nadie me ha tratado con amor, al estilo remilgado y triste de aquella
canción tan cursi de la muy mona que era la cantante Jeanette.
A los
diseñadores y modistos son muchos los que nos odian por nuestro trabajo con
lápices y pespuntes, por nuestras maneras y personalidad. Por estar rodeados
siempre de gente guapa. No valoran nuestra labor creativa y lo duro que es
lanzar diseños, marcar tendencias, y procurar que la gente se arregle y que lo
haga como nosotros queremos, que somos los que sabemos.
hace a los diseñadores gente rarita y de seriedad relativa. Y me rebelo contra
ello, diciéndoles que es lo contrario, que quienes diseñamos ropa y
complementos somos verdaderos gurús sociales y, en consecuencia, (no es porque
yo lo diga), gente superior. Mi madre me lo decía cuándo, resignada a no verme
jugar con soldaditos y coches en miniatura, me tenía pegado a sus faldas
observando como hacía punto. Dicen que tenemos mucha “lengua” y que nos tiramos
un rollo excesivo, pero no saben quienes nos critican el esfuerzo que supone
sustituir un cuello barco por uno de pico, qué hacer cuando uno llega a la
sisa, plisar la falda o hacerla tubo.
acelerar el pulso cardiaco de su amigo; de los pasos que va a poder dar,
provocando -si quisiera- lesiones en tobillos y pies. Le oculto sus rodillas
arrugadas o le invito a lucir sus piernas. Yo, queridos amigos, les pongo o les
quito el sombrero, les sugiero si van a llevar sus testículos bien sujetos o
los dejamos libres sin presión. El sudor de las personas, de si cogen un
resfriado. Con un lápiz influyo sobremanera en parte del devenir social y, en
consecuencia, soy agente protagonista de la historia humana.
botas panamátapiocas, ¿qué quiero que sea extraterrestre?, le rapo el pelo y le
pongo una camiseta de color metálico y tejido de kevlar; ¿qué quiero que parezca mogol?, pues una coletita en la
testa, ¿qué lo quiero tipo político actual? Lo arreglo con coletas o corbatas
rosas, rojas o azules.
Que estoy harto de vestirle de marciano, le pongo unas rastas, unos cagaos y
unas albarcas, y le dejo listo para lucirse en esquinas y plazuelas. Somos
adalides y bueno es que se reconozca. Aunque muchos nos odien, se debe observar
que sistemáticamente nos aplauden los modelos cuando salimos a la pasarela, que
nos rodean siempre los más guays, que estamos en los sitios más elegantes, que
salimos por televisión continuamente. Si no fuera por nosotros, ni revistas ni
dominicales habría por lo que nos introducimos hasta en las salas de consulta
médica.
puede usted causar. Tengo poder sobre su estado de ánimo según se encuentre más
feo o menos. De alguna manera influyo sobre su sique, sobre sus relaciones,
hasta intervengo con mis dibujos, perdón, mis diseños, en el amor entre los
humanos y humanas. No diría que soy todopoderoso, pero casi que sí. Quienes
compiten por este puesto, ¿los meteorólogos? ¿Los campeones deportivos con sus
amigas que ahora llaman wags o algo
parecido? ¿Los chefs? ¿Las it girls?
Unos te podrán decir lo que has de comer, si sales con el paraguas o no,
dejarte con un pasmo ante su belleza y fama. Pero yo intervengo en lo que va a
parecer usted y siendo la apariencia fundamento de la existencia, mi poder
sobre usted es fundamental.
contemporáneo, y también, se puede decir que la ética y los comportamientos. Si
no hay diseño, las cosas no tienen importancia. En el mundo contemporáneo es
obligado que todo esté diseñado. La silla, la mesa camilla, el cepillo de
dientes y la taza del WC. Arquitectos y decoradores son diseñadores como
nosotros, pero nuestra influencia es más directa, pues nos ponemos sobre su
piel.
especial, un creador, casi un profeta. Yo me preocupo para que usted vaya a
estar más guapo y gustar a los demás. Definitivamente, intervengo en su
felicidad. Observe pues el poder que tengo. No es vanagloria, ni petulancia,
pero estoy en un plano superior. ¿Autoestima? La que merezco. Los diseñadores
somos gente divina, semidioses. Yo, modesto y humilde como soy, pienso que los
diseñadores somos ángeles, en mi caso, un arcángel. Aunque se me pueda
considerar rarito, es porque soy especial, una artistazo. Dios hizo en mi
maravillas, casi que mi nombre es santo.
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Enrique López Viejo (Valladolid, 1958-Madrid 2016). Es el autor de
Tres rusos muy rusos. Herzen, Bakunin y Kropotkin (Melusina,
2008) Pierre Drieu la Rochelle. El aciago seductor (Melusina,
2009) y La Vida crápula de Maurice Sachs (Melusina, 2012),
Francisco Iturrino, memoria y semblanza y La culpa fue de Baudelaire (El
Desvelo, 2015).