Resistentes franceses en septiembre de 1944 y Nancy Wake

 

Este libro del celebrado periodista Peter FitzSimons podría ser una buena novela de espías, al modo de Eric Ambler o John Le Carré pero añadiéndole la particular peripecia del personaje creado por Ian Fleming en 1953, James Bond, y la cierta humanidad del Simon Templar de Leslie Charteris, vale decir, una gran novela de espías donde el suspense propio del thriller se compensa con peripecias dramáticas propias del mejor teatro clásico.

Vaya por delante que nos encontramos ante una obra escrita por un periodista anglosajón, esta vez australiano, de reconocido prestigio, autor de 24 libros, donde descuella como uno de los grandes especialistas en historia militar, y sus libros Tobruck Kokoda ofrecen buena muestra de ello. También frecuenta con cierto éxito el rugby aunque con cierta leyenda de jugador guarro: posee el dudoso honor de ser el único jugador de la liga australiana de rugby expulsado por cometer una grave infracción contra un jugador de los All Blacks, la selección neozelandesa.

Y esa pasión por el rugby tiene que ver mucho con la redacción de este libro: estamos en la segunda década de los ochenta y Peter FitzSimons está jugando al rugby en la aldea de Donzenac en el departamento francés del Corréze, en la Francia más profunda, cabe decir. FitzSimons solía ir a tomar alguna bebida al café de madame Salesse con Martin, el propietario de un garaje del pueblo, hombre afable que durante la Guerra se había hecho llamar “Tin-Tin” y fue uno de los más terribles y feroces miembros de la Resistencia llegando a convertirse en una pesadilla para los alemanes afincados en la zona.

Peter FitzSimons

 

Fue Martin, al saber que FitzSymons era australiano, el que le preguntó si tenía noticias de Nancy Wake, paisana suya. FitzSymons le confesó que era la primera vez que había oído hablar de ella. Fue entonces cuando comenzó a fascinarle la figura de esa mujer australiana al explicarle Martin que fue un mito para la Resistencia francesa de aquellos tiempos y la mujer más buscada de toda la Auvernia. Le contó que fue una organizadora de primera, “muy guapa y atractiva” y, por si fuera poco, la mujer más condecorada de la II Guerra Mundial.

A su regreso a Australia se dedicó a buscar su paradero y, finalmente, después de un largo tiempo de búsquedas infructuosas y callejones sin salida, abandonó su labor. Comenzó a trabajar para el Sydney Morning Herald y diez años más tarde recibió la llamada de su antiguo entrenador de rugby que le dijo que su hermano era muy amigo de Nancy Wake y que si quería hacerle una entrevista para el periódico. FitzSymons ni se lo pensó, en realidad lo tenía más que pensado desde hace tiempo. La entrevista tuvo lugar y fue tan feliz la cosa para ambos que el periodista salió de la casa de Nancy casi en estado de trance, llamó a su editora, a la sazón de Harper Collins y le espetó que quería escribir un libro sobre esa mujer y que ellos se lo publicaran.

Esta historia de periodismo de investigación con final feliz es parte de la particular Arcadia con que se rodean de por vida los anglosajones, una tradición que les compensa de ser muy prácticos en las decisiones que les afectan cotidianamente. Esta introducción sin embargo, sirve de prólogo a una historia muy diferente, muy emotiva, pues se trata de un relato apasionante de espionaje y organización de la Resistencia por parte de los únicos que podían ofrecerle esto a los franceses. La figura de Nancy Wake queda reflejada a la altura que le corresponde, pero es mérito de FitzSymons, no en vano es ya un hijo de los que hicieron el “nuevo periodismo”, el meterse en la piel del personaje al modo de una novela.

Nancy Wake

 

La sombra de A sangre fría es alargada, tan alargada que este tipo de libros, rigurosos en la información, tan apasionantes como un libro de ficción, parten de ella. Aquello a lo que dio lugar es espléndido y basta con remontarnos a los libros de Guy Talese o Tom Wolfe para saber de esa calidad. Este libro pertenece a esa categoría pero se desenvuelve en un tono de escritura menos dramático. La razón estriba en que vivimos en otros tiempos, donde la información se presenta tendente a la edulcoración y, además, hay que tener en cuenta que el autor es periodista deportivo y jugador de rugby, ya lo dijimos, algo sucio pero jugador de la selección australiana y hay que tener en cuenta que pese a las apariencias se trata de un deporte noble y honesto, de los más nobles y honestos que ahora puedan encontrarse, si es que ello es posible.

El resultado es que el libro narra enormes profundidades dramáticas, dignas de cualquier representación shakesperiana, pero FitzSymons no posee ese talante y el libro, supongo que el autor no es consciente de ello, es un libro deportivo que trata acontecimientos tremendos, tan tremendos que se desarrolla en el paisaje de la guerra más devastadora de la Historia. El resultado es curioso pues posee un tono de mirada digna de otros tiempos, una mirada donde la armonía se impone al espectáculo apocalíptico, por mucho que aquello que se ve es tremendo. Eran tiempos anteriores a la sensibilidad nihilista y que Ortega y Gasset vislumbró con perspicacia en el origen deportivo del Estado.

Dije deportivo es ese sentido orteguiano. El deporte y la guerra como polemós, como combate. Si a ello le añadimos un sexto sentido para dar cuenta del paisaje de la Francia de aquellos tiempos, cuando Nancy descubre París y se da cuenta de que es la única ciudad en que una mujer puede ir sola a una cafetería sin que la califiquen de buscona. Ese París de antes de la guerra ya mitificado hasta la saciedad pero real, y tan real que para mucha gente como Nancy significó lo más parecido a la libertad que habían conocido en la vida.

Retrato de Nancy Wake hecho por Melissa Beowulf en 2001

 

Motivo que actúa en el libro como querencia última de la movilización partisana. Sí, uno luchaba por la patria pero porque ella significaba un modo de vida que iba a ser amenazado por el totalitarismo nazi y su enorme carga de destrucción.

Uno luchaba por la libertad, ese sentimiento tan bien expresado por el poema de Paul Elúard, y este libro es un canto a ese sentimiento representado por una mujer excepcional.

La libertad, la única razón por la que el hombre debe morir.

 

    Peter FitzSymons. Nancy Wake. La espía más buscada de la II Guerra Mundial. Antonio Machado Libros. Madrid. 2019. 363 pp

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