En 1492 el italiano Cristoforo Colombo descubrió un nuevo continente gracias a las tres carabelas y a las tripulaciones que le había proporcionado la reina Isabel de Castilla. En 1507 el nuevo continente pasó a llamarse América en honor al florentino Amerigo Vespucci, quien en 1501 fue el primero en darse cuenta de que aquellas tierras eran efectivamente un nuevo continente y no Asia, como había planteado Colombo. Tanto Colombo como Vespucci se convirtieron posteriormente en súbditos castellanos, cambiando sus nombres a Cristóbal Colón y Américo Vespucio, y los Colón también se convirtieron en una importante familia nobiliaria española.
Italia y España en sus escuelas obligatorias tienden cada una a enseñar su propia primacía en el descubrimiento de América, aunque en el fondo se trate del mismo concepto expresado con diferentes acentuaciones. América descubierta por un italiano al servicio de España, América descubierta por España gracias a un navegante de origen italiano. De hecho, en ese momento Italia era el país más rico y culto de Europa y también el que tenía mejores navegantes, pero no tenía unidad nacional ni salida al Atlántico, mientras que España acababa de lograr la unidad nacional y tenía una salida al Atlántico. Dicho en términos modernos, il descubrimiento de América fue una combinación de software italiano y hardware español.
En las décadas siguientes, la unidad nacional y su protagonismo en los descubrimientos americanos permitieron a España una larga temporada de superpotencia, mientras que Italia sin unidad y degradada geográficamente decaía, y se convertía en campo de batalla de una larga disputa entre Francia y España, al final de la cual la mitad de Italia pasa durante un siglo y medio bajo el dominio directo de España, y la mayor parte de la otra mitad bajo su influencia. El papel de los italianos en la colonización del Nuevo Mundo se vuelve menos evidente, pero sigue. Por ejemplo, eran súbditos italianos de la Corona española aquellos padres jesuitas Simone Mascetta y Giuseppe Cataldino que iniciaron las misiones en Paraguay, y que son más conocidos con los nombres españolizados de José Cataldino y Simón Maceta. Y en 1625 fue el napolitano Carlo Andrea Caracciolo, marqués de Torrecuso, el comandante de un Tercio compuesto principalmente por italianos que jugó un papel clave en la reconquista de la ciudad de Bahía a los holandeses. En el modelo de monarquía polisinodal de los Habsburgo existía también un Consejo autónomo de Italia, junto a los de Castilla, Aragón, Portugal, Indias y Flandes.
Después de la Guerra de Sucesión Española, España pierde sus dominios italianos, pero el flujo de italianos en las colonias españolas y portuguesas de las Américas nunca se detiene. Por el contrario, a principios del siglo XIX aumentó debido a la emigración de exiliados durante el «Resurgimiento» (las guerras por la unificación italiana). Entre ellos, para escapar de una pena de muerte por conspiración, también está el marinero Giuseppe Garibaldi, que se hará famoso como un gran general luchando junto a los insurgentes de Rio Grande do Sul contra el Imperio de Brasil, y luego durante el sitio de Montevideo a favor de los colorados de Fructuoso Rivera contra los blancos de Manuel Oribe y los argentinos de Juan Manuel de Rosas. De regreso a Italia para la Primera Guerra de Independencia de 1848 con una milicia de voluntarios italianos de Uruguay vistiendo la camisa roja, Garibaldi se convertirá en protagonista de la historia italiana y también se destacará en la guerra franco-prusiana, utilizando a menudo artimañas guerrilleras aprendidas en América del Sur, y que confunden a los generales europeos.
En la segunda mitad del siglo XIX, la emigración italiana hacia las Américas aumentó, según un proceso común a toda Europa, pero que vio a los italianos adquirir un peso específico importante en algunos países. De los 140 millones de personas de origen italiano que existen hoy en el mundo, solo hay 55.551.000 en Italia, y luego entre 25 y 33 millones en Brasil, incluido el actual presidente Jair Bolsonaro. Entre 20 y 25 millones en Argentina, incluido el anterior presidente Mauricio Macri. Entre 15 y 17,3 millones en Estados Unidos, incluida la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Y luego entre 1 y 5 millones tanto en Francia como en Venezuela, 2,5 millones en Paraguay, 2 millones en Colombia, 1,5 millones en Canadá, un millón en Uruguay y Australia, 611.949 en Alemania, 600.000 en Chile, 500.000 en Perú, 481.825 en Bélgica , 381.316 en Costa Rica En América Latina representan en particular el 60% de la población argentina, un tercio de la población uruguaya y el 15% de la brasileña. Es una frase célebre de Borges que “los argentinos son italianos que hablan español, fueron educados por los ingleses y quieren ser franceses”.

Donato Di Santo
Precisamente por ello en 1911, con motivo de las celebraciones por los cincuenta años de la unidad nacional, y en la proximidad de una guerra con la que Italia habría intentado conquistar Libia y tras otras guerras en las que había intentado expandirse hacia América, esta otra frase la escribió Luigi Einaudi, un distinguido economista liberal destinado a convertirse en presidente de la República Italiana 37 años después: “No está claro por qué Italia quiso crear un imperio en África, cuando basta mirar más allá del Atlántico para descubrir que Italia ya tiene un imperio”.
La frase de Einaudi se cita en la Introducción a Italia e America Latina. Storia di una idea di politica estera https://tinyurl.com/2t77d324: “Italia y América Latina. Historia de una idea de política exterior” de Donato Di Santo. (https://www.youtube.com/watch?v=3icZb_pz7Z8). El autor de esta Introducción es Piero Fassino, una figura destacada de la política italiana. En particular, es Presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Diputados en Italia tras haber sido alcalde de Turín, secretario de los Demócratas de Izquierda, Ministro de Gracia y Justicia y Comercio Exterior, Subsecretario de Asuntos Exteriores. Al inicio del libro hay un mensaje del Presidente de la República Sergio Mattarella, seguido de un Prólogo de la Viceministra de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional Marina Sereni. Asì Fassino cuenta al comienzo del libro.
“Conocí a Donato Di Santo en Lecco una tarde de invierno de 1988. Yo era en ese momento uno de los tres coordinadores de la Secretaría Nacional del PCI (Partido Comunista Italiano) – con Claudio Petruccioli y Gianni Pellicani – y como tal fui a Lecco a una manifestación pública del partido. Donato Di Santo era el jovencísimo secretario de la Federación Provincial de Lecco del PCI. Hijo de una familia abruzese que emigró al Norte, quedó huérfano por la repentina muerte de su padre. Y para ayudar su madre y los otros dos hermanos, a la edad de 12 años se fue a trabajar en pequeñas empresas en Brianza. Aquí entró en contacto con Fiom-Cgil”, el sindicato de trabajadores metalúrgicos, “convirtiéndose en un activista generoso, merecedor de la estima y el aprecio y que le condujo a ser elegido secretario comunista de Lecco”.
Continúa la historia: “Donato vino a buscarme a la estación y antes de ir juntos al teatro de la iniciativa fuimos a la sede del partido. Al entrar a su oficina me llamó la atención una vasta iconografía latinoamericana que cubría las paredes: banderas sandinistas, fotos del Che Guevara y Salvador Allende, afiches cubanos, fajas publicitarias de iniciativas dedicadas a América Latina… Le pregunté a Donato cuál era el motivo de esa exposición y me reveló que América Latina era su gran pasión política a la que se dedicó en su tiempo libre aprendiendo español, leyendo los principales diarios del continente, estudiando su historia y la geografía política del país. También me contó que fue a Managua en 1984 para participar en un campo de trabajo voluntario a favor de la revolución sandinista. Inmediatamente tuve la impresión de encontrarme frente a un hombre de considerable calado humano, cultural y político”
Pronto, Fassino aseguró, por lo tanto, que Di Santo fuera nombrado gerente del partido para América Latina. “Se lanzó de cabeza a su nuevo cargo, dedicándose a cultivar contactos con una vasta red de partidos progresistas de América Latina, desde el Caribe hasta Tierra del Fuego. Como sabemos, tras la caída del Muro de Berlín Achille Occhetto anunció la superación del PCI y el nacimiento del Partido Democrático de Izquierda, elección que despertó la curiosidad y el interés de los múltiples partidos y movimientos -no sólo de matriz comunista- con los que el PCI tenía relaciones, en particular de América Latina, luego de los años oscuros y terribles de las dictaduras militares, se vivía en ese período un despertar democrático, en el que nuevas formaciones progresistas fueron protagonistas como el Pt de Lula en Brasil, la Unión Cívica Radical de Alfonsín en Argentina, el Frente Amplio de Tabaré Váquez en Uruguay, la Concertación Democrática en Chile, formaciones que todas miraron al PCI y su transformación con un verdadero interés político y cultural. Di Santo con estos partidos y sus líderes había forjado relaciones intensas y se dedicaron con pasión y generosidad a informar, ilustrar, explicar las razones del ‘punto de inflexión’. En febrero de 1991, con el nacimiento del Partido Democrático de Izquierda, asumí el cargo de secretario internacional del nuevo partido y Donato se convirtió así en uno de mis más cercanos colaboradores. El primer acto de política internacional del nuevo partido fue la solicitud de ingreso en la Internacional Socialista, que yo mismo entregué a Willy Brandt en Bremen con motivo del congreso del Spd. Unos meses después el PDS recibió la invitación para participar por primera vez en el Consejo General de la Internacional Socialista, que se realizó en Santiago de Chile”. Fue la ocasión de un importante viaje que Fassino y Di Santo hicieron en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
Pero a partir de 1996 el PDS comenzó a participar en los gobiernos italianos, convirtiéndose primero en Demócratas de Izquierda (Ds) y luego en el Partido Demócrata. Y en este punto Di Santo también se encontró manejando responsabilidades gubernamentales, convirtiéndose en el Subsecretario de Relaciones Exteriores a cargo de América Latina entre 2006 y 2008.
Y aquí se encontró manejando una política que venía de lejos, y que precisamente se relata en este libro. En efecto, fue precisamente después de la caída de las ilusiones imperiales del fascismo en África que la nueva Italia republicana y democrática había decidido valorizar sus propios lazos históricos con América Latina como un activo importante de su política exterior. Uno de los grandes artífices de esta política fue Amintore Fanfani. Líder histórico de la Democracia Cristiana, varias veces primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, gran ideólogo económico de la primera república italiana, en 1965 presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, el instrumento con el que Fanfani quiso llevar a cabo esta estrategia contó con la plena aprobación y colaboración del PCI. Es el Instituto Italo – Latino Americano (https://iila.org/es/), un organismo de cooperación entre el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano y las embajadas de los países latinoamericanos en Roma, que fue creado en 1966 en un momento en que el franquismo aún obligaba a España a aislarse, por lo que Italia podía tomar la decisión la mayor parte de su papel como puente natural de la entonces Europa de los Seis hacia la Región.
En 1977 España volvió a la democracia, y una vez admitida en 1986 en la Comunidad Europea trató de acreditarse ella como el puente natural hacia América Latina, creando en 1991 las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno (http://www.exteriores.gob.es/Portal/es/PoliticaExteriorCooperacion/Iberoamerica/Paginas/LasCumbresIberoamericanas.aspx#:~:text=La%20Cumbre%20de%20jefes%20de,como%20en%20las%20reuniones%20ministeriales). Reuniones bienales —iniciadas en 1991, anuales hasta 2014— de los jefes de Estado y Gobierno de los diecinueve países de América y tres de la península ibérica (España, Andorra y Portugal) que mantienen vínculos culturales e históricos, así como económicos, con Iberoamérica. Entrentanto, entre 1992 y 1994 Italia tuvo una grave crisis política que destruyó ese sistema de partidos que tenía importantes vínculos en América Latina, dando paso a una Segunda República con un sistema de partidos mucho más centrado en la realidad nacional y con mucha menos capacidad de influir en el exterior.
Incluso, algunos analistas italianos tuvieron la impresión en ese momento de que España quería aprovechar las dificultades italianas para reservarse el papel exclusivo de puente entre Europa y América Latina, excluyendo Italia. Tal vez con el respaldo alemán. Pero entonces la Cumbre Iberoamericana empezó a entrar en crisis, fundamentalmente por las crecientes tensiones políticas entre los distintos gobiernos y dentro de los países. Ejemplar, en este sentido, el famoso “¿por qué no te callas?” del rey Juan Carlos contra Chávez en la Cumbre de Santiago de 2007 (https://www.youtube.com/watch?v=e593L94DA2E).

Foto con los Jefes de las Delegaciones en la VIII Conferencia Italia América Latina celebrada en Roma
Mientras tanto, también Italia se había dotado de un segundo instrumento, después de IIila: la Conferencia Italia-América Latina (https://www.conferenzaitaliaamericalatina.org/), nacida en Milán en 2003 en realidad como una iniciativa de la Región de Lombardía, pero “nacionalizada” por la tercera cita en Roma en 2007. Desde entonces ha continuado celebrándose cada dos años, alternando entre Milán y Roma, donde se celebró la cita los pasados 25 y 26 de octubre. Sobre todo a nivel de ministros y siempre celebrada en Italia y no en rotación entre los países miembros, por lo que siguió funcionando con cierta soltura, sin los problemas de las Cumbres Iberoamericanas. En definitiva, las cosas llegan a tal punto que El País sale en primera plana para advertir, el 10 de febrero de 2016: “Italia y Francia avanzan en América Latina ante la ausencia de España». “Los principales rivales de España en América Latina avanzan aprovechando la parálisis diplomática derivada del actual bloqueo politíco en el País” (https://ambcopenaghen.esteri.it/ambasciata_copenaghen/resource/doc/2016/02/el_pais_italia_francia.pdf).
Escrita con motivo de la última Conferencia, esta crónica fue escrita por la misma persona que tuvo la idea de transformar la Conferencia en un evento nacional. Pero además de esto Donato Di Santo, como se señaló, también fue subsecretario de Relaciones Exteriores con responsabilidad para América Latina en el segundo gobierno de Prodi, y secretario de Ilila. En definitiva, conoció la historia desde diferentes ángulos. Si su interés por América Latina viene de una militancia partidaria, con responsabilidades de área que tuvo primero con el PCI y luego con el Pds y el Ds, pero después siempre ha tratado de pensar con lógica bipartidista, al punto que después el final de su cargo como subsecretario, fue el posterior gobierno de centro-derecha quien quiso que fuera coordinador del Comité Asesor de las Conferencias Italia-América Latina. En cambio, en 2016 cuando le ofrecieron la secretaría del Iila en un principio se negó, recordando algunos de sus problemas con los regímenes autoritarios, incluso de izquierda. En primer lugar el de Cuba, de donde había sido expulsado tras reunirse con algunos disidentes. Pero fueron los propios embajadores latinoamericanos quienes dieron a conocer que, a pesar de ciertas “diferencias”, no tenían reparos en ese rol institucional.
En conversaciones privadas, Di Santo también recuerda otros problemas que tuvo con gobiernos de izquierda. Aparte de Cuba, también Venezuela o Nicaragua, por su amistad histórica con miembros de la izquierda antiautoritaria perseguida por esos regímenes, como Teodoro Petkoff o Sergio Ramírez. Pero no solo. Una vez como subsecretario, tras haberse sumado a unas jornadas sobre democracia organizadas por el gobierno de Evo Morales, canceló de inmediato, al enterarse que habían invitado a Toni Negri, un filósofo italiano vinculado a entornos de extrema izquierda considerados contiguos al terrorismo de las Brigadas Rojas. Sigue siendo simpatizante de Lula, pero dice que rompió su amistad con un líder intelectual histórico del Pt como Tarso Genro por su papel en la concesión de asilo político al terrorista de extrema izquierda Cesare Battisti.
Siempre cara a cara Di Santo dice hoy que se debe superar la histórica rivalidad entre Italia y España por América Latina, y que efectivamente las relaciones entre Europa y América Latina deben ser manejadas por un directorio de cinco paises en el que también ve a Portugal, Francia y Alemania.
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