los años de Adolfo Suarez, en concreto la que transcurrió bajo el mandato de Fernando Castedo (1981). Recordar algunos de los autores entrevistados produce ahora sana envidia: Italo Calvino, Juan Larrea, Camilo José Cela, Álvaro Cunqueiro, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Jorge Luís Borges, Susan Sontag, Montserrat Roig, Marguerite Duras… en fin, algo que nunca más ha sucedido en RTVE y que hacen del programa de Carlos Vélez el gran programa cultural de televisión y, por ahora, y me temo que por mucho tiempo, irrepetible.

Carlos Vélez

Las conversaciones con la madre son uno de los platos fuertes del libro pues Maria Luisa Martín mantiene una memoria prodigiosa sobre aquellos años, y desde luego, la selección de textos sacados de las cintas magnetofónicas dan una idea al lector que nunca pudo ver aquel programa de la alta calidad de que allí se trataba.

En el programa se estrenaron veteranos del mundo de la cultura con experiencia en el medio televisivo con otros, bisoños, que en poco tiempo emularon a los veteranos: estaba Jesús Torbado, de televisión, y Miguel Bilbatúa, de la casa, y Daniel Sueiro, de la casa, pero de fuera llegaron José Luís Jover, que trabajaba en Pueblo, Andrés Trapiello, Fernando Sánchez Dragó, que dieron la talla en poco tiempo. Jover ya había trabajado en Galería, el programa de Fernando Gómez Redondo, donde se estrenó una joven de pelo frito llamada Paloma Chamorro, que luego colaboraría en Encuentros… y más tarde dirigiría su propio programa, La Edad de Oro, que se convirtió en portavoz de muchos de los músicos de la Movida madrileña y donde aparece, muy joven y ambicioso, un nervioso Pedro Almodóvar.

En fin, un libro bello, necesario porque reivindica una época irrepetible en el mundo televisivo en tanto en cuanto por lo menos se tenía algo parecido a una política cultural y, desde luego, un tremendo homenaje a un padre, y digo tremendo a Vélez late siempre la necesidad brutal de mantener unida a una familia.

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