Miguel d´Ors. Foto de Manuel Castells
La editorial Renacimiento ha publicado las «Poesías completas 2019» de Miguel d´Ors (Santiago de Compostela, 1946) uno de los poetas españoles más interesantes y donde la belleza del verso no está reñida con la profundidad, la sátira o la diversión. Tal vez eso es lo que me gusta de D´Ors, aunque a veces no comparto el contenido, pero nadie como él para cargar contra el mundo pasando primero por el propio, el necesario peaje de toda crítica verdadera.
En los preliminares aclara el autor que sus poemas no deben leerse como capítulos autobiográficos, debido a su costumbre de fecharlos, y que no son las “vicisitudes de su vida personal, sino las de su biografía literaria”, aunque reconoce que hay elementos autobiográficos, pues “cómo se podría hablar de alguna cosa sin haberlo antes vivido”, se pregunta.
Los asuntos son los de siempre: el paso del tiempo, el amor, el misterio de la vida, la naturaleza, la montaña, Dios, los demás hombres, la propia casa, los familiares, la vida conyugal, mil asuntos concretos, Galicia campestre, lo social… pero tratados siempre con cierta ternura e inteligencia. Hay en D´Ors, poeta que no oculta su catolicismo, un cruce de dos avenidas. Una puede llamarse Avenida del Creador y otra de lo creado. Vías de diversa altura y que desde abajo, lo creado, se mira hacia arriba con asombro y duda.
Son poemas breves y ligeros, alguno más largo, y que dejan el recuerdo de la vieja canción que va y viene a lo largo de los siglos, pero que ya sean importantes o intrascendentes el autor sabe extraer algo distinto. Da igual la forma métrica porque nos gusta la versatilidad y musicalidad que nos deja. Como dice el autor, “un poema es bueno porque funciona eficazmente como poema, es decir como artefacto literario”.
Por su catolicismo practicante, se le asocia con Chesterton, Lewis y Tolkien como cercanos a su poesía. Sin embargo, confiesa, que le aburre la “Literatura fantástica” en el caso de Tolkien. De Lewis, ha leído poco. Sólo afirma conocer a Chesterton, pero no se considera influido por él, sino mas bien por Keats, Whitman, Hardy y Frost.
Los distintos libros que componen estas obras completas han sido ordenados de una forma cronológica inversa, por lo que el primero es el más reciente y según el mismo poeta, lo más maduro. Pero la mayoría son de paseo rápido, casi un juego que no lo es tanto, de métrica clásica o lejos de cualquier experimentalismo, y que perviven como el eco de un gong en nuestra cabeza un tiempo después de ser leídos.
En cualquier caso, la ventaja de cualquier tomo de poesía, y más si son de obras completas, consiste en que se puede abrir al buen tún tún, y leer un poema elegido al azar o por el tiempo en que fue escrito (lo que aquí es posible) o el título, para conocer mejor la singularidad del poeta que lo escribió. Y eso es lo que hacemos ahora mismo.

Chet Baker y Diane Vavra, 1987. Foto: Richard Dumas.
CHET BAKER
De esta trompeta salen niebla y noche,
y en la niebla y la noche se entrevé,
en negro y gris, un puerto abandonado.
Grandes puertas metálicas, rieles,
Un óxido confuso en los cascos y hélices
adormecidos, grúas que suben esfumándose.
Una bombilla, lejos, balbucea
Una luz rancia y amarilla, y
en algún sitio cruje el cabeceo
de una lancha amarrada (y se adivina
un agua con irisaciones turbias
y porquerías flotando). De repente,
un instante de luz
y voces -una puerta que se abrió,
sórdida-, y otra vez oscuridad
y silencio. Ablandados por la bruma,
unos pasos. Arrítmicos, extraños.
Un hombre que se aleja furtivo y encorvado
con uno de esos gorros portuarios,
llevando a cuestas toda la tristeza del mundo
y una trompeta negra bajo el brazo.
(5-III-2011)
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