El documental de Maurice Sweeney y el periodista norirlandés Ed Moloney  I, Dolours (2018) sobre Dolores Price, una antigua militante del IRA provisional fallecida cinco años antes, completa el retrato que hace de ella el también periodista norteamericano Patrick Radden Keefe en “No digas nada”, (Reservoir Books, 2020), un excelente libro de investigación que se lee como un thriller sobre algunos aspectos menos conocidos del conflicto norirlandés.

Un conflicto que duró tres décadas (1968-1998) y finalizó tras los acuerdos del Viernes Santo. Causó mas de 3.500 muertos en una población de poco mas de un millón ochocientas mil personas. Para hacernos una idea de su virulencia podemos compararlo con lo ocurrido en el País Vasco donde en trece años más de violencia murieron unas mil cien personas.

El origen se encuentra en la discriminación que sufría la minoría de origen católico y cuyas protestas en pro de sus derechos civiles fueron reprimidas con violencia. El símbolo y realidad de esta situación fue el “Domingo sangriento”, el 30 de enero de 1972 en Londonderry, cuando paracaidistas británicos dispararon en contra de los manifestantes contrarios a la ley de internamiento que posibilitaba ser detenido sin mandamiento judicial y causaron 13 muertos y mas de 15 heridos.

Al calor de estas luchas en 1969 surgió el Ejército Republicano Irlandés Provisional una escisión del IRA oficial y que emprendió una campaña terrorista en contra de las tropas británicas y la policía del Ulster. En el violento clima desatado en aquellos años, el IRAP tuvo un rápido desarrollo y los enfrentamientos contra las tropas británicas y la policía norirlandesas, junto a los asesinatos y atentados se sucedieron día tras día con golpes de una parte y otra en lo que devino una guerra sucia.

Dolores Price era una chica inteligente, atractiva y divertida nacida en una familia republicana (como se denominaban a si mismos los partidarios del IRA y de la reunificación irlandesa) de Belfast en 1951. El padre había sido un miembro del IRA en los años cuarenta y la madre formó parte de la rama femenina de la organización y estuvo encarcelada. Una tía suya se quedó ciega y sin manos a los 25 años en 1938 a consecuencia de un artefacto explosivo que le estalló mientras los preparaba. Como la misma Dolores declara en el documental, el lema de su tía era “Por Dios y por Irlanda”. En cambio, para su madre Irlanda estaba por encima de Dios.

 

 

Junto a su hermana Mariana estaba destinada a ser una mujer convencional de clase media. Ambas hermanas participaron en el movimiento por los derechos civiles y en 1969 en lo que se conoció como la «larga marcha» en Londonderry y cuyos integrantes acabaron siendo emboscados por elementos unionistas (los irlandeses protestantes partidarios de permanecer en el Reino Unido) con el beneplácito de la policía y apaleados sin piedad.

Para Dolores y su hermana, aquel final las llevó a abrazar otras formas de lucha ya que las medidas reformistas no valían para cambiar la situación. Fue entonces cuando se unieron al IRA, una organización despiadada cuyos miembros se consideraban soldados en guerra a favor de la reunificación de Irlanda y la expulsión de los “ocupantes” ingleses.

Uno de sus primeros jefes fue Gerry Adams, el que fue luego fue el líder del movimiento político del IRA, el Sinn Fein, y uno de los arquitectos de los acuerdos de paz, y que con tiempo acabó negando cualquier participación en el IRA. Adams encuadró a las dos hermanas en una unidad destinada a llevar a cabo acciones especiales.

Unos de estos cometidos era trasladar en su coche hasta Irlanda, donde el IRA tenía distintas bases cerca de la frontera, a los elementos de la organización que luego iban a ser ejecutados por faltas graves a la organización o matar a espías.

En el documental que alterna distintas entrevistas, la principal con Dolores, y se recrea  lo sucedido, ella misma cuenta su pertenencia a esta unidad, conocida como “Los Desconocidos”, así como la historia de las personas secuestradas, asesinadas y enterradas en secreto por el IRA.

 

 

 

Moloney conocía bien el asunto, pues había cubierto el conflicto irlandés desde los años setenta como periodista. Y antes del documental escribió un libro, “La historia secreta del IRA” basándose en distintas fuentes, una de ellas Dolores Price. Deespués de escribir el libro se trasladó a vivir a Estados Unidos para evitar males mayores.

Previamente, en 2010, Dolores accedió a ser entrevistada dentro de un proyecto del Boston College dirigido por Moloney y otros antiguas miembros del IRA de recopilar una historia oral del conflicto norirlandés. Estas cintas debían publicarse después de la muerte de los entrevistados, pero al conocerse su existencia, las autoridades policiales norirlandesas las reclamaron judicialmente y algunas vieron la luz, y el proyecto se fue al traste.

Tras el fallecimiento de Dolores en el 2013, Moloney se puso a trabajar en esta película y el periodista Raden Keefe, al leer las necrológicas de la antigua militante del IRA, se interesó por su historia y decidió escribir un libro, lo que le hizo viajar innumerables veces a Irlanda del Norte y entrevistar a un centenar de personas.

Cuando fue entrevistada, Price sufría trastorno de estrés postraumático, tenía problemas con el alcohol, y estaba siendo tratada en un hospital psiquiátrico. Sin embargo, su discurso es coherente y lúcido.

 

Jean McConville

 

Jean McConville

 

En la guerra de Dolores se cruzó también Jean McConville, de 37 años. Aunque católica se había casado con un protestante. Madre de 10 hijos, tuvo que sacarlos adelante tras fallecer su marido, lo que no era una tarea fácil. Vivía en un bloque de viviendas sociales de Belfast, en uno de los feudos del IRA. McConville fue acusada de pasar información al ejército británico por parte del IRA, lo que siempre ha sido desmentida por la policía. Una noche se presentaron varios hombres y mujeres en su piso y se la llevaron delante de sus hijos para no regresar nunca.

Los hijos de McConville intentaron sobrevivir solos y aislados para terminar en manos de los servicios sociales que los entregó a diferentes instituciones e internados, donde la vida se tornó aún mas difícil para ellos.

Dolores Price y su hermana Marianne se hicieron famosas en 1973 cuando junto a otros miembros del IRA hicieron estallar dos coches bomba frente al Old Bailey de Londres. Unas doscientas personas resultaron heridas y una de las víctimas murió más tarde de un ataque al corazón. Detenidas cuando se iban a subir en un avión de vuelta a Irlanda, fueron condenadas a cadena perpetua, pena que posteriormente se conmutó a 20 años.

Con ellas eran tres las generaciones de mujeres de su familia que habían sido encarceladas por su vinculación con el IRA. Solo que la imagen idílica de la infancia sobre la cárcel, cuando su madre y tía hacían pasteles o enviaban tabletas de chocolate y paquetes a los presos republicanos no fue así en su caso.

Las dos hermanas se declararon en huelga de hambre después de que se rechazara su petición de ser trasladada a una prisión de Irlanda del Norte. Aguantaron dos meses ya que fueron alimentadas forzosamente por las autoridades penitenciarias con un tubo que se les introducía por la boca hasta el estómago, tras ser atadas e inmovilizadas. Al final consiguieron ser trasladadas a Irlanda del Norte como parte de un acuerdo alcanzado durante la tregua de 1975. Tras cumplir ocho años fueron puestas en libertad en 1981 por motivos humanitarios. Dolores sufría anorexia nerviosa.

 

 

Distanciada del IRA, Dolores rehízo su vida. Quería dedicarse a escribir, se casó con el actor norirlandés Stephen Rea, tuvo dos hijos y se fue a vivir a Dublín. El matrimonio duró diecisiete años y tuvieron dos hijos. Rea trabajó en muchas películas y compitió por el Oscar por su papel en Juego de las lágrimas (1992) dirigida por Neil Jordan.

Price se mostró contraria al Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Junto a otros veteranos del IRA lo vio como una traición al sacrifico hecho por los que habían muerto.  Como declara en el documental refiriéndose a su tía ciega y sin manos, «el que se encontrara en ese estado me obligaba a continuar la lucha ya que en caso contrario su sacrificio sería algo inútil».

Además veía asombrada como su antiguo jefe, Gerry Adams, renegaba de su vinculación con el IRA. Pero había algo más. Los hombres que había llevado en su coche a morir. Algunos eran conocidos suyos, incluso amigos.

En un largo viaje a través de la verde campiña irlandesa y sentada junto a ella,  en algunos casos las víctimas pensaban que iban a ser retirados de la circulación un tiempo, ya que se les había prometido que si confesaban su colaboración con los ingleses y les ayudaban a neutralizarlos, podían salvar su vida, pero otros sabían que iba a morir. Este ocurrió con Joe Lynskey, un jefe del IRA Provisional en Belfast condenado a muerte tras intentar matar a otro “soldado” para poder casarse con su mujer con la que tenía un asunto amoroso.

Tras los acuerdos de paz, el IRA facilitó una lista de los desaparecidos, donde no figuraba el nombre de Lynskey. Moloney conoció su historia en la entrevista que hizo a otro antiguo dirigente del IRA, Brendan Hughes,  para las cintas del Boston College. El diairo Irish News publicó la historia de su muerte en el 2009 y Dolores se sintió muy afectada.

 

 

Para Dolores, Lynskey aceptó la muerte porque creía en el IRA y sus reglas, lo contrario de Gerry Adams.  Sabía lo que le esperaba y Dolores también. En lugar de facilitarle una vía de huida, Dolores le condujo hacia la muerte para no romper con los principios en los que creía.  Cuando llegó a su destino, se dieron la mano y él le dio las gracias por el agradable viaje. “Nos vemos pronto, Joe”, le dijo Dolores, pero ella sabía que nunca volverían a verse. Dolores hizo el camino de vuelta llorando.

Diferente fue el caso de Jean McConville El misterio en torno a las circunstancias de su muerte continuó incluso después del descubrimiento accidental de su cadáver en una playa en 2003. En la entrevista Dolores reconoce que había llevado a McConville al otro lado de la frontera hasta el sitio donde la mataron y enterraron. Pero a diferencia de los anteriores, para ella los informantes eran lo peor y la muerte era incluso “demasiado buena para ellos».

En un momento dado de la entrevista, Moloney la pregunta si estos desaparecidos la persiguen a lo que ella responde que si. “No soy una persona profundamente religiosa, pero rezaría una oración por ellos». Incluso admite que fueron crímenes de guerra y luego argumenta que las víctimas deberían haber sido asesinadas en la calle y dejadas allí como advertencia.

 

 

El trauma de sus experiencias con el IRA nunca la dejó: sufrió un trastorno de estrés postraumático, bulimia, luchó contra sus adiciciones y murió a los 61 años tras ingerir una combinación tóxica de sedantes y antidepresivos.

Moloney tiene claro que la alimentación forzada y la historia de Joe Lynskey le causaron el  trastorno de estrés postraumático que la llevó al alcoholismo y al abuso de drogas y la sobredosis.

¿Y qué sucedió con Jean Jean McConville? Será Patrick Radden Keefe en su magnifico libro quien nos cuente su final a los pies de una tumba conducida por las dos hermanas y un dirigente del IRA.

Si en el caso de Dolores podemos decir que su muerte se parece a la muerte de un verdadero suicida, la muerte que busca el olvido, en de McConville se podría decir que muchas personas son incapaces de ver la muerte delante de ellos y les parece que siempre queda atrás.

 

 

 

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