Si aventuramos que escribir es traducir, nos referimos al trasvase de unas palabras o un sentido posible desde un idioma a otro, por supuesto, pero también y más radicalmente a un gesto previo y simultáneo, el de la propia escritura, que conduce algunas intuiciones a las palabras que las precisan. Nicole Brossard (Montreal, 1943), respaldada por todo su bagaje literario, reflexiona sobre ambos procesos en el libro Y de repente aquí estoy rehaciendo el mundo.

Este breve ensayo de mirada y tono líricos, publicado en francés en 2015, se puede leer ahora en nuestro idioma gracias a la traducción de Meritxell Martínez y a la labor siempre acertada y elegante de la editorial incorpore. Tras una trayectoria vinculada a la poesía, a la narrativa y al ensayo, con más de cuarenta títulos dedicados principalmente a la causa feminista, Brossard se detiene ahora a observar cómo pensamos desde cada lengua, cómo escribimos, cómo tendemos puentes hacia otras maneras de decirnos y crearnos.

La autora, que declara que no es traductora a pesar de haber trabajado en varias traducciones, parte de una posición experimentada pero también humilde, y se pregunta: «¿Por qué la traducción no es un tema como cualquier otro (…)?», más aún si, como añade después, «Cada vez se estudia más la genética no solo de los textos traducidos, sino también de la propia traducción». Y es eso lo que ella misma hace en estas páginas, poner el foco en el proceso.

Para ello, empieza teniendo en cuenta la responsabilidad que implica toda producción y transmisión de sentido, y continúa con el planteamiento de una estructura que viene vertebrada por las «actitudes o comportamientos», las posturas estéticas que nos relacionan con la lectura: la aproximación denominada nula (el sentido tal cual), la identitaria (el sentido deseado), la lúdica permisiva (el sentido ubicuo), la interactiva responsable (el sentido reinventado) y la interactiva libre (la escritura de la reescritura). Este marco le permite, a cambio, abordar la transformación de los textos desde una escritura evocadora y libre.

 

Nicole Brossard

 

Su propuesta va ligada a algunos pensamientos compartidos con una genealogía literaria de la que toma la palabra, y a la formulación continua de dudas y quiebros. Sitúa así a las lectoras ante problemas muy estimulantes que nacen de una traducción tan responsable como cercana al juego. Y también deja espacio en estas líneas, como señalábamos, al pensamiento lírico, por eso tras plantearse «¿Cómo saber dónde empieza la audacia, dónde se cuela el error, dónde se infiltra la banalidad semántica al amparo de un vocabulario no obstante pertinente?», habla con su propia voz de una «Doble personalidad (…): te leo en una lengua extranjera, te llevaré conmigo hasta mi lengua materna. Yo es siempre otro en devenir. ¿Qué haré de ti una vez que hayas entrado en mi universo? ¿Iremos juntos a alguna parte? ¿Hasta dónde?».

Hay en este libro, por supuesto, una reflexión sobre el lenguaje y el decir («todo puede suceder en la lengua: el presente, el futuro, la guerra»), sobre el ejercicio de simbiosis entre ciertas asunciones sociales y el lenguaje, y una importante atención al acto de escribir en relación con la personalidad, acto que «conlleva esta idea de convertirse en otro asumiendo riesgos con el sentido, la lengua y uno mismo». De ahí la importancia en todo el libro de la máxima de Rimbaud –«Yo es otro»–, la heteronomía de Pessoa y esa continua oscilación de una misma que se da en la lectura, en la escritura y en la traducción.

A Brossard le interesa, sobre todo, la traducción de la poesía, quizá por su complejidad extrema (si el buen poema es un acontecimiento lingüístico, la traducción no debería serlo menos), que supone un reto como pocos. Y habla de los «círculos de intimidad», las afinidades que llevan a traducir y que surgen en el propio proceso. La traducción de poesía, más que cualquier otra, generaría entonces una nueva actitud frente al mundo, «fruto de una palabra poética exaltada por la comprensión de su propio recorrido y de su desarrollo en el ciclo del lenguaje y de la psique». Todo esto lleva a la autora a considerar también la esencia de lo poético y la naturaleza de la buena lectura, llegando a hacer casi indistinguibles al lector, al traductor y al poeta.

Las generalidades se hacen mucho más tangibles y evidentes con los abundantes ejemplos, casi siempre de su obra, que ponen de relieve la experiencia tanto en la creación como en la traducción de sus libros. Ella misma llevó a cabo un desafío que empezó como un juego: traducirse del francés al francés. Así, en la parte central del libro ofrece generosamente un original proceso de trabajo y traducción de su texto L’Aviva, adaptando cada una de esas traducciones a la propuesta total del libro, las aproximaciones antes mencionadas. E insiste en un «fenómeno de atracción hacia una alteridad ficticia, de uno mismo o de la propia lengua» que vivió en dos de sus libros, «Le Désert mauve y La capture du sombre, el primero por escenificar el deseo de traducirme en mi propia lengua, el segundo por estar asociado a la idea de escribir en una lengua que no es la mía». A pesar de la presencia quizá demasiado persistente de su propia obra, Nicole Brossard logra finalmente el equilibrio necesario para transmitir su fascinación e interés por llegar al otro a través de la palabra.

Y si, como ella escribe, «Todo texto nos dice de manera subliminal cómo quiere ser leído (…), dice si quiere ser utilizado para el placer, para la reflexión, para la emoción», Y de repente aquí estoy rehaciendo el mundo es una pieza destinada idealmente a las tres cosas.

 

 

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