Siempre que miro las figuras y escenas de los cuadros de Esteban Villalta Marzi (EVM) tengo la impresión de que desean salirse del lienzo para ofrecer nuevas perspectivas. Ya sean superhéroes, maleantes, mujeres de buena o mala vida, toreros o gladiadores… buscan despojarse de sus atributos para desafiar nuestra mirada con una explosión de color, fuerza y teatralidad carnal, la marca de un artista que hace una relectura muy personal del Pop Art.
Pero si estas características ya se notaban desde los grafitis pictóricos de sus inicios, se transformaron en arte mayor durante la denominada Movida madrileña de los años ochenta y comienzos de los noventa. Un periodo en el que Esteban abrió y cerró otro de sus ciclos pictóricos que se corresponden a distintas geografías y paisajes urbanos, como pueden ser Roma, Palma de Mallorca o París.
A comienzos de los años ochenta, Esteban compartió vida y experiencias con otra gente que se movía en Madrid en direcciones parecidas a la suya, como los pintores Ceesepe, Sigfrido Martin Begué o Ana Matias; Antonio Bartrina y su grupo de música Malevaje; el fotógrafo Alberto Garcia-Alix, la actriz Rossy de Palma, y una variada fauna en la que no podía faltar Pedro Almodóvar o Fernando Estrella, cara y cruz de aquellos días en el que los bares eran los templos donde se oficiaba el rito eterno de la amistad bajo el nombre de King Creole, la Via Láctea, Ágapo…
Sin ser conscientes de ello, la suma de todas esas idas y venidas conformarían lo que luego se conoció como la Movida. Un proceso que tuvo distintas vertientes y empezó a gestarse a finales de los años setenta. Después logró su apogeo a mediados de los años ochenta del siglo XX.
Como siempre ocurre en estos movimientos artísticos, el bautizo ocurrió luego, incluso cuando la Movida fue asimilada por los distintos poderes que proclamaron a Madrid la ciudad más festiva y creativa de la orbe.
Fue en ese momento cuando empezaron a decirte que formabas parte de la Movida porque ibas a los mismos sitios y tenías aficiones parecidas (el rock, el pop, los comics, el vestuario…) lo mismo que la zoología clasifica a los mamíferos por sus características comunes.
Visto desde el presente resulta fácil hablar con conocimiento de causa de ciertas drogas, variantes sexuales o el rock menos comercial, pero en aquel tiempo eran fenómenos poco vistos que prendieron mecha y fuego en una generación que sumaba al vitalismo propio de la juventud la curiosidad de experimentar.
Esteban Villalta Marzi (Roma, 1956), por su ascendencia española por parte paterna e italiana por la materna, siempre mantuvo una conexión directa con España. La Movida no le sorprendió y participó con conocimiento de causa. Tras diversos viajes ocasionales, EVM se estableció en Madrid desde 1983 viviendo en esta ciudad varios años.
La Movida sirvió también a EVM para afilar sus pinceles y archivar en su retina una importante colección de imágenes que luego desarrollaría en los cuadros de esos años, algunos de los cuales se pueden ver en esta magnífica exposición.
La Movida representa en la pintura de Esteban Villalta una especie de misterio luminoso en el que los personajes de sus cuadros crecen para conseguir ser ellos mismos, que no es tanto un final perecedero, como la eternidad del personaje de un cuadro. Para explicarnos mejor: Batman se escapa de la viñeta de un comic para zapatear un baile flamenco en un cuadro de EVM.
Pero en el caso de EVM hay algo más que la simple coincidencia con otra gente de una misma tribu. Existe una obra artística con la suficiente calidad y continuidad para avisarnos que no fue solo un paseante de aquella Movida cuyo núcleo duro tuvieron bastante de exploradores de territorios desconocidos.
Esta es una de las causas por la que hoy encontramos en su obra un forzar los límites de las figuras que pueblan el paisaje humano de su pintura. Ademáss, las formas y la alternancia de los colores acentúan la proyección en profundidad del espacio del cuadro.
Por eso ahora entendemos mejor los gestos orantes de las manos de sus personajes pictóricos que obedecen a las dos variantes de toda liturgia, brazos abiertos y manos unidas. Su plegaria nos señala la búsqueda de una imposible salida a su encierro.