Cuando se tradujo Mortadelo y Filemón en Italia, Francisco Ibáñez fue presentado como “el Jacovitti español”. En efecto, para cualquier italiano, la influencia de Jacovitti en Ibáñez parece evidente, aunque en España se tiende a subrayar la derivación de la escuela de cómic franco-belga – de la cual, por otra parte, Jacovitti no es ajeno, tanto así que en una caricatura reconoció el parentesco entre su Cocco Bill y Lucky Luke (https://www.comicartfans.com/gallerypiece.asp?piece=307872).

Autorretrato de Jacovitti
Sin embargo, los críticos observan que desde el punto de vista estilístico Jacovitti tuvo sobre todo la influencia de Elzie Crisler Segar, padre de Popeye, así como la del suizo Walter Faccini. Se puede pensar que quizás debido al hecho de que en Italia Jacovitti estaba en todas partes, “Mortadella e Filemone”, como fueron rebautizados los persponajes de Ibañez, lamentablemente no tuvieron gran éxito. Sin embargo, el destino quiso otro vínculo entre el español y el italiano. Ibáñez, nacido en Barcelona el 15 de marzo de 1936, de hecho falleció, también en Barcelona, apenas el pasado 15 de julio, en lo que en Italia es el año de Jacovitti. Benito Jacovitti murió en Roma el 3 de diciembre de 1997, y pocas horas más tarde falleció su querida esposa Floriana Jodice. Pero nació en Termoli, en la región de Molise, el 9 de marzo de 1923. Y el año 2023 estuvo marcado por una serie de acontecimientos en su honor que culminanon con la exposición que se celebra en el MAXXI – el Museo Nacional de las Artes del Siglo XXI de Roma (https://www.maxxi.art/) – del 25 de octubre al 18 de febrero.
“Jacovittissimevolmente L’incontenibile arte dell’umorismo” es el título (https://www.maxxi.art/events/jacovittissimevolmente/?gclid=CjwKCAjwv-2pBhB-EiwAtsQZFFnZC68MeHtFAlZgdWo_NkEnybO6KnVHjJEmt3gVFNkmTxRs8RedehoCmVoQAvD_BwE). Algo como “Jacovittissimamente. El incontenible arte del humor”. «Fue quizás el humorista/dibujante más brillante del siglo pasado, así como uno de los más prolíficos, gracias también a su temprana entrada en el mundo del cómic, que tuvo lugar en 1939, a la edad de dieciséis años», recuerda el catálogo (https://www.maxxi.art/editoria/jacovittissimevolmente-lincontenibile-arte-dellumorismo/). “A los veinte años ya era considerado uno de los autores italianos más interesantes y, gracias a la experiencia adquirida, tras numerosos experimentos personales con el estilo, el trazo y el signo, permanecerá en la cresta de la ola durante toda su vida. Una trayectoria que durará casi sesenta años e involucrará a muchas generaciones de lectores que podrán amarlo y apreciarlo a pesar de los cambios de gusto por parte del público». ¿Al MAXXI, se consagra así Jacovitti como protagonista del arte del siglo XXI, además del cómic?
Ya en vida también había sido estudiado por Umberto Eco, quien había subrayado su horror vacui. Un “miedo al vacío” que se expresaba en páginas muy densas en las que emergían de la tierra cosas extrañas como salami, huesos, gusanos, serpientes, peines, carretes, dados, lápices, dedos, pies, chinchetas.
“Mi padre vivió una época particular que iba desde antes de la guerra hasta la era de Internet”, responde su hija Silvia., comisaria de la exposición junto con Dino Aloi y Giulia Ferracci. “Así que a través de sus cómics, como siempre ha representado situaciones de las personas, es como si hubiera hecho una película que va desde 1930 a 1990. Es un período en el que sucedieron muchas cosas: fascismo, Segunda Guerra Mundial, posguerra, boom económico, movimiento estudiantil, terrorismo, Internet. Fotografió Italia durante un largo período de tiempo y eso se nota en sus cómics”.

Primer número de Coccobill
Se exhiben más de 400 dibujos originales de Jacovitti, junto con materiales impresos. “Los inicios”, “Il Vittorioso”, “100 personajes”, “Las Panorámicas”, “Jac Erótico”, “El Diario Vitt”, “La Publicidad”, “Obras inéditas” y “El Homenaje” son las diferentes cronológicas y temáticas con las que se intenta narrar una producción sumamente polifacética. Gran parte de su obra fue encargada por el mundo católico: desde los dibujos electorales para la Democracia Cristiana, a partir de la campaña electoral de 1948, hasta la larga colaboración con Il Vittorioso, un periódico católico para niños y adolescentes, que en los años cincuenta era uno de de los tres de una competencia en el que también estuvieron en el campo el burgués-liberal Corriere dei Piccoli y el comunista Il Pionere. Y allí nacieron personajes como Pippo, Pertica y Palla; Cip el archi-policía con su enemigo Zagar; la fuerte dama Carlomagno, inspirada en su abuela coja capaz de noquear a un ladrón con muletas; la parodia de Mandrake Mandrago. Pero también colaboró con el Corriere dei Piccoliy su secuela Corriere dei Ragazzi, para el que creó la parodia del Zorro Zorry Kid, y también con Jack Mandolino: un criminal torpe gracias a un demonio guardián aún más torpe que él. Y colaboró con aquel Giorno dei Ragazzi con el que también se unió a la competición Eni de Enrico Mattei: y allí nació Cocco Bill. Era un vaquero bebedor de manzanilla que en algunos aspectos era similar a Lucky Luke y en otros un precursor de los spaghetti westerns. Fue su personaje más famoso, también por haber publicitado el helado Algida (https://www.youtube.com/watch?v=3Y5A9qgf3eQ). Colaboró con otros periódicos católicos, como Il Giornalino e Il Piccolo Missionario. Y colaboró con una revista de cómics considerada de izquierda como Linus. Incluso con Tango, que entre 1986 y 1988 fue el inserto satírico en el diario del Partido Comunista l’Unità.
Pero también se exponen sus otros anuncios: de Esselunga a Esso y Ferrovie dello Stato, así como animaciones para Carosello, el famoso programa publicitario de la televisión estatal Rai. Realizó el famoso Diario en el que los escolares anotaban sus deberes, del que se vendieron dos millones de ejemplares al año, y cuyos textos fueron escritos por grandes periodistas como Indro Montanelli, Roberto Gervaso o Sergio Zavoli. Ilustró libros, desde Pinocho hasta historias médicas. Hizo álbumes de cromos. En 1981 también empezó a realizar dibujos eróticos, en particular un Kamasultra. Ellos mismos eran una sátira de la obsesión sexual, pero enojaron a los editores católicos del Diario. Y luego Jacovitti empezó a hacerlos él mismo, rechazando cualquier censura. “Soy liberal”, dijo. Francesco Specchia lo define como un “anarquista central” en uno de los ensayos del catálogo. Pero también se fue de Linus, diciendo que querían censurarlo porque era “de derechas”.
“Si vas a la exposición también es interesante por este motivo”, siempre explica su hija Silvia. “Porque se puede ver la evolución de diversas situaciones, incluidas las políticas. Evidentemente, no se trata de una sátira política, sino de una burla de diversas situaciones en distintos momentos. Y por eso siempre lo criticaban porque de todos modos no se iban a burlar de nadie. Pero él decía: ‘mi trabajo es ser humorista. Si no me burlo de la gente, ya sea de centro, de derecha o de izquierda, ¿cómo puedo hacer mi trabajo? No puedo hacer sátira. Puede que sea parcial, pero si no tomo partido y me burlo de todos, estoy haciendo mi trabajo. Si se enojan, lo siento por ellos, porque no saben reírse de sí mismos. En cambio, es muy importante hacerlo”. “Es algo que él me enseñó. Tomarse a uno mismo en serio no es exactamente algo bueno. Tienes que reírte de ti mismo. No tienes que dejarlo pasar. Nadie es nadie, todos somos alguien.»
Jacovitti es recordado como un gran ilustrador, pero también tenía cierto gusto por los juegos de palabras. Generaciones enteras han crecido modelando chistes sobre el de Cocco Bill que detiene a un puma preguntándole “¿Usted puma?” y luego mostrándole el cartel de “Prohibido pumar”. O quien de un disparo hizo caer un hacha de guerra sobre la culata de un indio amenazador comentando “lascia l’ascia e accetta l’accetta”. “Deja el hacha y acepta la azada”. “Sí, le gustaba”, confirma Silvia Jacovitti. “Lo hacía muy fácilmente. Hablaba sin decir nada: era simplemente su forma de ser. Siempre jugaba, sobre todo en casa, con su familia, con muy pocos familiares y amigos. Siempre hacía chistes, juegos de palabras, decía cosas absurdas de la nada, era muy juguetón. Él no era un padre para mí, era un hermano pequeño. Ni siquiera más grande. Un adolescente que siempre quiso jugar para restarle importancia a todos los problemas que tenía porque tenía muchos. De salud, económicos y otros. Entonces, para aligerar las cosas, para ayudarse a sí mismo a seguir adelante, continuaba trabajando incluso cuando no estaba trabajando. Siempre utilizó el humor lo más posible para afrontar la vida.»

Copia del último dibujo
La pregunta que muchos le hicieron es ¿por qué dibujaba salami por todas partes? Contestó a mucha gente diciendo que le ayudaba a concentrarse mientras pensaba en la viñeta siguiente. “Daba dos respuestas. Una era ésta, que es la más plausible”, confirma Silvia Jacovitti. “La segunda era: hazme la pregunta. ¿Por qué siempre dibujas salami? Mi padre siempre dibujaba salamis porque un día venía alguien y preguntaba: ¿por qué mi padre siempre dibujaba salamis? Yo hubiera respondido: él siempre dibujaba salamis porque alguien venía y me preguntaba: ¿por qué mi padre siempre dibujaba salamis? Y yo hubiera contestado.. Y así sucesivamente… A veces cuando le hacían la pregunta seguía por minutos, hasta que el que preguntaba quedaba exhausto. Otras veces diría; ¿Pero que se yo? Los dibujo porque no sé qué hacer en ese momento. Para no quedarme quieto, dibujo.”
Y luego están todas las demás interpretaciones. Del símbolo sexual al hambre en la Italia de la posguerra… “Está bien… Pero a mi padre también le gustaba el salami. Le gustaba comer bien. Pero así fue como lo hacía. Le ponía huesos, peines, manos, todo. Sin saber exactamente cómo proceder porque inventaba la historia a medida que dibujaba, en momentos de pausa para no quedarse quieto le servía para dibujar alguna cosita que no fuera demasiado exigente. Entonces, ¿será verdad? Bueno, no sé muchas cosas. Nunca las sabré”.

Los comisarios de la exposición, Silvia Jacovitti y Silvia Jacovitti y Dino Aloi