atraviesa corriendo calles que han dejado de serlo, calles siniestras quemadas
por el sol que casi parecen naturaleza rota, reventada: un bordillo que no es
un bordillo, sino una roca, junto a más piedras duras, aristosas, rotas; y
jardines que no son jardines sino campos verdes que ahora revientan quizá bajo
el sol, bajos los pies pesados. Las balas silban”. Sueña Heda, pero en verdad
no se trata de un sueño, sino del pasado que regresa a ella como un lastre del
que no puede desprenderse, porque Europa de Cristina Cerrada (Seix Barral) es la novela de una huida que, sin
embargo, nunca llega a completarse.Porque se puede huir del propio país, pero
se trata solamente de una huida geográfica, no emocional, porque huir para Heda
es llevar consigo la historia de violencia que ha vivido en su país, es seguir
escuchando el silbido de las balas, es seguir viendo en el rostro de su hermano
la violencia por él cometida como soldado y, sobre todo, es seguir viendo en la
mirada de su padre el dolor del destierro intelectual, moral y geográfico, es
ver en su padre, profesor, escritor e intelectual, el fracaso de una cultura,
el cierre de las universidades y la quema de libros.
Heda y hacia dónde huye? La novela de Cerrada se construye a partir de elipsis,
de una indefinición de lugares y de tiempos que permite a la novela trascender
el momento presente. En este sentido, Europa
ni es una novela oportunista ni es una novela exclusivamente circunscrita al
presente; no es una novela sobre el drama de los refugiados, aunque, indirectamente,
nos hable de ello; ni es una novela sobre un conflicto bélico en concreto.
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Cristina Cerrada |
El
uso de las máquinas de escribir nos retrotrae al menos dos décadas y los
apellidos de los personajes pueden remitir al este de Europa, pero ¿podemos
afirmar que se trata de la guerra de los Balcanes? No y tampoco importa
afirmarlo, porque lo que busca Cerrada no es la concreción del momento sino el
sentido último de la historia, que es una más entre tantas.
anunciaban el comienzo de las hostilidades en un país vecino al suyo, el bueno
tiempo, y el despertar de la primavera, que se preveía, para este año, estable
y duradera”, escribe la autora no sin irónico cinismo: lo único duradero,
paradójicamente estable, son las hostilidades en un país vecino ¿Cuál?
Cualquiera. Con estas palabras, la novela de Cerrada parece prolongarse más allá
del texto, subrayando a los lectores que la historia de Heda es una historia
más y que su viaje en tren, desde el país de huida al país cínicamente llamado
de acogida, es solo uno más de los tantos viajes que han definido la historia
de Europa, donde radica, en palabras del padre de Heda, la raíz del problema:
“La raíz del problema de Europa es étnica. La raíz del problema de Europa es la
decadencia del sistema”.
así el acento sobre Europa no sólo como promesa incumplida, sino como verdugo.
Europa no es sólo responsable del conflicto del que huye la protagonista junto
a su familia, sino de la violencia institucional con la que los acogen, a
ellos, a los refugiados. La fábrica donde termina trabajando Heda junto a su
padre y su hermano no es sino el ejemplo del abuso laboral sobre el que nada
tiene: los refugiados se convierten en los esclavos del siglo XXI.
No hay
trabajo más barato que aquel realizado por quien no tiene nada que perder, por
quien, habiéndolo perdido todo, se aferra al trabajo más misérrimo como vía de
superación. Europa se presenta como la otra cara del conflicto y, por tanto, como
otra forma de violencia, que en la novela de Cerrada se manifiesta con
diferentes rostros, desde los bombardeos sobre un país hasta el abuso sobre el
más débil pasando por la violencia sobre la mujer.
allá de los límites geográficos y que revelan el fracaso de ese sistema llamado
Europa, reconvertida en una destartalada pensión donde Heda no sólo revive el
dolor y la violencia sufrida, sino que se enfrenta a las cicatrices de todo lo
vivido. La pensión Europa representa un futuro contaminado por el pasado, un
futuro al que la protagonista se enfrenta habiendo “muerto para siempre”,
porque “hay varias maneras de morir” y una es la de Heda, convertida, al final,
en imagen del agotamiento de un mundo, el nuestro, donde el sentido de
humanidad parece haber sido aniquilado.
ni sentimentalismos, con una prosa tan parca como contundente en la
construcción de sus frases, Cristina Cerrada es hábil con la concisión. Nada
falta y nada sobra en Europa, nada
sobra porque Cerrada parece ser consciente de la banalidad en que pueden caer
las palabras. No hace falta indicar lugares ni fechas para comprender lo que
cuenta la novela; los detalles, al contrario, podrían distraer de esta fábula que
consigue ir más allá del tiempo concreto y del presente para describir el
presente de Europa, un presente que empezó a escribirse tiempo atrás, cuando
todavía había máquinas de escribir.El bombardeo sobre el campus universitario
revivido por Heda es el bombardeo sobre ese espíritu humanista representado por
el padre, desterrado y obligado a desprenderse de sus libros, echados al fuego.
Europa no termina, sino que se abre
al presente, la pregunta que se plantea es si queremos que este presente siga
siendo tan estable y duradero en su hostilidad como lo ha sido hasta ahora.
Barcelona) está terminado una tesis doctoral sobre las prácticas urbanas dentro
del doctorado de Teoría de la literatura y literatura comparada. Se define
principalmente como lectora. Desde hace ya algunos años ejerce el periodismo
cultural como freelance, colaborando con distintos medios. El Asombrario (Público), Nueva Revista, Letras Libres, Llanuras o El
Confidencial.