La tertulia de Ramón Gómez de la Serna (cuarto por la derecha) en el café Pombo, en 1931

Desde aquel sitio de Viena por los turcos en los que la leyenda dilucida la introducción del café en Europa, ese “vino negro” musulmán que se convirtió en bebida de los snobs más intransigentes de Londres, Venecia y Viena, al que acompañó como compañero inevitable, también del sitio de Viena, la invención del croissant, el café ha sido fiel reflejo de los cambios sociales en Europa   desde que en 1635 se abriera en Londres la primera Coffee House, en Lombard Street y acudieran en tropel los intelectuales de la época antes de que prohibiera el rebaje en su reino Carlos II hasta la implantación de los Starbucks por todo el mundo hace pocos años.

Sin embargo hay diferencias, que vienen ya del siglo XVIII, entre la significación del café entre centroeuropeos, países latinos y anglosajones. En España el café como centro conspiratorio se introduce en el siglo XVIII siguiendo el ejemplo del Procope parisino, lugar de encuentro de los enciclopedistas, y ello siguió a lo largo del siglo XIX en perfecta consonancia con otras instituciones, como la salpicadura de los Ateneos, y adquirieron enorme importancia en Madrid en ciertos movimientos culturales rompedores con la ensoñadora modorra finisecular, tal el Modernismo y, posteriormente, que es lo que aquí nos interesa, en la generación de movimientos de vanguardia, cuando se produce lo que se ha llamado la Edad de Plata de la cultura española. Y aquí entra Pombo en la leyenda.

Eduardo Alaminos (Madrid, 1950), estudió Historia del Arte y Museología y ejerció como Director del Museo de Arte Contemporáneo del Centro Conde Duque entre 2001 y 2014. A él se debe, entre exposiciones de renombre que no es pertinente citar aquí por razones de espacio,  la instalación del Despacho de Ramón Gómez de la Serna en el Museo Municipal y luego en el Conde Duque, que dio como resultado un libro curioso, Los Despachos de Ramón Gómez de la Serna. Un Museo pórtatil monstruoso. Alaminos es quizá, hoy día, uno de los grandes estudiosos en Ramón en nuestro país, lo que equivale a que afirmemos, vista la equívoca irradiación de Ramón hoy día fuera de nuestras fronteras, no digamos de nuestro idioma, que es uno de los grandes especialistas mundiales en la vida y obra de aquel que dio vida a Pombo.

Porque en esta especie de reseña atendemos al último libro que acaba de publicar Eduardo Alaminos, Ramón y Pombo. Libros y tertulia (1915-1957) cuya finalidad al escribirlo,  según el autor, “no ha sido otra que realizar un breve viaje por su miscelánea, inagotable y sorprendente intrahistoria, cuando se han cumplido  cien años de la publicación del primer libro sobe la tertulia , Pombo (1918) y más de cien  de la fundación por Ramón de la tertulia , en 1915”, a un autor que se definió a sí mismo como “Ese soy yo, el que va Pombo”, definición justa pues no se puede entender sin Pombo el éxito de esa vocación, por otro lado tan moderna, que tenía Ramón de ser el hombre-anuncio de sí mismo, es decir, la introducción de la conversión del escritor en fetiche de la Modernidad, lo que hizo de nuestro escritor un precursor en nuestro país de lo que se estaba haciendo con otros modos y motivos en Europa, desde el nihilismo desenfrenado del Cabaret Voltaire a las más literarias reuniones de los surrealistas franceses o de los futuristas italianos, a los que habría que añadir como figura emblemática la de James Joyce, que consiguió, con determinación maníaca, convertirse en el autor-anuncio por excelencia, consiguiendo en su época una excitación sin igual en el mundillo cultural europeo y americano ante un libro que no había leído nadie salvo un grupo de amigos. Nunca los “happy few” tuvieron tamaña influencia en el siglo. Ramón, en aquel Madrid esperanzado y todavía lleno del polvo decimonónico del café descrito por Galdós pero movido a revolucionarse en pocos años al modo de una batidora frenética, no le fue a la zaga al autor de Ulises. Para comprobarlo basta con leer este libro de Alaminos.

 Libro que es un caleidoscopio de Ramón y los ramonianos que en el mundo han sido en torno a Pombo. De ahí su importancia porque viene a sintetizar, a reunir, lo que anda desperdigado en testimonios escritos en torno a esta botillería de la calle Carretas y su tertulia más célebre en todo el ancho mundo de las publicaciones dispersas por el mismo. Así, Alaminos, como en un alarde de intenso y prolijo jugador de ajedrez, ha conseguido establecer una tipografía literaria en torno a la legendaria tertulia que puede leerse de muchos modos, porque los diversos capítulos establecen, al modo de los caleidoscopios, una serie de figuras, en este caso opiniones de los que de cerca tuvieron contacto con Pombo, desde el centro mismo de la cosa, es decir, el señor y dueño del secreto, Ramón, hasta los que, atraídos por su fama, cuando visitaban la ciudad se acercaban a la tertulia, así, nuestros Joan María de Sagarra o Josep Pla, que dejaron testimonio de parecer; desde los fieles, que fueron legión en su momento y, lo más importante, muchos años después, como Giménez Caballero o Miguel Pérez Ferrero a los que renegaron de su pasado, caso del atrabiliario Tomás Borrás que no logró nunca quitarse de encima fantasmagorías sádicas y que pombiano en su juventud, hablaría de Pombo más tarde en términos extraños, aunque creemos que lo que en verdad le gustaba de aquella descripción era la degradación de la calle debido a las pajilleras del cine Carretas; desde el parecer un tanto de compromiso y un tanto banales que podemos leer en Confiesoque he vivido, las memorias de Pablo Neruda, a las ambiguas de César González Ruano, muy en la línea del personaje cínico, lúcido y degradado que se había creado; desde las trifulcas de Ramón con Vicente Huidobro a ver quién era más ultraísta hasta las más venenosas de Cansinos Assens, que rivalizaba con Ramón desde su tertulia del Oriental, consiguiendo Eugenio Montes ser el único asistente en ambas, lo que dice todo del personaje; desde ese mirar de “cejas altas” de Ortega y Gasset a ese rechazo visceral de Jorge Luís Borges a escenas tremendistas según su parecer que acontecía en la tertulia… en fin, un libro síntesis donde Alaminos ha sido capaz de agotar todas las facetas habidas y por haber de la relación entre Ramón y Pombo, es decir, de Ramón con el Ramón de la tertulia…

 Libro fundamental en lo que tiene de plasmación única de una topografía cultural en torno a un escritor al que ha dedicado buena parte de su vida y a su tertulia y a su café, el método que emplea Alaminos para realizar tamaño despliegue caleidoscópico es único. No estaría nada mal aprender este método para aplicarlo a otros ejemplos.

 

 

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