“La crónica es, tal vez, el género central de la literatura argentina”, escribía el periodista Tomás Eloy Martínez en 1992, tras regresar a Buenos Aires después de casi una década en el exilio. El fundador de Primer plano, el suplemento literario de Página 12, comenzaba con aquellas palabras su artículo dedicado a Larga distancia, el primer libro de no ficción del periodista Martín Caparrós recuperado ahora por la editorial Malpaso dentro de la colección Lo real, dirigida por Jorge Carrión.

“La tradición literaria parte de una crónica magistral, El Facundo. Otros libros capitales como Una excursión a los indios ranqueles, de Mansilla; Martín Fierro, de Hernández; En viaje, de Cané; La Australia argentina y Otras inquisiciones, de Borges; los dos volúmenes misceláneos de Cortázar (La vuelta al día… y Último round); y los documentos de Rodolfo Walsh son variaciones de un género que, como el país, es híbrido y fronterizo”, concluía Tomás Eloy Martínez, cuyo nombre forma ineludiblemente parte de esa tradición literaria que él mismo trazaba y que hacía llegar hasta Walsh.

Si por aquel 1992, la aparición de Larga distancia significaba, siempre en palabras de Martínez, ahondar en esa tradición y renovarla, su reedición este 2017 permite observar retrospectivamente no sólo la carrera periodística-literaria de Caparrós, sino su influencia en la crónica hispánica, tanto en una orilla como en la otra. Y precisamente por su carácter casi fundacional de la crónica actual, Larga distancia se edita ahora en España tal y como se publicó en su momento en Argentina: Caparrós no ha corregido en ningún momento el texto, siendo honestamente fiel al texto que escribió hace ya 25 años.

 

Martín Caparrós

“Martín no ha querido añadir nada, ha querido respetar aquello que escribió entonces. Ni tan siquiera ha querido escribir un prólogo, ha preferido convertir el artículo de Martínez escrito entonces en el prólogo de esta nueva edición”, subraya Carrión, para quien la publicación de Larga distancia cierra así un año excepcional para la obra del periodista y novelista argentino: “No sólo se ha publicado La historia, su gran novela, sino también se ha publicado El interior y El hambre. Faltaba solo recuperar Larga distancia”, que el escritor barcelonés define como un libro clave para todo cronista en lengua castellana.

Aquella renovación de la crónica argentina que supuso Larga distancia hoy, si cabe, es todavía más evidente, puesto que Caparrós abrió las puertas del género a un relevo generacional, representado hoy día por nombres como Leila Guerriero o Guillem Martínez, “seguramente el cronista español más relevante en la actualidad”; un relevo que se llevó a cabo gracias también a revistas que hicieron de la crónica el género periodístico principal: ahí está Etiqueta Negra o El Malpensante, ejemplos paradigmáticos de revistas que se hicieron cargo de lo que podríamos definir como el género lento y largo: la crónica y, en particular, la crónica de viajes, que no solía -y en parte todavía no suele- encontrar su lugar en la prensa, donde el espacio para escribir es un bien tan codiciado como escaso.

“Cuando yo empecé a escribir las crónicas que, posteriormente, reuní en Larga distancia, apenas nadie escribía crónicas”, comenta Caparrós, que al empezar su carrera periodística observaba cómo aquella tradición que le había precedido había perdido su continuidad. Por ello, por la continuidad que le dio y por la renovación de la concepción del género, pero también de la práctica periodística, Larga distancia es un título esencial. “Era necesario hacerle justicia poética”, afirma con contundencia Malcolm Otero Barral, editor de Malpaso, que dentro de la colección de lo Real publicará el próximo año la crónica de Caparrós sobre su viaje a Corea, otro texto nunca editado en España y cuya publicación servirá para completar el trabajo de recuperación de los textos más relevantes de no ficción de Caparrós, para quien la crónica se cimienta sobre dos pilares fundamentales: el respeto a la realidad y el valor del texto por sí mismo.

 

 

Es precisamente la calidad literaria de Caparrós, la escritura como soporte, aquello que convierte las crónicas en textos atemporales que, como señala el propio autor, no pierden vigencia, pero se redefinen en el cambio del horizonte de expectativas de los lectores. El tiempo ha convertido muchas de las anécdotas narradas en episodios temporalmente lejanos y el tiempo ha podido borrar el referente real, pero y a pesar de esto las crónicas siguen funcionando y para el lector contemporáneo pueden llegar a convertirse en relatos acerca de un mundo de ayer desconocido, pero en el que subyacen las claves para entender el presente.

En Larga distancia encontramos así a un Evo Morales en el valle del Chapare, más de una década antes de llegar a la presidencia de Bolivia: “Evo Morales tiene 31 año y es de Oruro, en el altiplano. Su padre era papelero con tierras (…) hasta que una helada le llevó su tierra dura y compró un chaco -una parcela- en el Chapare. Cuando Evo terminó el secundario y descubrió que no podía seguir estudiando, su padre le compró otro chaco y empezó a cultivar sus hojas de coca. El cultivo de la cosa es legal en Bolivia, porque su consumo es tradicional. Pero de las 160000 toneladas que se producen por año, apenas 20000 van al acullico: el resto, al agujero blanco”. Así nos presenta Caparrós a Morales en 1991, cuando, según el programa “Coca por desarrollo” “los países centrales -y sobre todo Estados Unidos- se comprometieron a invertir en Bolivia lo necesario para sustituir a la cosa en la economía nacional”. Bolivia es solo un ejemplo; en Larga distancia, título que hace referencia a la distancia, no solo geográfica, que en el mundo previo a Internet separaba países, culturas y modos de vida, el lector viajará del Moscú tras la caída del muro hasta Hong Hong y Lima, pasando por una Madrid en horas bajas: “La inflación del mes había alcanzado del 0,4 por ciento, el Real Madrid seguía sin ganar la Copa de Europa y Saddam Hussein insistía en enterrar soldaditos occidentales entre castillos de arena. La catástrofe amenazaba: si Dios o Felipe no lo remediaban, el año próximo habría muchos que no podrían cambiar el coche”.

La reedición de Larga distancia no es solo un acto de justicia poética, es ofrecer al público lector las primeras crónicas del que hoy ya podemos definir como el cronista más destacado y más relevante del periodismo en lengua castellana. La escritura de Martín Caparrós es una celebración del detalle, de lo singular, de lo reflexivo, pero también de lo emocional. Sus textos son una clase magistral de cómo mirar y, sobre todo, de cómo convertir la mirada en un relato donde objetividad y subjetividad se entremezclan sin nunca traicionarse.

 

Larga distancia