Unidad de partisanos anticomunistas polacos en 1946
La guerra de Ucrania, al igual que años atrás la de los Balcanes, han obligado a dirigir la mirada hacia escenarios que, pese a formar parte de la geografía europea, resultaban bastante desconocidas en sus antecedentes históricos. Es por eso que este libro del historiador José M. Faraldo, “Contra Hitler y Stalin. La Resistencia en Europa 1936-1956” (Alianza editorial, 2022) es importante. Además, proporciona una visión europea de un hecho histórico que ocurrió en todo el viejo continente. Pero también es la primera vez que se compara la Resistencia tanto en los países ocupados por la Alemania nazi, como por la Unión Soviética, algo que el autor considera “un paso más hacia la construcción de una historia en verdad europea”.
Faraldo, profesor de Historia de la Universidad Complutense, ha investigado en múltiples archivos, vivido en Berlín y conoce idiomas como el polaco, lo que le proporciona una ventaja a la hora de escribir esta entretenida historia que ya había tratado en “Europa clandestina. Resistencia a las ocupaciones nazi y soviéticas 1938-1948” (Alianza, 2018); “La Revolución Rusa: Historia y Memoria” (Alianza, 2017) y “Las redes del terror. Las policías secretas comunistas y sus legados” (Galaxia Gutemberg, 2018).
El denominador común de los partisanos en contra de los diferentes regímenes totalitarios, desde el franquismo, la Italia fascista, la Alemania nazi y la Unión Soviética, es según el autor, el resultado de un acto consciente, que busca objetivos políticos, aunque no sean concretos y que se enfrenta a un invasor extranjero, aunque también hay casos de oposición a un régimen dictatorial, como puede ser el español o la resistencia antinazi dentro de la misma Alemania.
Lo de verlo como un fenómeno europeo es una opción acertada porque tanto en su desarrollo, como en sus conclusiones, estos movimientos tienen más en común que diferencias, pese a desarrollarse en contextos geográficos y políticos distintos. El autor pone el acento en las Resistencias menos conocidas para el lector español, como puede ser la polaca o las del Este, aunque no por ello se deja de hacer un repaso pormenorizado de todas las que surgieron en Europa, en el periodo que va desde los años de la Guerra Civil española hasta el comienzo del deshielo en la URSS.

José M. Faraldo
Junto al desarrollo histórico se nos cuenta la historia de cada una de ellas y sus hechos más destacados. También se estudia la experiencia de los resistentes desde cómo se entraba a formar parte de ella, el conseguir armas, la experiencia de la lucha, el sexo, el amor, las detenciones y muertes, el papel de las mujeres en la misma, que fue muy importante, o las memorias personales.
La vida de los resistentes estaba marcada por la clandestinidad, y en muchos casos revistió una dureza especial, como pudo ser el caso polaco y yugoslavo en contra del ocupante nazi, la española tras los primeros años de la victoria de Franco o la de los países del este en los años cincuenta.
Esa dureza, no exenta en muchos casos de heroísmo y “martirio” ha imbuido al resistente de un pasaporte que también ha servido para cimentar mitologías históricas, donde el Estado surgido tras la derrota de la Alemania nazi y el fascismo basó su identidad nacional en la resistencia masiva frente al invasor. Incluso en Alemania se ha magnificado la resistencia frente al nazismo. Y en los países del este de Europa se ha hecho lo mismo en contra del ocupante soviético.

Guerrilleras comunistas griegas
Sin embargo, la realidad fue por otra. Si en la mitología de la posguerra el colaboracionismo quedó reducido a un puñado de execrables traidores (cuando en algún país que otro la colaboración armada con el ocupante fue superior al número de resistentes) que sirvieron para saldar responsabilidades mayores, empezando por el Holocausto, y en el que participaron las policías de los países ocupados en las redadas, listas y concentración. En definitiva, lavar el pasado.
La resistencia fue muy minoritaria en sus inicios, y conducida por extranjeros y refugiados en el caso francés. Solo cuando era evidente que Alemania iba a perder la guerra se convirtió en algo numeroso. En algunos países, como pudo ser el caso italiano, la resistencia contra el invasor, al existir un Gobierno fascista aliado de los alemanes, desembocó en una guerra civil entre fascistas y resistentes, mientras la mayor parte de la población se dedicaba a sobrevivir.
Militarmente, los resistentes estaban derrotada en 1944 y su contribución a la victoria fue escasa. Ningún país fue liberado por su acción sino por el avance aliado en el oeste y soviético en el este. Y donde no se produjo esa ayuda externa, véase el caso español o de los países tras el telón de acero, el maquis fue exterminado.

Maqueta de un guerrillero español
Cuando analiza los logros obtenidos por la resistencia, Faralde afirma que si dejamos de lado lo simbólico, trajeron mas represión que otra cosa. Por poner un ejemplo práctico, en el caso ucraniano, la guerrilla de la UPA en su momento de mayor expansión, 1945, tenía cien mil hombres en armas. Las últimas acciones armadas se dieron a finales de los años cincuenta. Durante una década y media mataron a unos 10.000 soldados y chequistas rusos, y unos 20.000 colaboracionistas de los soviéticos. En cambio, ellos tuvieron unos 155.000 muertos y 300.000 colaboradores arrestados y deportados.
La figura del resistente que nos ha llegado ha estado siempre rodeada de una aureola romántica, bien por representar casi siempre el combate de David contra Goliat, como por luchar contra la opresión. A veces también se mancharon las manos con crímenes sin sentido o de inocentes, asuntos turbios y acciones que respondían a motivos partidistas o personales. Pero no podemos menos que ver con simpatía a ese resistente dispuesto a apretar el gatillo por liberar Varsovia o su país.
Como cuenta Ioana Tsatsos, y cita Faraldo, sobre el caso de un joven griego que se niega a entregar su arma a los ocupantes italianos y mata a uno de ellos (en los Balcanes el arma tenía un valor añadido, formaba parte de la masculinidad) y es ejecutado por ello, el padre afirma:
“Mis hijos se han comportado siempre como unos hombres. Era su deber. No podía ser de otra manera. Sus armas eran su valentía, su libertad. ¿Cómo iban a renunciar a ellas?”
Algo así deben pensar en las trincheras ucranianas un día como hoy.