Luz Marus es escritora y cineasta. Escribe en la revista digital de crítica literaria Tónica. Su especialidad es la crónica. Ganó el premio para cuento urbano en la Biblioteca Nacional por su cuento “Roma”. Utiliza su muro de Facebook como un campo ficcional que le permite calmar la ansiedad de todo escritor: ser leído a diario. «La amante de Stalin» es su primera novela publicada y la única que quiso publicar. Aguardan en un cajón: «Nieve en Buenos Aires», y «Metálica». Luz Marus nació en Moscú y vive en Buenos Aires.
¿Cómo surgió el disparador para escribir una novela en primera persona enamorada de un amor imposible?
Partí de la premisa que dice Woody Allen: “Trato de hacer películas que yo querría ir a ver al cine. Me pienso a mí como espectador y de esa forma siento que lo que hago puede ser auténtico e identificar a buena parte del público”. Siempre me interesó “Lo imposible”, tanto en la literatura como en el cine. Creo que tiene una fuerza única.  Lo imposible, así como  lo prohibido, tiene un empuje creador. Cuando leí  «La divina comedia», sentí que el origen de todo era la Beatrice de Dante, que por supuesto, no era suya. En el arte es donde podés hacer posible lo imposible. Me viene a la mente ahora una frase de Albert Camus en «Calígula»:“Si lo imposible fuera! Si el amor bastara! Si yo hubiese conseguido la luna.”
¿Qué esperas del lector?
Espero confundirlo. Confundirlo mucho. Que no sepa de qué estoy hablando. Que juegue al detective y que crea por momentos que está espiando por el ojo de una cerradura. No espero complacerlo. Espero incomodarlo. Espero generarle inquietud y preguntas. Y espero, sobre todo, que la lea hasta el final.

Man Ray. Retrato de André Breton

¿El escritor se basa en historias reales aunque luego diga que es ficción, o le gusta jugar a que el lector adivine qué fue verdad, qué fue ficción?
No tengo idea qué harán los demás escritores, pero yo necesito creer que es todo verdad, por lo menos mientras dura la lectura. Agradezco a los que me permiten jugar a eso. Pensando en mis escritores favoritos (Proust, Dostoieveski, Chejov, Hemingway), me doy cuenta que además del excelente estilo que manejan, los elijo porque me dejan transitar la fantasía: “todo esto fue cierto, o podría haberlo sido” No lo afirman pero tampoco hay algo que lo niegue. Disfruto mientras leo «Memorias del subsuelo» al pensar que Fiodor era un ermitaño huraño y que una vez se enamoró de una prostituta llamada Lisa. O que si bien no mató a una vieja usurera como en  «Crimen y Castigo», quiso hacerlo de tan pobre que era y un día estuvo casi a punto. Me atrapa Proust si puedo imaginar que Swann es él y que tuvo una relación con su madre como la que vemos en «En busca del tiempo perdido»  y que Marcel tenía asma y que había una chica que era Odette y que se convirtió durante mucho tiempo en su obsesión. Me alivia pensar que Chejov tuvo esas conversaciones en un jardín cuando iba como médico a visitar a la aristocracia rusa. Que se servían te, que calentaban el samovar y hablaban del tedio de la vida, de la necesidad de trabajar para no angustiarse, de la imposibilidad del amor. Quiero creer que tuvo un romance con una rusa que paseaba su perro, y que mientras se tiraba en trineo le dijo a una tal Nadia “Te amo Nadenska” para después hacerse el boludo y negárselo y volver a susurrárselo  al oído cuando volvían a tirarse.
 Me compro todo el París que relata Hemingway y no quiero saber nada con ningún otro París.
En lo particular, te diría que sí. Me gusta jugar con el lector.
¿Cuánto tiempo te llevó escribir «La amante de Stalin»?
Fue la novela que escribí más rápido en mi vida. No sé si en horas es menos o más. Lo que si te puedo decir es que no hubo baches. Fue de un tirón. Madrugadas enteras en mi cocina. Se hacía de día, y me iba con la notebook al café de la esquina “Tienda de café” y seguía. Por eso te digo. En tiempo real,  dos o tres meses.  Pero dos o tres meses que fueron como  un año. En ese tiempo prácticamente no dormía.
  
¿Qué impresión tenés con los escritores contemporáneos?
Es lo que más leo. Tuve mi época dónde sólo leía clásicos. Ahora sólo leo escritores vivos, y en lo posible, argentinos. Me atrapa lo cercano, lo palpable.
Foto de Cindy Sherman
¿Te gustaría escribir un libro con otro escritor? ¿Que género? ¿Con quién? Por qué?
Si, me gustaría. Pienso que debería ser un hombre.  Alguien más o menos de mi generación, que piense parecido a mí, que tenga  un sentido del humor ácido y que me censure mi costado naif. Pero no podría decirte hoy con quién.  Creo que todavía no estoy a la altura, pero ese día ya llegará.

¿Cómo será tu próximo libro?
Mi próximo libro en realidad es el anterior. Una novela que se llama «Metálica» y es un tanto más caótica. Una novela que abandoné para escribir «La amante de Stalin» y que ahora estoy retomando. Esta escrita también en primera persona. Hay una relación erótico-epistolar entre una chica porteña y su  psicoanalista, ella desde Madrid y él en Buenos Aires.
¿Qué dificultades surgieron a la hora de publicar libro?
Las “peripecias” me gustaría llamarlas, en vez de dificultades, fueron varias. Eso me gustaría que lo leyeran en los últimos capítulos de la novela. Podría adelantarte algo: Publicar una novela es como escribir otra novela.

¿Qué libro te gustaría leer por segunda vez?
Una obra de teatro de Jean Paul Sartre, que no la consigo y se llama Kean. La perdí como tantas otras cosas. Me gustaría volver a leer “Asi habló Zaratustra” de Friedrich Nietzsche, pero el ejemplar que tenía yo subrayado. Lo  regalé hace mucho.  Hoy quisiera leer  las frases que me deslumbraban en mi adolescencia. Recuerdo una (subrayaba con lápiz todos mis libros): “Está bien recibir, pero es una necesidad dar.”
¿Por qué un libro leído en diferentes etapas de la vida tiene diferente significado, porque crees que ocurre esto?
Y es como te decía recién. Hay libros que te flashean en una edad, y en algún momento de tu vida, y en otros te parece tonto o cursi.  Uno llega a un libro en determinado momento, por algo. Ese mismo libro años después te puede parecer una mierda. Ahora que me decís esto, me hiciste acordar de algo. Otro de los libros de mi adolescencia fue Rayuela. Lo leí en Buenos Aires y subrayé, como siempre, algunas frases. En mi primer viaje a Europa, dos años después, me lo llevé y decidí subrayar con birome, para comparar. Era tan distinto todo lo que elegía. Lo anterior me parecía una pelotudez. Además, no sé si te acordás: “Del lado de acá”. Lo estaba leyendo desde Europa y era otra cosa. No sólo cambia la edad, el  momento de tu vida en el que leés un libro, sino el lugar geográfico. Estaba leyendo  Rayuela desde París, y era otro libro. También lo regalé. Me estás haciendo dar nostalgia por todos los libros de papel que perdí quién sabe dónde.
Decime cinco libros que no pueden faltar en una biblioteca.
Memorias del subsuelo, de Dostoievski
En busca del tiempo perdido, de Proust (Los primeros dos tomos)
Un mes en el campo, de Ivan Turgueniev
La República de Platón.
La obra completa de Chejov. Toda, cuentos, obras de teatro, absolutamente toda.