
Cadaqués. Foto de Oriol Maspons
En la década de 1960 Salvador Paniker tal vez compuso dos obras esenciales a la hora de comprender el panorama político, económico, científico e intelectual de la España del momento: Conversaciones en Cataluña(1966) y Conversaciones en Madrid(1969). Ingeniero industrial, filósofo, empresario y editor, Paniker planteó sendos libros de entrevistas a distintos personajes – 49 en total- al estilo del cinema veritéde la época. En el libro sobre Cataluña aparecieron figuras de la cultura como Josep Pla, Ana María Matute, Salvador Dalí, José María Gironella, Adolfo Marsillach, José María Valverde, Salvador Espriu, Mercedes Salisachs y Antoni Tàpies, entre otros. Matute declaraba su rechazo a la literatura de evasión, mientras que Marsillach confesaba ser un actor eminentemente analítico. Pedro Duran Farell, a la sazón presidente de Catalana de Gas, era partidario de un «capitalismo con conciencia». Y en el caso de la política, Manuel Jiménez de Parga, entonces catedrático en la Universidad de Barcelona, ponía a los tecnócratas del Opus en el punto de mira, dado que «la derecha está muy interesada en demostrar que ya no existen ideologías y que la alternativa entre derechas e izquierdas está superada».
Camilo José Cela, José Luis López Aranguren, Luis García Berlanga, Antonio Buero Vallejo y Guillermo Díaz-Plaja, formaron parte asimismo del elenco de intelectuales entrevistados por Paniker para la versión madrileña. También el arquitecto Francisco Sainz de Oiza, el teólogo José María González Ruiz, o los psiquiatras Juan José López Ibor y Juan Rof Carballo. A juicio de Berlanga, el cine español era «uno de los fenómenos más anodinos de nuestro tiempo». Aranguren sostenía que íbamos hacia un catolicismo de sectas. Y a la pregunta de Paniker sobre si el escritor es «algo así como un clownmal pagado», Cela respondía que se trataba de la gran servidumbre de la literatura desde sus orígenes: «nuestra venganza está en seguir trabajando», «en medio de esta sociedad que nos ve dando volatines en el trapecio, también hay almas sensibles que están a nuestro lado».
Por otra parte, el Régimen contaba con las opiniones de Alberto Ullastres, José María de Areilza, Laureano López Rodó y Manuel Fraga, mientras que la Oposición tolerada se expresaba a través del criterio de Enrique Tierno Galván, Joaquín Ruiz-Giménez y Rafael Calvo Serer, quien aseguraba que España estaba madura para la democracia. Respecto a los economistas, Luis Ángel Rojo manifestaba sin ambages que la industrialización definitiva del país se había producido entre 1939 y 1959, resultara irritante o no. Y las declaraciones de Ramón Tamames alcanzaron tal revuelo que Enrique Fuentes Quintana le recomendó infructuosamente exiliarse a Estados Unidos bajo el amparo del poco después Nobel Wassily Leontief.

Foto de Xavier Miserachs
Contando con una fotografía excepcional a cargo de Xavier Miserachs, en suma, tanto por su originalidad formal, como por lo que allí se decía poniendo a prueba la Ley de Prensa de 1966, las dos obras resultaron un éxito editorial inmediato. De Conversaciones en Cataluña se lanzaron siete ediciones; y de Conversaciones en Madridse publicaron once ediciones – número uno durante varios meses- y 65.000 ejemplares vendidos. De este último hubo crónicas en Le Monde, Corriere della Sera, Avvenire, Atlas y The New York Times, y la repercusión de su contenido influyó varios años en los circuitos políticos y culturales más representativos del país.
Precisamente, en este encomiable ensayo sobre la cultura española bajo el franquismo y la reinvención de la democracia (1960-1990), trae Juan Pablo Fusi a colación a Paniker, junto a otros autores catalanes, vascos y gallegos, ante el propósito de repensar España bajo Franco. Porque el objeto de estudio del catedrático emérito de la Universidad Complutense en esta ocasión no es tanto elaborar una historia de la cultura, «sino ver cómo el pensamiento y la cultura españoles – el ensayo, la literatura, la historiografía, las ciencias sociales, el arte- fueron replanteándose en aquellos años la realidad problemática del país; y cómo fueron creando, al hilo de ello, nuevos lenguajes para repensarlo, y para, por extensión, reinventar la democracia».
En este sentido, Fusi formula una introducción donde la postguerra aparece como especial circunstancia, entre el regreso a la palestra de José Ortega y Gasset – un retorno más o menos indeciso, contradictorio- y la exaltación de los valores del nacional-catolicismo, entonces dominantes. Después, en el capítulo primero, traza el historiador un amplio recorrido en torno al esfuerzo por entender la trayectoria de España desde los más sugerentes ámbitos académicos en esos años. El capítulo segundo analiza las dificultades del desarrollo económico y social, el franquismo como problema, y la reinvención de la democracia bajo la óptica de los intelectuales de variado signo que vivieron en directo aquella etapa. Por último, el capítulo tercero está dedicado a la transformación en todos los órdenes a que condujo el paso de la dictadura a la democracia. A juicio de Fusi, un cambio que se vio influido hasta hoy, aparte de otras fuentes, por las ideas divergentes, aunque quizá complementarias, que mantuvieron tanto Julian Marías («España como preocupación») como José Luis López Aranguren («la democracia como moral»). Para Marías, la Transición era «la devolución de España a sí misma», dada una realidad de existencia colectiva desde la romanización: hacer un país «inteligible». Para Aranguren, la Transición fue más bien la oportunidad de cumplir una función transgresiva, crítica, utópica, «la vigilancia de la vigilancia». De ahí que Fusi concluya que ambas trayectorias, aunque no solo las suyas, atendiendo la larga lista de nombres propios que a lo largo del ensayo aparecen, siguen constituyendo, pese a las diferencias, «un programa permanente para la reflexión en torno a España y su vida en común».
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