Carlos Alberto Montaner. Foto de Giorgio Viera /EFE

“Para Maurizio, cómplice y amigo, en este libro que ya es de ambos”. Conservo esta dedicatoria de Carlos Alberto Montaner en un ejemplar de Vigilia della fine. Fidel Castro e la Rivoluzione Cubana((https://www.unilibro.it/libro/montaner-carlos-a-/vigilia-fine-fidel-castro-rivoluzione-cubana/9788879450010), libro del 1992 que fue mi traducción en italiano de Vispera del final (Puedes comprarlo aquí,) que en realidad era un libro de 1983: Fidel Castro y la revolución cubana y que fue ampliado y retitulado tras la caída del comunismo en Europa del Este.

Escritor, periodista, uno de los columnistas más leídos en la prensa de habla hispana repartida por los distintos continentes, y fundador de un partido liberal cubano, fue también uno de los más conocidos líderes de la oposición cubana en el exilio, fallecido en Madrid el pasado  29 de junio a los 80 años, también fue mi amigo. Implícitamente autorizado por esa dedicatoria, he saqueado el libro cada vez que he tenido que escribir sobre Fidel Castro. En particular, la biografía por entregas que hice para Il Foglio en 1997 y que luego fue recopilada en volumen con otras biografías (https://www.ebay.it/itm/234950649778), y un capítulo en mi otro libro de 2007 I nomi del male (Puedes comprarlo aquí). En 2015 también traduje su prólogo al libro  Letteratura e libertà. Borges, Paz e Vargas Llosa  (Puedes comprarlo aquí), publicado en italiano por el Instituto Bruno Leoni (https://www .brunoleoni.it/i-moschettieri-del-liberalismo-nel-pi-populista-dei-continenti).

Pero también había hecho de intérprete suyo cuando se presentó su libro en Italia. Y lo había entrevistado muchas veces. La última fue hace apenas dos años, cuando me habló de la enfermedad neurodegenerativa que le obligó a dejar de escribir en mayo (https://www.instagram.com/p/Cr3Srbys8ID/) y por la que optó al final por la muerte asistida, según explica en un artículo publicado póstumamente (https://cnnespanol.cnn.com/2023/07/04/carlos-alberto-montaner-articulo-postumo-orix/).

Lamentablemente, murió en el exilio. La búsqueda de una salida dialogada para llegar a una transición entre el comunismo y la democracia pacífica como las que se habían dado en Europa del Este en 1989 había sido el empujón que lo lanzó a involucrarse en política. Por un lado, los sectores más extremistas del exilio cubano lo habían tildado de “dialoguero”, y sus distancias con ciertas posiciones de la derecha dura también bastante presentes en el exilio cubano quedan atestiguadas por sus críticas a Trump (https://www.infobae.com/america/opinion/2020/11/07/por-que-donald-trump-sostiene-que-hubo-fraude/).

Por otro lado, para el régimen cubano él también era un “terrorista” y un “agente de la CIA” (http://www.cubainformazione.it/?p=180), como todos sus opositores. Es también una paranoia, la del régimen cubano, que también tiende a contagiar a sus partidarios en el exterior, tanto que, por ejemplo, yo mismo he sido acusado por un periódico italiano cercano a Castro, al chavismo y a Putin de ser,  nada menos, uno de los organizadores de las últimas protestas en Cuba (https://www.lantidiplomatico.it/dettnews-quello_che_i_media_non_dicono_su_cuba_e_il_rap_anticomunista_patria_y_vida/5694_42275/).

En realidad, Carlos Alberto tenía un fuerte sentido de la ironía consigo mismo, y hablando de su análisis del posible efecto del derrumbe de la URSS sobre el régimen castrista admitió: “pero quizás, como muchos exiliados, yo también sufro de exilium tremens”. Bromas aparte, la reflexión sobre la estabilidad del comunismo en Cuba mientras colapsaba en el resto del mundo probablemente inspiró el Manual Del Perfecto Idiota Latinoamericano (Puedes comprarlo aquí) un irresistible panfleto contra el populismo que fue su mayor best-seller. Lamentablemente fue profético, dado que poco después el chavismo venezolano revelaría una espectacular propensión tanto a infectar la región como a dañarla. De allí, varios ensayos de cierta profundidad en los que se abordan de manera más analítica los problemas de la cultura latinoamericana. Cabe mencionar, en particular, Las raíces torcidas de América Latina, de 2001 Puedes comprarlo aquí; y Los latinoamericanos y la cultura occidental, de 2003 (Puedes comprarlo aquí). Pero también dos secuelas del Manual: Fabricantes de miseria, de 1999 (Puedes comprarlo aquí) y El regreso del idiota, de 2007 (Puedes comprarlo aquí)

 

Carlos Alberto Montaner en familia. Foto JJ Blanco H.

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p style=»font-weight: 400;»>Había escrito el Manual y las dos secuelas junto con el peruano Álvaro Vargas Llosa, politólogo e hijo del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, quien había escrito el prólogo del Manual; y al colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, escritor y exdiplomático, además de amigo y biógrafo de Gabriel García Márquez. Una cercanía, aunque indirecta, con dos de los campeones del boom literario latinoamericano, del que quizás él podría haber sido a su vez exponente. Además de 24 ensayos, de hecho ha dejado cuatro obras narrativas, incluida una novela de 2011 que ha sido traducida al italiano (Puedes comprarlo aquí) y en cuyo prefacio la célebre bloguera disidente cubana Yoani Sánchez observó que Montaner no es sólo un periodista, sino también un gran escritor. De hecho, el compromiso político probablemente lo había distraído de la ficción. Lo bonito es que había comenzado en clave castrista. Al final del Manual, incluso los tres autores admitieron que ellos mismos “habían sido idiotas” a su vez, citándoles frases. Y hay una del propio Montaner, entonces de 16 años, que data de febrero de 1959. El mes siguiente al triunfo de la Revolución. “El fin de la dictadura batistiana y el comienzo de esta revolución hermosa les traerá a los cubanos una etapa de libertad y prosperidad como la Isla nunca ha conocido. ¿Quién puede dudar de este feliz destino?”. El mismo estudiante de secundaria ingenuo que escribió estas cosas en realidad cambió de opinión casi de inmediato, conmocionado por el espectáculo de 
los fusilamientos en 
masa de opositores. Por ello, intentó organizar una huelga en la escuela y en 1960 terminó en la cárcel, condenado a veinte años de prisión como “terrorista” y “agente de la CIA”.

Pero aquí, cerremos con el recuerdo que me había traído Montaner, y que fue también el argumento de uno de sus cuentos. “Escapé de la pena de muerte porque era menor de edad. Pero el fiscal, que muchos años después se convertiría en Ministro de Justicia de Fidel, trató por todos los medios de probar que yo tenía más de dieciocho años, para poder fusilarme. Cuestionó la veracidad de mi inscripción en el registro civil, incluso me hizo someterme a un examen médico. Sin embargo, una vez que se comprobó que yo era realmente menor de edad, no me podían enviar a un penal, sino a un correccional, donde la vigilancia era menos asfixiante. Por setenta y cinco centavos le compré una lima a un ex presidiario que se había convertido en ayudante de guardia después de la revolución, corté los barrotes y salté por la ventana. Después de mí, saltó otro. Cuando lo intentó el tercero, los vigilantes se dieron cuenta y lo mataron a tiros. Me salvé. Estaba flaco y asustado, así que corrí rápido… Durante un tiempo me escondí en La Habana, con la ayuda de un grupo clandestino de anarquistas. Luego me refugié en la embajada de Venezuela”.

 

 

 

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