Ingreso a whats app desde mi celular. Encuentro los mensajes de la entrevista al mejor estilo siglo veintiuno con batería por debajo del 20 por ciento. Tengo tiempo. Tengo mar. Diría mucho mar. Las palabras de Daniel Welshinger siempre están buscando un puerto de calado hondo donde anclar para significar. El oleaje del mar nos lleva de inmediato a Bahía Creek, a pocos kilómetros de Viedma, un lugar que el describe como “un adentro que me permite estar afuera”.
Nacido en Carmen de Patagones, es actualmente profesor adjunto de la Cátedra Política de Filosofía Política clásica y moderna de la Universidad Nacional del Comahue. Antes, estuvo cuatro años dirigiendo el Fondo Editorial Rionegrino donde se publicaron 48 libros de distintos autores rionegrinos. “Estudié en la Universidad Nacional del Sur, de Rosario, de Córdoba y del Comahue”.
“La literatura es más necesaria que nunca, eso está clarisimo” explica Welshinger y «la hipertextualidad interpela las capacidades, la de todos, el problema es que vivimos en una hipermedia”. Para apuntalar el análisis, toma de la memoria un recuerdo con Luisa Calcumil, reconocida artista mapuche con quien ha compartido muchos caminos culturales que dice siempre que lo bueno es mirarse la propia sombra. Luego, es protagonista del relato Lope de Vega quien consideraba a la poesía como la pintura de los oídos y a la pintura la poesía de los ojos. “La erudición se convierte en un obstáculo para comprender lo sustantivo de la cosa y precisamente lo que se trata es de expresar la totalidad de lo real”.
El audio vuelve a reproducirse. Se enciende, se repite la pregunta, se acelera la narración. La claridad va dando forma a los conceptos. “Soy fanático de Mafalda, Asterix, de los Atlas, Martín Fierro, Herman Hesse, El Corsario Negro de Emilio Salgari” enumera algunas citas de lecturas de la infancia. En el horizonte, aparece entrañable, como un faro la referencia de Jorge Luis Borges: cuando un libro encuentra a su lector se convierte en un acontecimiento, deja de ser una cosa.
Con una cierta ironía responde la pregunta de si el arrebato inspiratorio responde a la juventud. “La belleza depende de muchas cosas, depende del trabajo, ya no de recursos de autoridad” Insiste. “Esto es lo mismo que pensaba Platón, que para hacer filosofía había que cumplir 33 años, y luego de pasar por un engaño, de haber estado en la guerra, ser padre y otros infortunios”.
“Tiempo y espacio están transmutándose todo el tiempo, experiencia, inspiración, arrebato, tener oficio es muy bueno”.
Otra de las inquietudes de esta nota con tintes modernos (pero de la vieja escuela) torna acerca del mundo editorial aunque la pregunta es donde está el lector. Buen docente Daniel empieza graficando “Se vendieron 35 millones de libros en argentina, en 2014, año desde que venimos cayendo ” manifiesta.
“El titulo mas vendido en argentina fue el de la actual Vicepresidenta de la Nación Cristina Fernandez “Sinceramente”, lo que indica que el lector estuvo en la calle, en la plaza, en el hartazgo y en la esperanza. Posiblemente haya una posición de espectador muy atento a la historia contemporánea en Argentina y los mercados están concentrados en las grandes ciudades”.
Hay tiempo para hablar del Fondo Editorial Rionegrino. La experiencia está tejida por un mantra de múltiples viajes por la provincia de Río Negro, con las piernas entumecidas, de decisiones en la banquina de una ruta y promesas jóvenes fuera del canon. Pareciera que la máxima, para presidir la entidad, es sumar tantos miles de kilometros andados como páginas leídas. Es la voz en el celular que vuelve a imprimirse en la nocturnidad de este gélido otoño.
“La Editorial Pública pretende eludir la lógica del mercado sin pertenecer al orden arbitrario de lo inmediato, es por eso la singularidad”. Explica, otra pausa, “su existencia pertenece a una lógica de lo complejo que no tiene muchos cultores ni defensores, tiene por función la totalidad del campo editorial que sería imposible sin la integridad de las artes”.
“Didi Huberman, en su libro Ante el tiempo hablaba del asombro por haber pasado decenas de veces ante un cuadro del Pintor renacentista Fra Ángelico sin haber notado lo visto ayer. Ese asombro ante la imagen es maravilloso, la imagen siempre tiene más memoria y porvenir que el sujeto que la mira, va a estar cuando nosotros no estemos. En este reconocimiento, una profundidad epistemiológica, que no es el saber del critico, sino es un arte del critico, es el necesario arte que requiere lo editorial”.
“La cultura es un tempo que la política no entiende”.