Hubo un tiempo donde la palabra “rollo” tuvo en España un uso generalizado, en un principio entre los jóvenes “alternativos” y luego más extendido. En su acepción original se encontraba asociada al consumo de hachís cuyos adeptos “le daban al rollo”, que podía ser bueno o malo, hasta que terminó simbolizando el “pasar” de una realidad que les producía cuanto menos muermo, en una actitud que tenía una parte de rebelión pacífica y otra de inconformismo. Edi Clavo, exbatería de Gabinete Caligari, nos recuerda esa palabra y sus significados musicales en “Viva el Rollo!”, subtitulado “Una crónica de Rock & Rollo en la España de 1975” (Sílex, 2022), año en que el régimen franquista se cuartea y fallece su artífice, el general Francisco Franco.
Bien escrito, atento al dato y sin grandes errores o ausencias, Edi Clavo lo mira desde el rock, el común denominador de las tribus de ácratas, jipis, macarras, horteras, melenudos, bailones, bronquistas, camellos, golfos, fumetas, pasotas, esnobs, exhibicionistas y desviados que de una forma consciente o inconsciente formaban parte del Rollo. También nos habla de lo que se cocía entre los grandes de la música y en otros lugares, sin olvidar los conciertos y festivales que se celebraron ese año en España.

Edi Clavo leyendo Disco Express. Foto de Silex Editorial
El Rollo recibió otros nombres como underground o contracultura, y donde tuvo más éxito fue en Cataluña, como se puede comprobar en la exposición “Underground y contracultura en la Cataluña de los 70” que se exhibe en Madrid tras hacerlo con éxito en Barcelona, de la mano de Pepe Ribas y Canti Casanovas. También echó raíces en Sevilla, momento sobre el que se acaba de publicar un ensayo escrito por Frank G.Matute: “Esta vez venimos a golpear” (Silex, 2022), reseñado en esta página https://wp.me/p9fWSA-6QT.
En la historiografía musical y costumbrista de este país se saltaba de la muerte del Franco a la premovida sin solución de continuidad, como si desde lo uno hasta lo otro fuese un desierto con el oasis catalán. Pero como se deduce en el libro de Edi Clavo, se puede entrever que algo había, incluso en años anteriores. Pero ese algo, por razones evidentes en el caso de Madrid y otras ciudades (falta de libertades y represión policial) fue practicado hacia dentro. Hubo elementos emergentes, y más de lo que se piensa, pero faltaba el marco. En cambio, en el caso catalán, donde la lejanía de Madrid jugaba a favor de una mayor libertad de movimientos, había marco y cierto soporte social que favoreció su desarrollo.
Pero fue el denominado “desencanto” surgido tras la muerte del dictador al ver que no todo cambio se limitaba a su desaparición, lo que favoreció una eclosión de nuevas formas de vida que en su aspecto más político es lo que se denomina la contracultura y que empieza a surgir hacia fuera, no sólo en Cataluña sino en el resto de España.
Edi Clavo traza un eje en 1975 que viene a ser el año donde empieza a subir a la superficie ese magma minoritario. Es entonces cuando nacen las primeras iniciativas, los festivales de Burgos y Canet, complementados por programas de radio, televisión (a horas imposibles) comic y demás contornos y que también tuvieron una parte literaria poco estudiada, y cuyo representante más interesante es el escritor Mariano Antolín Rato, autor de una obra que trasciende ese momento histórico y sigue hasta hoy.
No todo el Rollo fue contracultura, ya que el rock no es contracultura, si entendemos esta última como la búsqueda de valores alternativos a los vigentes. Muchas de las manifestaciones del Rollo fueron subculturas que, en determinados momentos pudieron asociarse a lo contracultural, bien por coincidencia o porque fueron metidos en el mismo saco. Otra cosa es el underground, que viene a ser lo que no está en la superficie y que tampoco pretende cambiar nada sino vivir a su aire. En este sentido, el Rollo si tuvo una connotación underground.
El mérito de este libro, sin nostalgias ni memoriales, es recordarnos como antes de que la palabra “movida” se impusiera al “rollo” en el léxico generalista, lo mismo que luego otros movimientos musicales pusieron en solfa a la movida, ya que los modos y las modas giran desde siempre, es que existió un tiempo que merece ocupar su lugar bajo el sol de las subculturas juveniles de este país.