El estudio de Pipía Marzo, que por su encanto debería estar en Montmartre, es como uno de esos armarios donde se atesoran los recuerdos de toda una vida. En sus alacenas, caballetes, mesas y peanas, se congregan obras de arte en muy diversos soportes, pinturas de ahora y de antes, intervenciones sobre objetos y libros de color, que llenan de gracia y de sorpresa ese espacio bañado de luz casi tan clara como la del día.

Trasladar su esencia durante unas semanas a la galería es el motivo de esta exposición. El resultado, lógicamente, será un complot de eclecticismo, un alegre divertimento en este tiempo raro que estamos atravesando.

Veremos obras de la colección particular de la artista, de las que le duele desprenderse pues marcaron un momento de su trayectoria, fruto de sus investigaciones sobre el espacio y el color, obras definidas por la armonía y la esencialidad.

Veremos retratos, algunos temporalmente cedidos por los personajes representados, pues las buenas iconografías, que colman los museos, tienen una capacidad de persuasión propia y poderosa, fascinan por su capacidad de transmitir la hondura del alma en la mirada, en una pose, en unas manos.

Pipía Marzo es sin duda una de las grandes referencias en este campo, en él ha desarrollado un estilo propio y en él despliega casi por completo su reciente actividad. Sus retratos, frescos y luminosos, palpitantes y actuales, podrán ser objeto de encargo durante la muestra. (Texto de la nota de prensa de la galería).

 

 

Galería Materna y Herencia. Calle Ruiz de Alarcón, 27. Madrid