En algunas novelas contemporáneas, como puede ser el caso de Graham Greene, existe la figura del joven que se adentra en la cultura local repleto de buenas intenciones. El romanticismo, el amor o el simple idealismo suelen ser los impulsos que le conducen a ello. Mucho de eso hay en la biografía de Emma McCune, La guerra de Emma, una cooperante inglesa que terminó casándose con un señor de la guerra sudanés.
La periodista norteamericana Deborah Scroggins cubrió durante años la Guerra Civil de Sudán, uno de esos conflictos olvidados y eternos entre el norte musulmán y el sur animista y cristiano para simplificar la complejidad del escenario. Luego Sudán del Sur alcanzó la independencia pero hoy día sigue en guerra entre las distintas facciones y tribus y se calcula que han muerto más de cuatro millones de personas desde 1984 de unas doce con que cuenta el país.
Emma McCune nació en la India en 1964, hija de padres que fueron testigos de los últimos días del Imperio. Su familia hubo de regresar a Gran Bretaña para comprobar que habían cambiado un paraíso por un purgatorio. El padre lo intentó sobrellevar con el alcohol, líos de faldas y malversación de fondos, y acabó suicidándose. Hermosa, valiente e igual de generosa que egoísta fue a Sudán atraída por ayudar a los necesitados y vivir lejos de una Inglaterra que le resultaba asfixiante.
Scroggins pone en evidencia la fascinación de Emma McCune por Sudán, otra excolonia, y su historia paterna. También la influyente campaña de Band Aid de mediados de los años ochenta que hizo que un gran número de jóvenes británicos idealistas de clase media trabajasen en la ayuda humanitaria en África. Coqueteando con la posibilidad de viajar a Jartum como cooperante británico mientras estaba en la universidad, se convenció finalmente después de enamorarse de un compañero de estudios, el intelectual sudanés Ahmed Karadawi.
En Oxford, donde Emma estudiaba arte e historia en el politécnico, conoció a jóvenes e idealistas estudiantes sudaneses. Se acostó con muchos de ellos y comenzó a frecuentar académicos y trabajadores de ayuda que eran expertos en la región. Finalmente, encontró la manera de salir hacia Sudán a los 25 años mediante un trabajo con la ong Street Kids International dedicada a crear escuelas para los niños, una forma también de evitar que fuesen reclutados como niños soldados. Ella no se arredraba y cuando el jeep no podía alcanzar los pueblos diseminados en la montaña, iba ella misma a pie lo que le sirvió para ganarse el respeto de los habitantes locales.

Emma McCune
Fue asi como conoció al jefe rebelde Riek Machar cuyo ejército había frenado los intentos de crear escuelas. Emma se plantó en Nairobi y habló con él. Ante su sorpresa, él accedió a los deseos de ella. Riek Machar tenía un doctorado de la Politécnica de Bradford y estaba casado con una mujer sudanesa que vivía en Inglaterra con sus tres hijos. Pero la atracción por Emma fue inmediata, mutua y abrumadora; empezaron a vivir juntos. En pocos meses, se casaron.
Emma trasladó la oficina de Street Kids International a Nasir, el cuartel general de Riek que estaba rodeado de refugiados hambrientos y un río fangoso donde los cadáveres flotaban en las aguas residuales. En medio de este caos, Emma se movía feliz y confesó a una amiga médica que se encontraba asistiendo a los refugiados que estaba enamorada y se iba a casar, y deseaba que ella fuese testigo de su boda.
Los hombres de Riek robaban comida a la gente para ellos mismos, y mantenían a un grupo de niños medio muertos de hambre para conseguir más alimentos de las ONG. Además Riek se enzarzó en una guerra tribal en contra del otro líder sureño, John Garang, que era de otra tribu.
Pero esta biografía intenta hacernos comprender a través de la historia de McCan las complejidades de la política en el Cuerno de África, entrelazando la historia de Emma con la del Sudán. Scroggins es una hábil guía a través de su historia colonial tardía, las interminables luchas entre el norte árabe y el sur africano, las maquinaciones y el juego de ajedrez de las empresas petroleras internacionales, desde Chevron hasta los saudíes.
Emma era una partidaria natural, una defensora instintiva, con un idealismo occidental que Scroggins considera fuera de lugar en África. Una vez casada con Riek, asumió su lucha como propia. Después de que él se rebeló contra Garang, hubo atrocidades en ambos bandos como masacres, robos de comida, y niños mantenidos deliberadamente hambrientos para presionar a la ONU para que enviara más ayuda, gran parte de la cual acabó en manos de los soldados. Los niños fueron frecuentemente vendidos como soldados en prácticas.
Por todo eso la guerra de Emma es una apasionante historia del Sudán, que no elude las complejidades del país y que integra en su cruel historia la saga de los esfuerzos occidentales por ayudar. Y aunque deja preguntas sin resolver, ¿debemos ver a la gente pasar hambre? ¿cómo podemos ayudar con eficacia?… La Emma del título del libro, Emma McCune, una expatriada británica brillante, bonita y rebelde e enamoró por primera vez del brutal y encantador Sudán mientras servía como una idealista cooperante extranjera. Luego un encantador señor de la guerra del sur la cegó ante el mismo tipo de atrocidades que había intentado evitar. Justificó la matanza por parte de los soldados de su marido y no le importó cenar pescado robado de las redes de las tribus más débiles.
El libro de Scroggins es enorme y complejo, y encuentra pocos inocentes en las luchas de Sudán. La religión, ya sea cristiana o musulmana, se convierte en la justificación de horrores inimaginables y siempre persiste el deseo de controlar los yacimientos petrolíferos del sur.
Emma murió en un accidente de coche en Nairobi a los 29 años estando embarazada de cinco meses. «Tenía belleza, pasión, un espíritu radiante. Quería ayudar. Sí, estaba hasta el cuello de horrores. Pero los horrores casi seguro que habrían ocurrido sin ella.», dice Scroggins. Y añade que en Occidente nos gusta vernos como galantes salvadores, llevando la redención a los necesitados. Sin embargo, cuando nuestros esfuerzos no funcionan, cambiamos de pantalla.
Pero la biografía de Scroggins no es sólo el relato de una chica inglesa de clase media bastante perdida y romántica que se encuentra viviendo un sueño post-colonial mientras bebe vodka y lee Vogue en medio de la más horrible de las hambrunas. No hay que ser demasiado duro con McCune. Su compasión por los pobres, los débiles y los moribundos que la rodeaban era indudablemente genuina y durante el corto tiempo que vivió en el Sudán fue una figura popular. Se presentó a sí misma como la protagonista romántica de su propia película. Trágicamente cegada por el amor no pudo ver que, a pesar de sus muchos encantos, Machar era, como tantos líderes rebeldes de África, un hombre vanidoso, asesino y traidor, y que aún hoy día sigue provocando guerras en Sudán del Sur.
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